Mis películas favoritas/ “SUPERMAN, EL FILM”
No es un pájaro, no es un avión… es la película definitiva sobre un héroe de cómic
Después de 9 maravillosos pero agotadores años estudiando y aprendiendo al son de los Hermanos Maristas, creí necesario un cambio y mis padres me permitieron cursar Segundo de BUP según una enseñanza pública quizás menos prestigiosa pero algo menos sofocante que la religiosa. Sin embargo, el instituto de mi barrio estaba sobresaturado y sólo encontré plaza en uno recién inaugurado que se hallaba muy cerca de donde Cristo había perdido su turbante tropecientos años atrás. Para acudir al nuevo I.N.B. "Jaime II" tenía que desplazarme indefectiblemente en autobús, y recuerdo cristalinamente que aquella tarde, cuando el bus se detuvo frente al cine Avenida de Alicante, no bajé los escalones sino que salté (por no decir... volé) impacientemente, para ubicarme en la concurrida cola y poder obtener la entrada para ver la primera gran película sobre el único superhéroe de DC Comics que me entusiasmaba por aquel entonces...
"Superman", apodado "El Hombre de Acero", había visto la luz como personaje de historieta en el número 1 de la revista "Action Comics" (1938), que publicaba la editorial DC. Sus creadores, Jerry Siegel (guionista) y Joe Shuster (dibujante), pretendían, de algún modo, hacer posible lo imposible: convencer a los lectores de que entre ellos podía convivir un ser de apariencia humana pero que en realidad procedía de otro mundo, un ser capaz de volar, correr a velocidad de vértigo y desarrollar una fuerza casi ilimitada. Después de miles de tebeos, programas de radio, series de televisión y películas de bajo presupuesto, un día de 1973 el productor cinematográfico Ilya Salkind convenció a su padre, Alexander Salkind, para adquirir los derechos de Superman con el fin de realizar un largometraje que realmente le hiciera justicia a tan querido y famoso personaje. Los Salkind habían llevado a la pantalla proyectos tan dispares como "El proceso" de Orson Welles, "Austerlitz" de Abel Gance o las dos primeras entregas de la saga basada en “Los Tres Mosqueteros” que filmó, con razonable éxito, el realizador británico Richard Lester.
Eran, como digo, los primeros años 70, y, cuando hubo que elegir al escritor adecuado para redactar el primer borrador de guión, a los Salkind y a su socio Pierre Spengler no se les ocurrió otra idea que contactar con Mario Puzo, el creador de "El Padrino", que acababa de ser un éxito incuestionable en las manos de Marlon Brando y Francis Ford Coppola. Puzo, muy en su línea, entregó un libreto ampuloso y magnificente (¡de 500 farragosas páginas!), con floridos y elaborados diálogos y que no dudaba en establecer evidentes paralelismos de índole religiosa...
En el remoto planeta Krypton, el científico y abogado Jor-El descubre que el sol rojo de su mundo está llevando al núcleo del planeta a un calentamiento que provocará su segura destrucción. Sin embargo, las conclusiones de Jor-El no son tomadas en consideración, y lo único que puede hacer es construir una nave espacial en la que introduce a su pequeño hijo Kal-El, quien aparentemente se convierte en el único superviviente de Krypton, el cual explosiona sin remedio. La nave de Kal-El viaja hacia la Tierra y finalmente se estrella en una pequeña localidad del Medio Oeste norteamericano, donde la atmósfera de nuestro mundo confiere al niño una serie de asombrosos poderes. Un matrimonio maduro y sin hijos, Jonathan y Martha Kent, decide adoptarlo. Al cumplir 18 años según el cómputo terrestre, Kal-El (ahora llamado Clark Kent) pierde a su padre adoptivo, y, siguiendo una llamada inexplicable, marcha a la gélida Antártida, donde, durante 12 largos años, permanece en una Fortaleza de la Soledad diseñada según el estilo kryptoniano, en la que unas grabaciones del venerable Jor-El le instruyen sobre su naturaleza y sus maravillosas habilidades, y le inculcan la necesidad de servir y proteger a sus semejantes humanos que debe guiar sus pasos. Llegado a la madurez, Clark Kent entra a formar parte de la plantilla de periodistas del periódico Daily Planet de Metrópolis, donde conoce al editor jefe Perry White, al fotógrafo Jimmy Olsen y a la intrépida reportera Lois Lane, de la que se enamora. Para salvar a esta última de un accidente de helicóptero, Clark sale a la luz pública ataviado con un ajustado traje azul y una enorme capa roja. "Superman" se hace famoso al instante, y el Daily Planet (o más concretamente Lois Lane) parece tener la exclusiva de sus primeras declaraciones. Pero la llegada del superhombre no pasa desapercibida para el criminal megalómano Lex Luthor, quien ha urdido un maquiavélico plan para enriquecerse tras provocar un terremoto en California, y de ningún modo está dispuesto a consentir que un Hombre de Acero le arruine la fiesta...
