Guerra fratricida
El barcelonismo está dividido. No es una situación nueva, y, de hecho, es una situación que suele darse en muchas grandes instituciones deportivas. Lo que es noticia es que en el seno del que hace poquísimos años fue proclamado "El Mejor Equipo de Fútbol de la Historia" hayan estallado las hostilidades de una forma tan notoria. Pero hagamos la vista atrás... Tras muchos años de escisiones, frustraciones y decepciones, el presidente Joan Laporta consiguió que sus éxitos deportivos (primero con Frank Rijkaard como entrenador y, posteriormente, con Pep Guardiola) fuesen el catalizador mágico que lograse que las diversas corrientes existentes en el seno y la afición del F.C. Barcelona se fusionaran en una sola. Podríamos decir que Laporta fue el promotor y Guardiola el ejecutor de tamaño logro, tanto más grande cuanto que parecía que tan maravilloso período parecía no tener fin. Pero Laporta perdió las elecciones y el nuevo mandatario Sandro Rosell pasó a formar parte del club de las personas con las que Pep no tenía feeling.
Si ya el aplaudido técnico de Santpedor había manifestado hacía tiempo que su etapa en el Barça estaba más cerca del final que del principio, los desentendimientos con Rosell y sus encontronazos con algunas vacas sagradas del equipo (Messi, Piqué, Fábregas, Alves...) propiciaron el necesario relevo en el banquillo, el cual se produjo de forma muy diferente respecto a como Guardiola había deseado y solicitado. El quería haber sido el único protagonista de la famosa rueda de prensa en la que se comunicó que no iba a continuar, pero Rosell y el director deportivo Andoni Zubizarreta optaron por anunciar a bombo y platillo el nombre de su sustituto: nada menos que su (¿íntimo?) amigo y asistente, Francesc "Tito" Vilanova. Algunas fuentes afirman que la elección de Tito se llevó de modo subterráneo a espaldas de Pep, y otros que él fue el primero en dar el "okay" a Vilanova, pero, en cualquier caso, parece evidente que lo que más hirió la (sensibilísima) sensibilidad del entrenador saliente fue que no se le permitiera disfrutar de ese protagonismo que había implorado. Apenas se hizo cargo del equipo, Tito Vilanova se deshizo en elogios a su mentor y afirmó, rotundamente, que perdería cualquier comparación con él. Muy pronto, el tiempo y el juego blaugrana le dieron la razón. Era evidente que el Barcelona marcaba muchos goles, pero a, cambio, recibía tantos que Valdés empezó a tener problemas de espalda, de tanto agacharse a recoger balones de la red (bueno, ésto es una pequeña broma). y se hizo patente que el equipo había perdido el empuje, la garra, el hambre... y la excelencia. Pero una alucinante racha de buena suerte, los estrepitosos fracasos del Real Madrid y, sobre todo, la reproducción del cáncer que aquejaba a Tito, maquillaron oportunamente la realidad. Todo el mundo del fútbol y, especialmente, la directiva del Barcelona quisieron estar junto a Tito, y el portavoz Toni Freixa se soltó con unas inoportunas declaraciones en las que afirmaba que "Tito, a pesar de su humildad inicial, había ganado todas las comparaciones con Guardiola... incluyendo las relacionadas con la faceta humana". Vilanova decidió ir a Nueva York para ser tratado por cierto famoso oncólogo catalán, y precisamente en la ciudad de los rascacielos era donde Pep estaba pasando su anunciado año sabático… Poco después, Tito era operado y durante muchos meses fue un neoyorquino más, mientras su segundo Jordi Roura tomaba las riendas del Barça y el juego del equipo se resentía irremediablemente. Se perdieron todas las contiendas directas con el Madrid, fuimos eliminados en Copa del Rey y caímos estrepitosamente ante el Bayern de Munich, que no sólo nos vapuleó y nos pasó por encima sino que nos condujo a un ridículo sin precedentes: 7-0 en el cómputo global de la eliminatoria. Puede que entonces Tito debiera haber dimitido, o al menos anunciar que no iba a continuar la próxima temporada. La responsabilidad de dirigir a un conjunto que había deslumbrado al mundo no es soportable para cualquier hombre, y menos para un hombre tan gravemente enfermo. Pero Rosell y sus directivos no cesaron de apoyarle y, lo que es peor, confirmarle y reconfirmarle, como si el Barcelona fuese una ONG cuya misión ya no fuese ganar y deslumbrar sino simplemente apoyar contra viento y marea a su técnico convaleciente. A todo ésto, se anunció que Pep Guardiola iba