Goyas
a la vida
No se trata de la biografía de
Harry S. Truman, trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos y que pasará
a la historia por haber ordenado el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima; tampoco de una remembranza del genial
escritor Truman Capote, artífice de las magníficas “A sangre fría” y “Desayuno
con diamantes”. En realidad, el “Truman”
del título de la película que hoy comentamos, triunfadora en la última entrega
de nuestros premios Goya, no es sino un perro, testigo cuadrúpedo de una
amistad entre dos hombres que se reúnen en circunstancias no demasiado
halagüeñas…
Julián es un actor argentino
afincado en Madrid, y Tomás, un matemático madrileño que se ha ido a trabajar a
Canadá. El motivo de su reunión no deja
de ser triste: el primero ha contraído
cáncer y, harto de que la quimioterapia no surta efecto, ha decidido abandonarla
y dejarse morir de forma natural. Sin
embargo, durante cuatro días inolvidables, ambos revivirán los mejores momentos
de su amistad y comprobarán que hasta en las postrimerías de la vida se pueden
hallar razones para sonreir…
Es precisamente este último el
gran mensaje de “Truman”: ante la
irreversibilidad de la muerte anunciada, hay dos formas de afrontarla, y llorar
encerrado en casa no es la más acertada.
Así, la entereza y coraje de Julián contrastan con la melancolía y el
pesimismo de Tomás, y no cabe duda de que el director y guionista Cesc Gay toma
partido abiertamente por el primero. Naturalmente,
esta historia plasmada sobre el papel necesita de un par de actores talentosos
para provocar el efecto deseado.
Ricardo Darín, uno de los mejores
actores hispanoparlantes, realiza uno de sus mejores trabajos en la piel de
Julián, un hombre que experimenta un sinfín de emociones (alegría, tristeza,
valor, miedo…) sin que ello modifique un ápice su determinación de no depender
de la medicina para alargar su agonía.
Maravilloso Darín… Junto a él, un
correcto Javier Cámara sirve de contrapunto y hace las veces de testigo y representante
del espectador, aunque es obvio que él y Darín juegan en ligas diferentes. Otro aliciente de la película es la aparición
de varios actores más o menos famosos (José Luis Gómez, Eduard Fernández, Pedro
Casablanc, Javier Gutiérrez, Elvira Mínguez…) para dar vida a los diversos
personajes con los que Julián y Tomás van encontrándose, y que hacen de
catalizadores para que el enfermo exhiba su dignidad y su decisión de
despedirse del mundo subsanando sus errores pasados.
Un apunte estético de la
planificación de Cesc Gay se me quedó nítidamente grabado: Julián y Tomás conversan en una cafetería, y su
conversación se plasma mediante los clásicos planos cortos (plano y
contraplano), sin embargo, cuando Julián
comprueba que incluso quienes antaño le odiaban son ahora capaces de
perdonarle, el plano se agranda y una luminosidad proveniente del ventanal que
hay tras ellos inunda la pantalla: la
luz resplandece hasta en la oscuridad de la muerte. Por el contrario, quiero exponer algo que me
pareció desagradable y equivocado, y que tiene lugar casi al final del
film. Tomás y Paula (Dolores Fonzi), la
prima de Julián, hacen el amor en el hotel del primero, supongo que como una
forma de homenajear a la vida y a la pasión por vivirla; hasta aquí nada que objetar. Sin embargo, el modo en que se visualiza la
escena, con ambos desnudos en una pose demasiado explícita y un plano
excesivamente alargado, me pareció de mal gusto y chabacano, desconectado del espíritu
que hasta entonces había cohesionado la película. Con todo, “Truman” constituye una experiencia
muy inspiradora a la hora de afrontar la enfermedad con una sonrisa, y sólo por
eso ya es totalmente recomendable.
Luis Campoy
Lo mejor:
Ricardo Darín, inconmensurable
Lo peor:
cierta escena de sexo filmada con muy mal gusto
El cruce:
“ma ma” + “Mi vida es mía” + “Mi vida”
Calificación: 8 (sobre 10)
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