El primer director en quienes los Salkind pensaron para hacerse cargo del proyecto fue, cómo no, Francis Ford Coppola, todavía reciente el éxito de sus dos "Padrinos". Pero Coppola declinó, y el guión de Mario Puzo fue cayendo, sucesivamente, en manos de realizadores como Richard Lester (responsable, como he dicho, de "Los Tres Mosqueteros" y su secuela), John Guillermin (“El Coloso en Llamas”), Peter Yates (“Abismo”), Ronald Neame (“La Aventura del Poseidón”) o Guy Hamilton (artífice de cuatro films de James Bond). También tantearon a Steven Spielberg, aclamado por "Tiburón" pero que prefirió embarcarse en "Encuentros en la Tercera Fase". Finalmente, el elegido fue el neoyorquino Richard Donner, cuyo thriller satánico "La Profecía" le había otorgado fama, dinero y, sobre todo, reconocimiento. Una de las primeras decisiones de Donner fue reformar de arriba a abajo el pretencioso guión de Puzo, tarea en la que participaron Tom Mankiewicz, David y Leslie Newman y Robert Benton. Además de eliminar escenas insustanciales, introducir algo más de acción y humor y pulir los diálogos demasiado teatrales, los nuevos guionistas incidieron un poco más en la mitología pseudo religiosa, de manera que no sólo se atribuyen a Superman cualidades casi divinas, sino que el binomio Jor-El/Kal-El se parece sospechosamente a Dios/Jesucristo e incluso el film acabaría ¡con una resurrección!.
Llegaba la hora de iniciar el casting del film y, aunque hoy pueda parecernos irrisorio y poco menos que increíble, para encarnar a Superman se consideraron nombres como Robert Redford, James Caan, Clint Eastwood, Paul Newman, Sylvester Stallone, Charles Bronson, Arnold Schwarzenegger o incluso ¡Dustin Hoffman y Neil Diamond! Finalmente, se decidió realizar una serie de audiciones para tantear a actores semi desconocidos, y, de los 200 que se presentaron, el elegido acabó siendo un anónimo Christopher Reeve, procedente del teatro y la televisión pero que resultaba asombrosamente convincente tanto aportando músculo y estatura al Hombre de Acero como llenando de torpeza y comicidad al apocado Clark Kent. Para el papel de Jor-El, el padre biológico del protagonista, la primera y única opción fue Marlon Brando, ganador del Oscar por la citada “El Padrino”. El salario de Brando hizo historia: 3,7 millones de dólares más el 11,75 % de los beneficios en taquilla (en total: 19 millones de dólares de entonces), y todo ello por 12 días de rodaje que se tradujeron en apenas algo más de 10 minutos en pantalla. El personaje del villano Lex Luthor recayó en el también ganador del Oscar Gene Hackman, quien sólo accedió a raparse la cabeza (recordemos que Luthor es calvo y en ocasiones utiliza pelucas) tras una divertida encerrona de Richard Donner. Para encarnar a Lois Lane se pensó en las televisivas Anne Archer, Susan Blakely y Lesley Ann Warren, si bien la terna de finalistas la compusieron Stockard Channing (Rizzo en “Grease”) y la finalmente elegida Margot Kidder. Glenn Ford (el hombre que abofeteó a “Gilda”) se convirtió en Jonathan Kent, el padre terrestre de Superman, pero, lamentablemente, Joan Crawford falleció antes de poder encarnar a su madre, por lo que se contrató a la mucho menos conocida Phyllis Taxter. Keenan Wynn iba a ser Perry White, pero un inoportuno ataque al corazón hizo que los productores se dirigieran hacia el ex-niño prodigio Jackie Cooper. La amante de Lex Luthor, Eve Teschmaker, iba a tener los rasgos de Goldie Hawn, pero la actriz se subió a la parra en lo económico y se decidió apostar por la hipersensual Valerie Perrine. El cómico Ned Beatty