"Los Miserables" en Murcia
Llevo 11 años enganchado a “Los
Miserables” y 8 ó 9 escribiendo reiterativamente sobre este maravilloso musical
creado por Claude Michel Schönberg y
Alain Boublil, según la novela-río escrita por Victor Hugo en 1862. En esta década, he tenido la suerte de
disfrutar múltiples versiones audiovisuales de la obra, desde la televisiva de
Josée Dayan con Gerard Depardieu, las cinematográficas de Bille Agust con Liam
Neeson (estas dos, centradas en el texto puramente literario) y de Tom Hooper
con Hugh Jackman... hasta los conciertos grabados conmemorando el décimo y
vigésimo quinto aniversario del estreno londinense (con Colm Wilkinson y Alfie
Boe dando vida al protagonista, respectivamente), pasando por la representación
madrileña en la rentrée de 2010, que posteriormente ha salido de gira por
provincias. De todas estas
manifestaciones, que me han llenado de felicidad hasta extremos
indescriptibles, creo que ninguna la había gozado tanto como la función de
despedida en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia, acaecida el pasado lunes,
día 27 de Octubre…
Como he dicho anteriormente y
muchos lectores ya sabían, hace 4 años viajé a Madrid para ver en directo una
de las primeras representaciones del nuevo montaje conmemorativo del primer
cuarto de siglo del musical producido por Cameron Mackintosh. Mi impresión fue
magnífica en general, y casi todo lo que fui capaz de referir fueron
sensaciones eminentemente positivas, con muy pocas objeciones centradas
básicamente en la adaptación literaria de las canciones y en alguna
interpretación puntal de algunos actores.
La otra noche, sin embargo, creo que todos los astros del firmamento se
alinearon para que todo rozase la mismísima perfección.
En estos cuatro años, básicamente
se ha mantenido el mismo elenco actoral e idéntico equipo técnico, eso sí, con
algunas importantes ausencias. El
protagonista, el argentino Gerónimo Rauch, emigró a tierras londinenses para
encarnar al héroe Jean Valjean en la mismísima ciudad en la que se convirtió en
mito, y ello ha propiciado el hecho de que el televisivo Daniel Diges, Enjolras
cuando yo lo ví, ascendiera vertiginosamente a la cabecera del cartel. Virginia Carmona ya no es Fantine, y su rol
corre a cargo de Elena Medina. Tampoco
Enrique R. Del Portal se pone en la piel del mezquino Thenardier,
sustituyéndole Armando Pita. Pero la
mayoría de las estrellas originales de la fantástica producción orquestada por
Stage Entertainment son quienes recorren España en olor de multitudes, ésto es: Ignasi Vidal como Javert, Guido Balzaretti como
Marius, Lydia Fairén como Eponine, Talia del Val como Cosette y Eva Diago como
Madame Thenardier. Carlos Solano es el
nuevo Enjolras.
Lo de volver a ver “Los
Miserables” en español fue algo que decidí a ultimísima hora, cuando me
aseguraron que el montaje del Auditorio Víctor Villegas atesoraba las virtudes
del estreno madrileño. Saqué deprisa y
corriendo las entradas por internet, y tuve la grandísima suerte de poder
sentarme en la primera fila, justo al lado del foso de la orquesta, con una
visión privilegiada del escenario, tan próximo que casi podía tocar a los
cantantes. La orquesta, conducida por
Arturo Díez Boscovich, constaba de apenas 15 profesores, pero la tenía tan
cerca que la Sinfónica de Londres no me habría llenado más. ¿Habéis tenido la fortuna de oir tocar a una
orquesta en directo, hallándoos en primerísima fila, como si fuéseis el único
destinatario de su arte? La sensación es
indescriptible, inolvidable. Destacaría
a las secciones de metal y percusión, aunque sólo porque se hacían notar
mínimamente sobre el resto. Los efectos
de luz y sonido han mejorado desde que los ví por primera vez, y la resolución
de secuencias como “La batalla final”, “Las cloacas” o “La confesión de Javert”
son sencillamente alucinantes. Hace ya
muchos años que escribí que “Los Miserables” había sido pionera en la
utilización de plataformas móviles y raíles de transición, y la evolución
técnica de estos recursos la hace todavía más grandiosa y espectacular. Incluso, y a raíz de algunas críticas más
bien justificadas, el letrista español Albert Mas Griera ha corregido algunos
versos que antaño me chirriaron y que ahora suenan bastante mejor. En cuanto al reparto propiamente dicho, en la
función de despedida a la que yo asistí no estuvieron ni Ignasi Vidal (doblado
por Victor Díaz) ni Talía del Val (Laura Enrech). A cambio, pude comprobar qué gran Marius
compone Guido Balzaretti, que no estuvo en la noche en que ví el espectáculo en
Madrid. Pero también Daniel Diges me maravilló como Valjean. A Diges, sus frecuentes apariciones
televisivas le otorgan una bienvenida popularidad, pero su derroche de simpatía
la hace parecer demasiado “ligero”. Sin
embargo, su Valjean borda los tonos dramáticos y su voz casi logra el milagro
de alcanzar la textura de Gerónimo Rauch;
casi, pues su “Sálvalo” (el tema más difícil y más lucido de la obra) me
pareció un poquito por debajo del argentino.
Los muy esforzados Víctor Díaz y Armando Pita también se quedaron en un
honesto y honroso “casi”, pero uno de los mayores placeres fue volver a
escuchar a la fantástica Lydia Fairén, que borda a Eponine, probablemente mi
personaje favorito de toda la obra. Por
cierto, el padre de Lydia estaba sentado a mi lado, aplaudiendo a rabiar (y no
sin motivo) a su talentosa hija.
Fue la conjunción de diversos
elementos lo que aquella noche otoñal me dejó literalmente obnubilado. La tremenda cercanía a los intérpretes y la
orquesta tuvo algo especialmente mágico, tan trascendental que no tengo
palabras para describirlo. La dirección
escénica, los movimientos de todos y cada uno de los actores sobre el
escenario, denota un trabajo frenético, ocupando cada personaje su sitio propio
intransferible y desarrollando sus acciones con una loable precisión; fabulosos todos los estudiantes revolucionarios
(Grantaire, Courfreyac, Bujon, etc.), cada uno bordando sus brevísimos minutos
de gloria y todos interactuando paternalmente con el niño Gavroche. En fin, un regalo del cielo irrenunciable y obligado
para los múltiples fans de “Los Miserables” deseosos de entonar la canción del
pueblo mientras un día más sale el sol…
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