El
remake del remake
Cuando yo era niño, los anuncios
de tabaco se pasaban una y otra vez por las (dos) televisiones nacionales, la Primera
y la Segunda cadenas. El más famoso de
ellos, sin duda, era el de Marlboro, que tenía de banda sonora un maravilloso tema
instrumental que sólo años después supe que pertenecía a una no menos
maravillosa película del oeste: “Los
Siete Magníficos”. Por cierto, el actor
Wayne McLaren, el más popular de aquellos Marlboro Men que montaban a caballo y
fumaban sin parar, murió años después de cáncer de pulmón, maldiciendo a la
empresa que le había otorgado su efímera fama…
El caso es que, como decía, “Los
Siete Magníficos” (John Sturges, 1960) se había convertido en un título mítico,
en parte debido a aquella melodía compuesta por Elmer Bernstein y en parte
gracias a un reparto espectacular e irrepetible en el que estuvieron Yul
Brynner, Steve McQueen, James Coburn, Charles Bronson, Robert Vaughn, Horst
Bucholtz, Brad Dexter y Eli Wallach, éste último dando vida al villano que
asola un pequeño pueblo mexicano, cuyos habitantes contratan a un grupo de
pistoleros para que los defiendan. La
película ya era un remake de un film japonés de Akira Kurosawa (“Los Siete Samurais”,
1954), pero su popularidad dio la vuelta al mundo y generó varias secuelas cada
vez más decepcionantes.
La idea de realizar un remake del
remake llevaba años dando vueltas por los despachos y mentideros de Hollywood,
y actores como Tom Cruise, Harrison Ford, Morgan Freeman, Sylvester Stallone,
Arnold Schwarzeneger, Mel Gibson o Bruce Willis sonaron en algún momento para
subirse al caballo. Finalmente, en
cuanto se supo que el director Antoine Fuqua (“Training Day”, “Objetivo: La Casa Blanca”), muchos nos imaginamos que
el protagonista no sería otro que su actor fetiche, el excelente Denzel
Washington, cosa que finalmente sucedió.
Como decía hace unas semanas al
respecto del (deplorable) remake de “Ben-Hur”, la existencia de una nueva
versión de un título clásico tiene que venir motivada o bien por la intención
de realizar una re-lectura del original desde una nueva perspectiva, o
simplemente por la certeza de que se puede mejorar sustancialmente algún aspecto. En el caso del bodrio orquestado por Timur
Bekmambetov, la verdad es que absolutamente nada merecía la pena, pero, por el
contrario, debo decir que en algunas cosas, el film de Fuqua mejora determinados
apartados del entrañable título de Sturges.
Partiendo de la base de una propuesta
argumental que resucita los viejos clichés por todos conocidos (siete aventureros
son contratados por unos pacíficos campesinos a quienes tiene sojuzgados un
terrateniente sin escrúpulos), el guión que Fuqua ha tomado como base denota
claramente que se trata de un proyecto que lleva años pasando de mano en mano y
que ha recibido mil y una reescrituras: situaciones
que huelen a tópico por los cuatro costados, personajes a medio pulir y, sobre
todo, diálogos infumables (qué triste el modo en que se está perdiendo la
creación de buenos diálogos, directos y sutiles sin parecer pomposos o
engolados). Tampoco el reparto es para
lanzar cohetes. Denzel Washington
compone uno de los peores papeles de su carrera, Ethan Hawke no tiene
relevancia y los “magníficos” Vincent D’Onofrio, Byung Hun-Lee, Manuel García-Rulfo
y Martin Sensmeier destilan el mismo carisma que cualquier figurante sin
frase. Sólo el solicitadísimo Chris
Pratt resulta adorablemente encantador, erigiéndose en el mejor de entre todos
y teniendo a su cargo los momentos de mayor lucimiento. También el villano al que da vida Peter
Sarsgaard tiene su aquél, aunque no resistiría la comparación con el Calvera al
que inmortalizó Eli Wallach.
Al principio decía que un remake
sólo tiene sentido cuando puede superarse algún apartado de la obra original, y
en este caso, los productores han decidido apostar por una revolución
tecnológica que, ciertamente, funciona a las mil maravillas. Uno de los pocos defectos de la película
original de John Sturges era la puerilidad con la que estaban resueltos algunos
tiroteos, en los cuáles el bueno simplemente apuntaba al malo y aquél se tiraba
torpemente, al tiempo que sonaba un disparo que olía también a falso. Sin embargo, la experiencia de Antoine Fuqua
en films de acción se nota en todas las secuencias en las que hay peleas o se
desenfundan las armas, logrando una puesta en escena espectacular. Aquí, los tiroteos resultan fascinantes y
atronadores, merced a unos efectos especiales de primera que, para mí, constituyen lo mejor de la función. Sólo por estas
escenas, merece la pena acercarse al cine, con el listón bajo, eso sí, que nos
hallamos ante un producto que sólo proporciona diversión y para nada pasará a
la historia.
He dejado para el final la banda
sonora, último trabajo para el cine del llorado James Horner (muerto el año
pasado en un accidente de aviación), que compuso a partir de la lectura del
guión y ha sido finalizada por su colaborador Simon Franglen. Con todo, la partitura no aporta nada nuevo
al género (al contrario, parece un desganado plagio de los compases del score
original de Elmer Bernstein) y será preferible recordar a Horner por “Titanic”,
“Braveheart” o “Leyendas de pasión.
Luis Campoy
Lo mejor:
Chris Pratt, las excelentes secuencias de acción
Lo peor:
el predecible guión, los bobalicones diálogos, la deprimente ausencia de
carisma de los supuestos “magníficos”
El cruce:
“Los Siete Magníficos” + “Grupo salvaje” + “Arma joven”
Calificación: 6 (sobre 10)
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