prestó su oronda anatomía al torpe secuaz de Luthor, Otis; Susannah York incorporó a la madre biológica de Kal-El, Lara; el joven y enseguida olvidado Marc McClure representó al fotógrafo Jimmy Olsen; Jeff East (con su voz doblada por el propio Christopher Reeve) fue el joven Clark Kent. Solamente para dar aún más lustre a un firmamento ya estelar, se recurrió a viejas glorias como Maria Schell, Trevor Howard y Harry Andrews, como los tres miembros del Consejo de Ancianos de Krypton que rehúsan creer en las teorías catastrofistas de Jor-El; y, en un brevísimo cameo, Kirk Alyn y Noel Neill, los primeros Superman y Lois Lane cinematográficos de los años cuarenta, aparecieron en un tren acompañando a la pequeña Lois.
Con la etiqueta previa de "El film más caro de la Historia", el rodaje de "Superman" comenzó en los Estudios Pinewood de Londres en Marzo de 1977. Las primeras escenas que se filmaron fueron las que transcurrían en el planeta Krypton, con Marlon Brando como auténtica superstar y los productores temiendo las excentricidades del famoso actor. Posteriormente, el equipo se trasladó a localizaciones tan diversas como Nueva York, Los Angeles, Nuevo Mexico, San Francisco, Nevada y Canadá. La idea era filmar simultáneamente "Superman" y su secuela, "Superman II", cuyo guión experimentó tantos cambios que su sola lectura constituía un auténtico caos. En cualquier caso, se rodaron escenas correspondientes a ambas películas, que finalmente se entremezclaron en la sala de montaje. Richard Donner llegó a dirigir gran parte de las dos entregas, pero sus reiterados enfrentamientos con los Salkind provocaron finalmente su despido, por lo que en su lugar fue contratado Richard Lester, que no sólo completó la filmación de la secuela sino que volvió a rodar algunas partes ya grabadas, esta vez confiriéndoles su muy particular sentido del humor.
John Barry (no confundir con el famoso compositor del mismo nombre) fue el diseñador de producción, Geoffrey Unsworth (quien falleció durante la postproducción y a él está dedicada la película) fue el director de fotografía y Jerry Goldsmith, que había compuesto la banda sonora de "La Profecía", el anterior film de Richard Donner, estaba previsto que se hiciese cargo de la banda sonora. Pero los retrasos en la filmación hicieron que Goldsmith se cayese del proyecto y en su lugar fue contratado el gran John Williams, quien regaló al Séptimo Arte una de las partituras más famosas de toda su historia. La diseñadora de vestuario Yvonne Blake casi enloqueció durante el rodaje, pues el ajustado traje que lucía Christopher Reeve se arrugaba fácilmente, y los productores consideraban que debía lucir terso y liso en todo momento; la solución fue producir cientos de trajes en serie, y utilizar uno distinto en cada plano.
Los muy sofisticados efectos especiales que en su momento deslumbraron a los espectadores (haciendo honor a la frase promocional del film: “Usted creerá que un hombre puede volar”) corrieron a cargo de un numerosísimo equipo de profesionales comandados por Peter Briggs, Les Bowie, Colin Chilvers, Robert MacDonald y Derek Meddings. Prodigiosas miniaturas, cables casi invisibles y muchas, muchas transparencias lograron que Christopher Reeve se erigiese en el Superman definitivo, en un icono tan poderoso que rozaba la divinidad. Bien cierto es que, vista en la actualidad, algunos de los trucajes de la película “cantan” que da gusto, pero ¿qué diablos?, hace 35 años, cuando los ordenadores estaban poco menos que en pañales, los vuelos del Hombre de Acero no provocaban sino maravilla e ilusión.
