La
distancia del amor
Si las críticas fuesen estrictos
ejercicios de fría objetividad, quizás empezaría por decir que “10.000 Km”, la
primera película como director del cortometrajista y montador Carlos Marques-Marcet,
contiene innumerables tours-de-force interpretativos a los que son sometidos
sus protagonistas, David Verdaguer y Natalia “Juego de Tronos” Tena. Sin embargo, como escribir una crítica no deja
de ser un acto humano, voy a dejar que también un poco de subjetividad se
cuele, imparable, entre mis palabras…
Sergi y Alex son una pareja que
vive en Barcelona y están sopesando la posibilidad de tener un hijo. Justo entonces, ella acepta un trabajo como
fotógrafa allende los mares, de modo que pasará al menos un año en los Estados
Unidos, por lo que las llamadas por Skype centrarán su relación mientras viven
a 10.000 Km uno del otro…
Pocas veces he disfrutado tan
poco en un cine. Debe ser la segunda o
la tercera vez en mi vida que, a los pocos minutos de proyección de una
película, he sentido unos deseos incontenibles de levantarme y marcharme. “10.000 Km” se abre con una secuencia de
sexo, aparentemente interminable: los
protagonistas follan, y empleo esta
fea expresión porque difícilmente calificaría como “hacer el amor” a tan
desagradable momento. Encima de todo,
transcurrido un poco edificante cuarto de hora, un fallo en el soporte digital
obligó a volver a proyectar el film desde el inicio (si no quieres caldo… ¡toma dos tazas!); para entonces, yo ya le había cogido bastante
manía a la peliculita en cuestión, y su devenir no hizo sino aumentar en mí
dicha animadversión. La protagonista se
levanta de la cama y, lejos de darse un higiénico chapuzón, se limita a ponerse
unas bragas y, eso sí, a lavarse los dientes como si el cuidado bucal fuese más
importante que el de la cuevecita donde no da el sol. A continuación, ella y su compañero de cama
desayunan juntos, y sólo entonces (cuando ya se han consumido veinte minutos de
metraje) empiezan a entenderse medianamente algunos de los diálogos que ambos
intercambian. El resto del tiempo no se
les había pillado ¡ni media palabra…!
Por alguna razón que se me hace
inentendible, el director ha decidido que todas las escenas estén rodadas en
larguísimos planos fijos que, como dije al principio, requieren un gran
esfuerzo de los únicos actores. En
dichos planos, se exhibe sin pudor un realismo nítido y sucio, en el que no
cabe duda de que las emociones destilan autenticidad. Pero esa autenticidad se halla envuelta en un
aura de feísmo que incomoda. Más de la
mitad del film se narra mediante videollamadas a través de Skype, más planos
fijos en los que, ciertamente, los intérpretes cuajan buenas actuaciones; me dicen que las relaciones a distancia,
efectivamente, son así, pero es que el modo en que aquí se cuentan hace añorar
la aparición de cualquier extraterrestre o animal parlante, un soplo de
irrealidad en mitad de tan deprimente panorama.
Tras algunas (muy pocas)
vicisitudes, nuevamente copa la pantalla un coito, igualmente desagradable que
el primero. Bragas que bajan, bragas que
suben, y una sensación de “aquí te pillo, aquí te mato” que, lejos de
reconfortar, acrecienta la desazón.
Definitivamente, parece que no he conectado con la sensibilidad hiperrealista
de “10.000 Km”; no, es como si ella y yo
estuviésemos separados por 10.000 Km de desentendimiento.
Luis Campoy
Lo mejor:
los actores (claro, si no hay otra cosa)
Lo peor: el ritmo, la morosidad, la nula estética y delicadeza con la
que se muestra el sexo
El cruce:
“Tal como éramos” + “(500) Días juntos” + “Olvídate de mí”
Calificación. 4 (sobre 10)
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