En busca del pelo perdido

Creo que nunca le agradeceré lo bastante a mi madre que desde niño me peinase con la raya al lado.  Ese estilo clásico, que pusieran de moda en los años 40 actores como Clark Gable o Cary Grant, no sólo dicen que te confiere una apariencia elegante y confiable, sino que (y esto acaba siendo lo más importante) permite que los pelillos de un lado de la cabeza, convenientemente largos, caigan sobre el otro lado, tapando o disimulando las carencias existentes en medio.  Al uso extremo de esta táctica, cuando en el centro ya no queda nada, se le conoce como “cortinilla”, y bien fea que queda cuando todo el mundo percibe que los cuatro pegajosos cabellos que te ladeas tienen como única misión la de ocultar una calvicie que no deseas afrontar.  En mi caso, por suerte el cartón no impera en su totalidad, pero la proverbial raya al lado ayuda a que se mantenga una apariencia que, como en las buenas películas, no procede revelar cuánto tiene de verdad y cuánto de ficción…

Como ya comentamos un par de años atrás, la ansiedad del hombre que se sabe heredero de un legado alopécico tiene un difícil apaño incluso en este mundo tan postmoderno en el que vivimos.  Lo más triste es comprobar cómo señores con tanta pasta y tantas posibilidades como Bruce Willis, Jason Statham, John Malkovich, Vin Diesel, Michael Jordan, Andrés Iniesta, Emilio Botín o el ex ministro José Ignacio Wert han perdido irremediablemente el pelo.  Otros, como el futbolista Wayne Rooney, el cavaliere Silvio Berlusconi o el también ex ministro José Bono han optado por un (carísimo) trasplante, lo cual no hace sino confirmar que no existen soluciones fáciles o, al menos, soluciones baratas.  Aun así, cuando nuestras cabezas se empiezan a volver otoñales prematuramente, algunos nos negamos a aceptar lo inevitable y luchamos no ya por recuperar lo perdido, sino al menos por no perder lo que aún nos queda.  Como decíamos en aquella ocasión, muchos son los productos que anuncian efectos milagrosos…  pero muy pocos los que realmente sirven para algo.  El chiste acerca de que lo único que detiene la caída del cabello es el suelo, sigue por desgracia estando vigente, pero nada nos impide mantener una chispa de fe capaz de mover las montañas del destino. 

Mas ya la propia actitud de los médicos nos devuelve a la cruda realidad.  Como si fuesen custodios de nuestra resignación o guardianes de nuestra economía, de antemano lo que te advierten es que “si el pelo ha de caerse, se te va a caer hagas lo que hagas”.  Lo que te prescriben a continuación son remedios en los que no confían ni ellos mismos, por lo que tienes la sensación de que te están sugiriendo un placebo inútil.  De los champús que atestan las droguerías comunes, yo creo que nadie se fía un pelo (valga la redundancia).  Y, después de varios años probando complejos vitamínicos de lo más variopinto, mucho me temo que las pastillas no hacen otra cosa más que generar efectos…  secundarios.  He perdido la cuenta de las marcas que han ido cayendo por mi gaznate (Arkocapil, Kaidax, Vigorix, Inneov…), y mentiría si dijese que he experimentado alguna mejoría que haya durado más de lo que dura un espejismo.  Ahora leo que la única medicación que funciona es el Finasteride, que en realidad es un fármaco para la próstata que, en ciertos casos, supuestamente origina el crecimiento de vello, pelusa o, en los sujetos más afortunados, auténticos cabellos, pero ¡ay!, sus consecuencias pueden ser funestas:  sarpullidos, dificultades respiratorias, pérdida del deseo sexual o impotencia.  Le verdad es que uno se pregunta qué es lo realmente importante:  el pelo o la salud.

En el punto intermedio entre no hacer nada o hacer algo que pueda resultar nocivo, es cuando nos viene a la cabeza la solución intermedia:  el minoxidil.  El viejo y clásico minoxidil.  En sus dos concentraciones del 2 % y el 5 %, si tienes cuidado de no echarte más de 1 ml. en cada aplicación (se recomiendan dos diarias), los efectos colaterales no son agresivos y, al menos, te queda la tranquilidad de que no bajaste los brazos sin presentar batalla.  Incluso una persona me confesó que el primo de un cuñado del amigo de un vecino suyo afirmaba haber conocido a un tipo a quien le había crecido un robusto pelamen merced al fantástico poder de la solucionadora solución.  Cuando el postrer cabello sólo sobreviva en el recuerdo, la esperanza será lo penúltimo que se haya perdido.

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