a ser el encargado de suceder a Jupp Heynkes al frente del todopoderoso Bayen de Munich, mientras el Barça se enzarzaba con el Madrid de Florentino en una lucha mediática por la contratación de la estrella brasileña Neymar. Rosell se alzó victorioso en esta contienda, pero alguien filtró el rumor de que, a última hora, también Guardiola había intervenido en la pelea, tratando de convencer al expresidente del Santos (el club de procedencia de Neymar) de que Tito Vilanova no iba a saber sacarle partido. Desde Italia, donde se hallaba dirigiendo la pretemporada del Bayern, Pep estalló y, en otra inolvidable rueda de prensa, atacó duramente al Barcelona afirmando que no le habían dejado en paz ni aun a pesar de haberse marchado a 6.000 Km. de distancia, y que nunca perdonaría a quien difundió ciertos insidiosos rumores acerca de que no visitó a Tito cuando ambos coincidieron en N.Y. De nuevo, el barcelonismo estaba dividido, y esta vez la división había estallado directamente ante las cámaras de televisión, donde todo el mundo era testigo. Para rematar la jugada, el joven Thiago Alcántara, al que se consideraba el relevo natural del ya maduro Xavi Hernández, el garante del característico juego del equipo, acaba de fichar por el Bayern, a pesar de que parecía el Manchester United el destino preferido por el jugador... hasta que intervino Guardiola y le convenció. Las sucesivas declaraciones del presidente Rosell (desmintiendo que el Barcelona hubiera filltrado que Pep no visitó a Tito durante su enfermedad, pero, por lo demás, proclamándose "guardiolista" sin reservas) y del propio Vilanova (quejándose de que, cuando fue a verle su amigo, había sido ANTES pero no DESPUÉS de la operación, que era cuando más le necesitaba), no han hecho sino avivar una hoguera cuyo humo está enturbiándolo todo. No es que yo apruebe todas las decisiones de la actual directiva (haberse quitado de encima al también enfermo Abidal, a pesar de que se le prometió la renovación si volvía a jugar al fútbol; fichar a Neymar sin que todavía se sepa con claridad a cuánto ha ascendido el coste real de la operación; mantener al portero Víctor Valdés a pesar de que es sabido que se marchará gratis la próxima temporada; empecinarse en la contratación del defensa central Thiago Silva sin apenas haber considerado otras opciones; "regalar" a David Villa al Atlético de Madrid en una de las transacciones más ruinosas que se recuerdan; consentir la marcha de Thiago al no haber revisado su ridícula cláusula de rescisión...), pero, en estos momentos, Pep Guardiola es un icono al que, por un lado, hay que profesarle todo el cariño y reconocimiento del mundo, pero, por otro, no se le puede consentir que se erija en enemigo del Barcelona y actúe impunemente como tal. Qué poco le ha durado su promesa de que no iba a llevarse jugadores del Barça (al fin y al cabo, el representante de Thiago no es sino... Pere Guardiola, el hermanísimo), aunque no ha tenido reparo en captar a los preparadores físicos, los recuperadores y al mismísimo Manel Estiarte, gran amigo y ya ex-relaciones públicas azulgrana. Admito que Guardiola empezó a caerme un poquito mal cuando, durante la última y multitudinaria Diada, envió un video proclamándose abiertamente independentista, él, que había sido adalid de la Selección Española (¿por qué estarán empecinados en ensuciar el deporte mezclándolo con la política? ¿no se dan cuenta del daño que hace éso?), pero es ahora cuando me está resultando abiertamente antipático. Que sí, que lo ha sido todo para el Barça y el Barça tiene una deuda de gratitud imborrable para con él, pero no hay que dejar que el agradecimiento nos ciegue totalmente. Se ha sabido que fue él mismo quien se ofreció al Bayern en el año 2011, y que, mientras con el Barça se empeñaba en firmar contratitos de un año luego prorrogable, al Bayern le ha exigido un contrato de tres años. Me parece muy bien que Pep se declare culé de corazón y que, por otra parte, Rosell e incluso Tito no gocen de su afecto (son dos cosas muy distintas), pero su ataque a éstos últimos no es sino un ataque a todo el barcelonismo, con el agravante de haber seducido a Thiago para que se vaya con él (no sólo priva a un rival europeo de una rutilante promesa, sino que la atrae hacia su nuevo bando muniqués). Es de bien nacidos ser agradecidos, pero, leche, también es cierto que muchos ídolos tienen pies de barro.....
Comentarios