Nueva tregua


Había oído campanas, pero hasta ayer no supe que estaban bien afinadas. Los rumores se tornaron ciertos: ETA anunció ayer un nuevo alto el fuego, cuatro años y medio después de anunciar el anterior (en marzo de 2006) y tres años y nueve meses después de romperlo con el atentado en la T-4 de Barajas que costó la vida a dos trabajadores ecuatorianos. No cabe duda de que el hecho de que esta banda asesina manifieste su intención de no atentar más es una buena noticia, pero ¿se merecen realmente estos individuos que alguien confíe en ellos? Está claro que no, primero por su misma condición de asesinos, y segundo por cómo se desarrolló el alto el fuego anterior. Lo dije entonces, y lo digo ahora. ¿Quieren dejar las armas?; pues bien, que no sólo las dejen... sino que las entreguen. Todas. Esta paz forzosa no viene determinada por un cambio de mentalidad ni porque ni por un momento se hayan parado a escuchar el incesante clamor popular. No nos engañemos. ETA no está todavía muerta, pero sí gravemente herida. La han herido las reiteradas operaciones policiales, que han acabado por dejarla sin sus principales y más sanguinarios dirigentes. Se trata de una bestia descabezada, cuya cabeza no dudamos que antes o después podría volver a resurgir, pero que necesita ganar tiempo como sea. Si nos hallamos ante una paz sincera o ante un simple señuelo, lo averiguaremos a no mucho tardar. Lo que es cierto es que se nos presenta, nuevamente, otra oportunidad histórica de terminar con la lacra terrorista, y hay que jugar muy bien las cartas para no desperdiciarla. No podemos fiarnos de esos individuos, pero tampoco podemos hacer como si no hubiéramos podido escucharles a través de los pasamontañas. Vale, no van a acometer nuevas "acciones armadas ofensivas", y éso está muy bien en la teoría, pero, para ponerla en práctica, lo primero que tienen que hacer es entregar a las autoridades su prolífico arsenal de armas, y a continuación quitarse las capuchas y anunciar a los cuatro vientos que dejan la senda de la violencia porque han comprendido que la única vía posible es la democrática. A partir de ese momento sería cuando deberíamos a empezar a creer en ellos. Todo lo demás son cánticos de sirenas, de ésos que a Ulises le entontecieron en su camino de regreso a casa. Nuestro camino es lograr la paz definitiva, y ninguna sirena terrorista debe alejarnos de él.

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