Hace ocho años, me detuve a escuchar una canción que había oído varias veces sin reparar en su belleza. Se llamaba “I Dreamed A Dream” (“Soñé un sueño”), y, tratando de averiguar quién era su compositor, descubrí que pertenecía a un famoso musical del que había leído numerosas referencias pero que no conocía en su totalidad. Así comenzó mi historia de amor con “Les Misérables”, un romance que no ha hecho sino crecer con el transcurso del tiempo. He ido haciéndome con todas las versiones discográficas existentes, he comprado los conciertos editados tanto en DVD como en Blu-Ray, la he visto en el montaje teatral de 2010 representado en Madrid… y he escrito sobre ella tantas veces que debo tener aburridos a mis sufridos lectores.




Si afrontamos “Los Miserables” de Tom Hooper como una adaptación de la novela de Victor Hugo en la que los personajes se expresan cantando, el balance sería positivo. Al contrario que en el 99 % de las películas musicales (en las que primero se graban las canciones, a veces interpretadas por cantantes anónimos que “prestan” su voz a los actores que luego dan la cara mientras hacen playback), en esta ocasión se exigió a los intérpretes que cantaran en riguroso directo, con lo cual alguno de ellos (caso de Sacha Baron Cohen) acabó afónico y exhausto. El procedimiento era tan simple como sofisticado: el intérprete cantaba su canción acompañado por un pianista que marcaba el ritmo y daba la entonación, y en post-producción el piano sería “borrado” y sustituído por una orquesta. De este modo es como realmente puede apreciarse el buen nivel vocal de Hugh Jackman (que en ocasiones no desmerece de Colm Wilkinson y otros ilustres Valjeans teatrales), las limitaciones cantoras de Russell Crowe, la pasión de Samantha Barks (la única que había cantado su papel previamente en los escenarios), el buen gusto de Eddie Redmayne, los a veces ridículos falsetes de Amanda Seyfried y, sobre todo, el portentoso trabajo de Anne Hathaway, que se merienda a todos sus compañeros de reparto tanto vocal como interpretativamente. Lo de Hathaway es impresionante y desgarrador, y desde aquí reclamo un justísimo Oscar (secundario) para ella; su versión de “I Dreamed A Dreamed” le da cien patadas a la de, por ejemplo, la televisiva Susan Boyle. ¡Y menos mal que en esta ocasión se exhibe en nuestras salas la versión original con aceptables subtítulos en castellano, que, si no, todos estos esfuerzos nos pasarían desapercibidos…! Por otra parte, la apuesta de Hooper es acercarse a la humanidad del personaje de un modo tan íntimo que se pueda palpar su sufrimiento, y por ello se empeña en someter a los actores a larguísimos primeros planos (Jackman en “Soliloquy”, Hathaway en “I Dreamed A Dreamed” y Crowe en “Stars”) que, por otra parte, se hacen cansinos por lo estático del encuadre. Eso sí, Hooper y su guionista William Nicholson se sacan de la manga secuencias megalómanas como el arranque carcelario (donde los convictos son obligados a arrastrar un enorme barco hasta dique seco) o la proclamación de la revuelta en las calles de París), con el fin de “airear” y amenizar una trama en la que el espectador no iniciado podría llegar a resentirse de tanta canción.
Ahora bien, como adaptación de una obra musical y no de la novela que la originó, “Los Miserables”-película deja bastante que desear. Por supuesto que la práctica totalidad de las melodías están ahí y casi siempre son reconocibles, pero Hooper y Nicholson (con el consentimiento de los propios autores y el productor) se dedican a cambiar las letras y “vaciar” las canciones cuando les viene bien. “On Parole”, “The Bishop”, “Lovely Ladies”, “Red and Black”, “Drink With Me” o “Turning” parecen haber sido víctimas de los temibles recortes de Mariano Rajoy, y “Dog Eats Dog” ¡ni siquiera aparece!. A cambio, Claude-Michel Schönberg ha compuesto un tema nuevo, “Suddenly”, que canta Valjean al poco de recoger a Cosette, y que, a pesar de su simpleza y mediocridad, se confía en que pueda ser nominado al Oscar a la Mejor Canción original. Además, se ha contratado a la ya oscarizada Anne Dudley (“Full Monty”) para “adaptar” las canciones, y su adaptación ha consistido en alterar sistemáticamente la orquestación original… siempre para peor. Todos los elementos sintetizados se han esfumado, las percusiones se han “solemnizado”, algunos ritmos se han ralentizado y, en general, el ropaje de los cantables es el más deficiente que hasta ahora he escuchado. Asímismo, choca mucho que números como “I Dreamed A Dream”, “On My Own”, “One Day More!” o “Do You Hear The People Sing?” (que, como dije antes, no está incluído en el disco puesto a la venta y que ya me temía que tampoco iba a escenificarse en la pantalla) hayan cambiado de orden de aparición con respecto a su presencia dentro del libreto original. Pero lo peor es que la “autenticidad” perseguida al exigir a los intérpretes actuar y cantar en vivo redunda en que, en algunos (demasiados) pasajes de las canciones, el actor considera más conveniente recitar o susurrar que cantar, y, en otras muchas ocasiones, donde en el musical había poco menos que un “do de pecho”, en la película hay apenas un balbuceo tímido que no digo que no quede muy realista, pero que arruina la musicalidad original. Eso sí, reitero mi chapeau al “I Dreamed A Dream” de Anne Hathaway así como al “Bring Him Home” de Hugh Jackman, tanto más meritorios cuanto inesperados, al no tratarse de cantantes profesionales.
Para terminar, quiero reseñar la simbólica presencia del gran Colm Wilkinson (como dije antes, el Valjean original de los escenarios) encarnando al Obispo y de Frances Ruffelle (la Eponine original de Londres) incorporando brevemente a una prostituta, y ponderar de nuevo las excelencias vocales de Anne Hathaway, Hugh Jackman, Samantha Barks y el desconocido Aron Tveit, que encarna al líder estudiantil Enjolras (papel que en el Teatro Lope de Vega de Madrid desempañara el eurovisivo Daniel Diges). “Los Miserables”-película mantiene lo mejor de la dramática pero esperanzadora obra de Victor Hugo y las bellas melodías de Claude Michel Schönberg serán un poco más familiares para el público que aún no ama el musical original. Momentos como el de los presidiarios tirando del barco, Valjean enfrentándose al mundo tras su liberación, Fantine dejándose rapar entre lágrimas para vender su cabello, Thenardier saqueando a los clientes de su mesón, los estudiantes subiéndose a la barricada y, posteriormente, sucumbiendo a las cargas de la Guardia Nacional, y el final apoteósico donde los personajes fallecidos “resucitan” para entonar el ya citado “Do You Hear The People Sing?”, se quedarán, o así lo espero, en la retina y en la memoria de todos. Claro que, si lo que queréis es disfrutar la mejor versión posible de las canciones… buscad el concierto del décimo aniversario del estreno londinense, que se grabó en el Royal Albert Hall de Londres en el año 1995. Entre tanto, ¡soñad el sueño de ver “Los Miserables” por fin en una pantalla grande!.
Luis Campoy
Lo mejor: Anne Hathaway, los decorados, el vestuario
Lo peor: artísticamente, los aburridos primeros planos de los actores cantando; vocalmente, las deficiencias de Russell Crowe; musicalmente, los nuevos arreglos orquestales de Anne Dudley
El cruce: “Los Miserables” (novela) + “Los Miserables” (musical) + “Evita” (película)
Calificación: 8 (sobre 10) (para la película); 8 (nota media para los actores/cantantes); 4 (para las orquestaciones)
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