El
hombre sobre el alambre
El 6 de Agosto de 1974, Philippe
Petit, un visionario funambulista francés, recorrió sobre un alambre los 42
metros que separaban las dos torres gemelas del World Trade Center, el famoso
icono neoyorquino que el odio ciego del terrorismo destruyó un aciago 11 de
Septiembre de hace ya catorce años. Después
de que un afamado documental titulado “Man On Wire” reflejase aquel episodio y
obtuviese un Oscar por ello, llega ahora la película de ficción que ha rodado
el muy imprevisible Robert Zemeckis…
Desde niño, Philippe Petit sueña
con desafiar a la gravedad y tender su cable de acrobacias entre dos puntos de
soporte que empiezan por ser pequeños y accesibles pero que, paulatinamente, se
van haciendo más y más arriesgados.
Cuando, en 1973, el mastodóntico “Centro Mundial del Comercio” se
hallaba en la fase final de su construcción, Petit decide que ése ha de ser su
mayor y más ambicioso objetivo, sin que la altitud (420 metros de nada) y las
férreas medidas de seguridad constituyan un inconveniente… sino un poderoso aliciente más.
Como dije al principio, la acción
principal que narra “El desafío” (estúpido título español para el original “The
Walk”, “El paseo”) fue un suceso histórico de amplia repercusión mundial y que,
además, contó con un exhaustivo documental que cautivó a la Academia de
Hollywood. Pero una cosa es un reportaje
más o menos ameno, y otra cosa bien distinta la creación de una película cuya
pretensión es entretener. Para ello,
Zemeckis opta por reservar la hazaña para el climax, dedicando la introducción
a narrar la infancia y juventud del tal Petit, y el nudo de la trama a explicar
cómo fueron los preparativos de la función.
Para mí, los problemas de “El
desafío” comienzan justo al principio: a
partir de la primera aparición del protagonista, Joseph Gordon-Levitt, se
apoderó de mí una sensación de irrealidad, que enseguida se tradujo en incredulidad
y desconfianza. Porque, desde mi punto
de vista, el maquillador a cargo de la caracterización del actor se ha cubierto
de… gloria. Esas imposibles lentillas azules y ese
pelucón pajizo son de lo peor que he visto en muchos años, y ante un personaje
que rezuma impostación y falsedad, cuesta muchísimo empatizar. Por si fuera poco, Zemeckis echa mano de un
arsenal de tópicos que van desde el mundo circense de “Big Fish” al ambiente
surrealista de “Amelie”, y todo ello coronado por el hándicap adicional de que
los personajes, franceses ellos, hablan entre sí en un absurdo castellano con
acento francés (inglés con acento francés en el original).
Por fortuna, en el momento en que
Petit y sus colaboradores llegan por fin a Nueva York, el film remonta algo el
vuelo, y los preparativos para el “golpe” por fin suscitan nuestro
interés. Eso sí, el hecho de que todos
conozcamos cómo acabó todo, imposibilita la existencia de un suspense real, que
Zemeckis trata de compensar con el consabido repertorio de vicisitudes que los
intrépidos héroes acabarán resolviendo in extremis. Aquí es donde el film podría haber crecido
aún más y donde, sin embargo, acaba por estancarse: los papeles secundarios son tan secundarios y
los actores que los encarnan tienen tan poco carisma, que lo más fácil es
desentenderse un poco y aguardar el ansiado final.
Porque, efectivamente, es en el
archifamoso desenlace donde “El desafío” logra su objetivo: hacer que el espectador realice el “paseo” en
compañía de Philippe Petit, sintiendo algo parecido a lo que él debió
sentir. En esos veinte minutos, Robert
Zemeckis echa mano de todo su arsenal de viejo zorro, y la sabia combinación de
picados, contrapicados, travellings e imágenes generadas por ordenador consigue
que a muchos se nos encoja el estómago (por no decir otra cosa) mientras vemos
cómo el amigo Petit no sólo logra su propósito sino que se recrea desafiante
(nunca mejor dicho) en su ejecución. El
abanico de sensaciones (vértigo, ansiedad, desasosiego, incluso pánico) te
atrapa y te zarandea y te deja hecho un guiñapo: ¡chapeau ahí por Zemeckis!
Una experiencia tan realista como
la que brindan los últimos minutos de “El desafío” compensa las dudas sembradas
al principio, porque precisamente en éso consiste la magia del cine: utilizar la imagen, la narrativa, la música y
la tecnología para hacer que nos teletransportemos a un mundo de ficción en el
que lo que sucede a unos desconocidos que ni siquiera existen nos parezca que
nos está pasando a nosotros mismos.
Luis Campoy
Lo mejor:
la escena cumbre en las Torres gemelas;
la frescura de Charlotte Le Bon
Lo peor.
la caracterización de Joseph Gordon-Levitt, el nulo atractivo de los
personajes secundarios
El cruce:
“Man On Wire” + “Doce del patíbulo” + “King Kong” (1976)
Calificación: 7 (sobre 10)
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