Cine actualidad/ “BEN-HUR” (2016)

Una historia de los tiempos del circo (romano)

Debía tener 10 ó 11 años cuando mis padres me llevaron al cine a ver “Ben-Hur” (William Wyler, 1959) por primera vez.  Por alguna razón que no logro recordar, no pudimos llegar puntuales y entramos con la película ya empezaba, en la (antológica) escena en la que Ben-Hur y Messala se reencuentran después de muchos años y enjugan su morriña a lanzada limpia.  De aquella primera visualización, recuerdo sobre todo los delfines dorados bajando implacables para marcar la finalización de cada vuelta de la carrera de cuadrigas;  en cuanto al comienzo que nos habíamos perdido, simplemente nos quedamos cómodamente sentados en nuestras butacas hasta que empezó el siguiente pase, algo impensable en nuestra época actual, casi tanto como el mero hecho de que en un cine de Alicante se repusiera “con honores de estreno” una película que ya contaba con 15 primaveras…

Desde entonces, he vuelto a ver aquella maravillosa “Ben-Hur” en innumerables ocasiones:  en el cine-club de mi colegio, dos o tres veces más en pantalla grande, unas cuantas en video VHS, 4 ó 5 en DVD de doble capa y al menos 3 en su última encarnación en Blu-Ray, amén de los incontables pases televisivos en los que, sin sentarme a verla entera, he presenciado gran parte de su antológico metraje (3 horas y 44 minutos).

No sería justo censurar la misma existencia de la nueva versión de “Ben-Hur” estrenada ayer entre nosotros, y no lo sería, en primer lugar, porque mi venerada película del ‘59 ya era un remake de la adaptación anterior de Fred Niblo de 1925, la cual, a su vez, reversionaba una primera aproximación que realizara un tal Sidney Olcott en 1907.  No, el hecho de perpetrar una nueva interpretación de un material existente no tiene por qué ser malo….  siempre y cuando se haga con el propósito de mejorar lo conocido, o, como mínimo, de darle una vuelta de tuerca, de ofrecer un punto de vista sustancialmente distinto.  Cuando, hace ya un par de años, se difundió la noticia de que Hollywood había dado luz verde a una nueva traslación al cine de la gran novela de Lewis Wallace (publicada originariamente en 1880), lo primero que sentí fue…  curiosidad.  Por supuesto, algo en plan “¿Cómo se atreven?”, pero también “¿Quién se atreve?”.  La elección del kazajo Timur Bekmambetov como director del film me dejó helado, y en seguida imaginé cómo podría este señor, cuya “Wanted” me gustó tanto como me decepcionó su siguiente “Abraham Lincoln, Cazador de vampiros”, interpretar las peripecias del judío Judá Ben-Hur y el romano Messala:  un escalofrío recorrió mi espina dorsal.  Luego, trascendieron los primeros rumores sobre el posible reparto, con el excelente Tom Hiddleston de protagonista…  hasta que el hombre, con buen criterio, optó por bajarse del carro.  El elegido fue Jack Huston (espera, ¿Jack… quién?), y su oponente, el repelente Toby Kebbell (uno de los actores jóvenes que menos me gustan).  El primer tráiler que pude ver confirmó mis peores presagios:  ordenador a diestro y siniestro, una ambientación de lo más artificial y un despliegue de espadazos al estilo “300” que tiraba de espaldas.  Con todo, el siguiente avance me gustó mucho más, me gustó realmente, y, cuando he acudido al cine, lo he hecho con la esperanza de que la película me agradase siquiera un poco, de que su monumental e irreversible batacazo comercial en su estreno estadounidense se debiera más a la inadecuación de la fecha de su estreno (¡cuánto mejor hubiera sido empaquetarla hasta la Semana Santa de 2017!) o simplemente a que el público eminentemente juvenil no había conectado con el trasfondo religioso inherente a la historia.

En el inicio de “Ben-Hur (2016)” ya estriba su primer gran error:  se abre con un fragmento de la carrera de cuadrigas, que muy pronto se encadena con una especie de flashback de los medio hermanos Ben-Hur y Messala galopando fraternalmente  años atrás.  Si enseñas tu mejor baza al principio, ¿qué te dejas para el final…?  Luego, se suceden 15 ó 20 minutos de escenas “nuevas”, esto es, circunstancias y situaciones que no aparecían en el film de Charlton Heston, y en las que te puedes hacer una acertada idea de lo que será lo que viene después:  diálogos ñoños, ritmo demasiado acelerado, ausencia de dramatismo, el peor Messala posible…  y, eso sí, un Ben-Hur inesperadamente bueno.  Cuando comienzan a sucederse los mismos hechos que en la película de William Wyler, resulta imposible no rendirte a la comparación.  Y en esa comparación, la película de Bekmambetov pierde por goleada en cada aspecto, en cada matiz.  No hay absolutamente nada, pero nada de nada, en lo que la versión de 2016 supere a la de 1959.  Ni en guión, ni en diálogos, ni en dirección, ni en interpretación, ni en fotografía, ni en ambientación ni, sobre todo, en música.  La carrera de cuadrigas a la que aludíamos anteriormente dicen que ha sido filmada lo más físicamente posible (cosa que, obviamente, es falsa), pero es que, aun así, es deudora plano a plano de la que supervisase hace 57 años el especialistas Yakima Canutt.  Esta secuencia, como todas las demás, tiene un algo de irreal, de artificiosa, de in-creíble.  Ciertamente quiere ser épica y grandiosa, pero ciertos detalles la van sumiendo en la mediocridad, la anulan en su propósito de mejorar lo inmejorable.  La carrera en la que competían Charlton Heston y Stephen Boyd tenía el encanto de lo auténtico, de lo real, y aun hoy es un ejemplo insuperable de planificación, rodaje y montaje;  era tan perfecta que Wyler decidió prescindir de música para acompañarla.  La secuencia que protagonizan Jack Huston y Toby Kebbell necesita apoyarse en la (intrascendente) partitura de Marco Beltrami, y, aun así, acaba por frustrar las elevadas expectativas.

¿Tenía realmente sentido perpetrar este remake de “Ben-Hur”?  Objetivamente, no.  ¿Era Timur Bekmambetov, de entre todos los directores de la actualidad, el más indicado para llevarlo a cabo?  Rotundamente, no.  ¿Podría haber sonado la flauta por casualidad?  Sinceramente, yo hubiera querido que sí.  Porque me gustaba el cine épico, el gran péplum, porque añoraba aquellos tiempos de ir al cine con mis padres.  Pero los tiempos han cambiado y la nueva “Ben-Hur” parece dirigida a adolescentes idiotas que consideran un logro haber dejado a sus padres en casa.  Superficial, prescindible y muy decepcionante, no deja de sorprender (negativamente) hasta el último momento,  ofreciendo uno de los finales más bochornosos y ridículos que he presenciado en años.

Luis Campoy

Lo mejor:  Jack Huston (por decir algo)
Lo peor:  Toby Kebbell y casi todo lo demás
El cruce:  “Ben-Hur” (1959) + “Gladiator” + “300”

Calificación:  4,5 (sobre 10)

Comentarios

Alí Reyes ha dicho que…
Pero...¿vale la pena verla? Lo digo porque me parece que no te gustó, si es así es mejor ahorrarme el dinero
Luis Campoy ha dicho que…
Querido Alí, creí haberme expresado con claridad en el artículo... pero no hay problema, te respondo de nuevo por aquí. Yo no perdería el tiempo ni derrocharía el dinero viendo etsa película en cine. Es mi opinión y mi consejo. Un abrazo.

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