"Si al hablar no has de agradar..."

Lo decía Pepito Grillo:  "Si al hablar no has de agradar, te será mejor callar".  No sé si mis padres me inculcaron tan acertada frase, o si fui yo mismo quien la abrazó desde pequeñito.  Lamentablemente, parece que tan sensato consejo no está implantado en los actuales sistemas de enseñanza, o quizás nunca lo llegó a estar en el pasado, porque son muchas las personas que, cuando te ven después de algún tiempo, lo primero que te formulan es un comentario de todo menos agradable.  "Te estás poniendo viejo", "Cada día estás más gordo", "Se te está cayendo el pelo a pasos agigantados" o "Hay que ver cómo se te notan los años" son algunas de esas frases que uno jamás diría a un semejante, ni siquiera aunque fuesen ciertas, pero que hay que tragarse cuando son los semejantes quienes se dirigen a uno.  ¿Se creerán estos eruditos, estos observadores imparciales, estos notarios del devenir, que tales juicios contribuyen a mejorar la calidad de vida del aludido?  Yo creo que no.  Entonces, ¿por qué no se callan, como el Rey Juan Carlos le dijo a Hugo Chávez?.  Seguramente porque hay quien encuentra en sí mismo tantas cosas que le disgustan, que se place de que también sus semejantes se queden descontentos consigo mismos.  La otra noche tuve una visita inesperada, y lo primero que hizo el recién llegado fue hacernos saber a mi madre y a mí cómo se evidenciaba en nuestras anatomías el difícil tránsito del existir, manifiesto en la cara y en la barriga y vaya usted a saber en dónde más.  No sé, pero o yo estoy demasiado bien educado o soy muy tiquismiquis o mucho me temo que jamás se me ocurriría entrar en casa de nadie para chafarle su plácido anochecer con un estudio inoportuno acerca del declive y el deterioro.  Cuando veo en la lejanía a ciertos conocidos que ya tengo etiquetados, confieso que los regateo hábilmente, porque sé que su percepción sobre mí se quedó anclada en mis veinticinco primaveras, y, cada vez que me pongo a tiro, me bombardean con su poco ilusionante análisis.  No es que le exija a nadie que me elogie ni me piropée, pero sí sería muy de agradecer que estos analistas pensasen un poco y que, así como a ellos no les gustaría que sólo les criticasen lo malo, tuviesen algo más de cautela y tratasen de no herir con comentarios nada positivos y sí bastante deprimentes.  Pepito Grillo nunca lo hubiera hecho.

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