Aunque la fecha de estreno de “Superman, La Película” se había fijado para junio de 1978, los múltiples problemas y los retrasos mencionados en la filmación obligaron a que la premiere se celebrase el día 10 de Diciembre de 1978. Con todo, la espera mereció la pena y la recaudación acabó siendo de 134 millones de dólares de la época en el mercado norteamericano, más otros 166 millones en el ámbito internacional. Las críticas fueron eminentemente positivas, aunque Margot Kidder recibió algún que otro varapalo por parte de la crítica y los fans. La proyectada secuela, "Superman II", que, como ha quedado explicado, se rodó casi entera, conjuntamente con el primer film, pero que sufrió tantas modificaciones y generó tanta polémica que hubo de ser reestructurada de cabo a rabo, no vio la luz hasta 1980, con Richard Lester figurando como único director (Richard Donner presentó su propio "Director's Cut" más de 20 años después... pero ésa es otra historia).
Lo cierto es que, desde entonces y con todo lo que ha llovido, el paso del tiempo no ha hecho sino favorecer a “Superman”, si no en el sentido de hacer olvidar sus (pocos) defectos, sí en cuanto a magnificar sus muchas virtudes. De hecho, el público y sobre todo la crítica la han situado en un pedestal casi inalcanzable, al menos en cuanto a su adscripción al subgénero de adaptaciones de cómic. En realidad, cada vez que surge una nueva película protagonizada por un superhéroe o similar, el mayor elogio que puede recibir es salir más o menos bien parada de su obligada comparación con el film de Richard Donner, tanto en su modélica estructura narrativa como en su planificación, puesta en escena y montaje. Por no hablar de la poderosa y modélica banda sonora de John Williams, a la que en su día se criticó porque algunos pasajes recordaban a su no menos conocida partitura para “La Guerra de las Galaxias” pero que, parecidos aparte, se erige en soporte épico e insustituible para las impactantes imágenes de Donner... ¿Y cómo no destacar a ese inolvidable Hombre de Acero fijado eternamente al rostro y la musculatura de Christopher Reeve? Todos recordamos el final lamentable que tuvo el pobre Reeve, pero incluso en sus últimos años, su comportamiento fue el de un auténtico héroe, en cualquier caso, el actor no sólo supo erigirse en el más perfecto y convincente superhombre, sino que, sorprendentemente, logró humanizar a su alter ego Clark Kent con una equilibrada composición entre lo torpe y lo cómico. Prueba de su talento, un solo plano: después de su vuelo con Lois Lane, Clark regresa al apartamento de esta última, ataviado con el traje de chaqueta y las gafas, y durante unos segundos parece plantearse si contarle a su amada su secreto; se quita los lentes, se yergue unos centímetros… y, en ese instante, el hombre se transmuta en dios, sin necesidad de capas ni floridos colores. Por su parte, mientras que Marlon Brando (notoriamente perjudicado por el nuevo doblaje español para la edición en DVD) borda una trascendencia impagable, las aportaciones de Gene Hackman (al borde de la caricatura), Susannah York (tan maquillada que casi resulta irreconocible) e incluso Margot Kidder (una nada desdeñable actriz pero cuyo físico y temperamento no parecen estar a la altura de lo exigible a la amada del hombre perfecto) siempre se me antojaron un pelín deficitarias… por no hablar de dos o tres transparencias en las que Superman vuela en pos de los misiles reprogramados por Luthor. Pero ni siquiera todos ésos pequeños detalles empañan, el, para mí, óptimo balance final de una película que, en el mismo instante en que comienza, se convierte en el entretenimiento ideal, en el maridaje perfecto entre cine e historieta. Y esto lo dice un ávido lector de comics… y un rendido enamorado del Séptimo Arte.
Luis Campoy
Lo mejor: la música de John Williams, la creíble interpretación de Christopher Reeve, el diseño de producción, la mayoría de los efectos especiales
Lo peor: el casting de Margot Kidder, dos o tres transparencias demasiado evidentes
Calificación: 9 (sobre 10)
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