Cine actualidad/ "CARTA BLANCA"


Una semana de libertad



En circunstancias normales, no hubiera ido a ver una película como "Carta blanca". El último film de los supuestamente controvertidos y deplorablemente provocadores Hermanos Farrelly que ví en el cine fue "Yo, yo mismo e Irene", y éso... ¡en el año 2000! Desde entonces, ninguno de los títulos realizados por estos maestros de lo zafio y lo grosero había llamado mi atención, y la única razón por la que acudí a ver "Carta blanca" fue porque a mi hijo le hacía gracia el apellido de uno de los protagonistas, un tal Jason Sudeikis.



Dos amigos, casados y aburridos de la rutina conyugal, reciben de sus respectivas esposas el mejor de los regalos: una semana de "carta blanca", ésto es, siete días de libertad matrimonial en los que podrán hacer lo que les venga en gana.... sin que luego haya consecuencias ni represalias. Naturalmente, lo primero que se les ocurre es ligar con todo bicho viviente que se les pone a tiro, además de emborracharse y colocarse a discreción... Si ya un argumento como éste no da pie a concebir demasiadas esperanzas, el modo en que se desarrolla la historia es particularmente patético. Tanto los dos protagonistas como sus estúpidos amigotes anhelan fervientemente todo aquéllo que no tienen, que es precisamente lo que supuestamente no se puede disfrutar en el seno del matrimonio: libertad. Lo malo es que, en el momento en que la consiguen, no saben administrarla, y la malgastan en colocones y borracheras y en perseguir a jovencitas que no les hacen ni caso. Paradójicamente, y he aquí el sonrojante mensaje moralizante de la película, en los casos en los que sí tienen éxito y las chicas se les ponen en bandeja, afloran los remordimientos, la cobardía y la falta de virilidad… a las que, claro está, disfrazan de amor felizmente redescubierto. Pero no queda ahí la cosa. Los maridos, machos en celo pero simpáticos y buenas personas al fin y al cabo, renuncian a la posibilidad de ser libres en aras de retomar la comodidad conyugal, pero las mujeres, más inteligentes (¿o más malas?) sí se dejan engatusar por galanes que aprecian las virtudes que sus esposos ya no valoran. En concreto, una de ellas, el único personaje que llega a culminar una aventura extramarital, sufre - ¿como castigo? - un accidente automovilístico del que, éso sí, se recuperará felizmente, una vez su marido la perdona.



Si ya el discurso moral es simplemente vergonzoso, la realización técnica no puede ser más pedestre y rutinaria, y la mayoría de los gags no funcionan. Eso sí, es casi imposible no reirse en determinados momentos, pero no porque lo que se nos cuenta tenga auténtica gracia, sino porque, en fin, somos humanos y débiles, y las burlas a nuestra fisiología sacan a relucir lo más irreprimible de nuestra cómica bajeza (¿alguien dijo “Torrente”?). Entre masturbaciones frustradas, falsos cunnilingus y encuentros fálicos en la sauna, Owen Wilson aparece mucho menos gracioso que de costumbre, Christina Applegate y Jenna Fisher son las más listas de la clase y Richard Jenkins, Stephen Merchant y, sobre todo, el tal Jason Sudeikis, todo un hallazgo, disfrutan de las mejores ocasiones para lucirse. Muy poco bagaje para una peliculilla de la que lo poco bueno se olvida en seguida y el molesto regusto de alegato moralizante perdura durante algún tiempo más.



Luis Campoy



Lo mejor: Jason Sudeikis; el epílogo protagonizado por Stepheh Merchant, un divertimento de prodigiosa concisión narrativa


Lo peor: el humor zafio y grosero, la moralina torpemente trazada


El cruce: “Algo pasa con Mary” + “Dos tontos muy tontos”


Calificación: 4,5 (sobre 10)

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