"EVITA", la biografía musical del Arco Iris de Argentina

De nuevo en Inglaterra, Rice le cuenta a su todavía amigo (fue muy sonada su ruptura persona y profesional, que acaeció a finales de la década de los setenta) que ya ha encontrado la inspiración que necesitaban, y éste se sienta de inmediato ante el piano. Pocos días después, Andrew llama a Tim para invitarle a escuchar la melodía alrededor de la cual girará su nueva creación: se trata de “It’s Only Your Lover Returning”, que, unos meses después, cambiaría su título por el archipopular “Don’t Cry For Me, Argentina”.
Una Cenicienta latinoamericana
Argentina, 26 de Julio de 1952. Che es un ex-estudiante de Medicina frustrado y deprimido que, como tantos argentinos, se refugia en el cine para olvidar las penurias de la vida cotidiana. Durante la proyección de una película, un comunicado oficial es leído a todos los asistentes: “Es el triste deber de la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia el anunciar al Pueblo Argentino que Eva Perón, Jefa espiritual de la nación, entró en la inmortalidad a las 20:25 del día de hoy”. El fallecimiento de Eva, a quien se conoce cariñosamente como “Evita”, parece conmover a todos los argentinos… menos a Che. En medio de un funeral de Estado que más parece un circo, la memoria del disidente retrocede hasta 1936, momento en que conoció a una jovencita de apenas 15 años que atendía al nombre de María Eva Duarte. Hija de un hombre de clase alta que mantenía simultáneamente dos familias, la “rica” y la “pobre”, Eva vivía en el pequeño pueblo de Junín, y había accedido a convertirse en la querida de un cantante de tangos llamado Agustín Magaldi, tan sólo para que éste la sacara de la miseria y la llevara a la gran ciudad: Buenos Aires. De nada sirven las excusas y protestas de Magaldi, apelando a la excesiva juventud de la chica, y, en el momento en que ambos llegan a la metrópoli, Eva le abandona. Sirviéndose de sus encantos, Eva va utilizando a cuantos hombres influyentes encuentra en su camino para labrarse una carrera “profesional” que la hace pasar de modelo a actriz de radio y teatro para convertirse, finalmente, en estrella de cine. Paralelamente, un joven coronel llamado Juan Domingo Perón va subiendo peldaños en el escalafón militar. Es una época convulsa en la que se suceden los golpes de estado, siempre con el Ejército marcando los tiempos y controlando los destinos de los civiles, y Perón accede al Gobierno y llega a ser nombrado Secretario de Estado. En 1944, durante la celebración de un concierto de beneficencia, coinciden Magaldi y Eva, pero ahora ella es la famosa y él está casi acabado. También pulula por allí el joven Che, que conoció a ambos en la época de Junín, y es testigo del momento en que Perón y Eva se encuentran por primera vez, y de ese encuentro nace un romance sustentado en el amor pero también en la conveniencia: un político y una estrella de cine, juntos, pueden triunfar mucho más rápido que si lo hicieran por separado. A la semana siguiente, Eva se muda al apartamento de Perón, y no duda en expulsar de malas maneras a la joven concubina de éste. Sin embargo, en octubre de ese mismo año, se produce un nuevo golpe de estado y Perón, derrocado, se plantea el exilio como única opción. Eva se opone a una huída que le parece un acto de cobardía, y se las ingenia para movilizar a los sindicatos y el proletariado, forzando la celebración de unas elecciones generales que, el 24 de febrero de 1946, convierten a Juan Domingo Perón en presidente electo de Argentina.
Argentina, 26 de Julio de 1952. Che es un ex-estudiante de Medicina frustrado y deprimido que, como tantos argentinos, se refugia en el cine para olvidar las penurias de la vida cotidiana. Durante la proyección de una película, un comunicado oficial es leído a todos los asistentes: “Es el triste deber de la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia el anunciar al Pueblo Argentino que Eva Perón, Jefa espiritual de la nación, entró en la inmortalidad a las 20:25 del día de hoy”. El fallecimiento de Eva, a quien se conoce cariñosamente como “Evita”, parece conmover a todos los argentinos… menos a Che. En medio de un funeral de Estado que más parece un circo, la memoria del disidente retrocede hasta 1936, momento en que conoció a una jovencita de apenas 15 años que atendía al nombre de María Eva Duarte. Hija de un hombre de clase alta que mantenía simultáneamente dos familias, la “rica” y la “pobre”, Eva vivía en el pequeño pueblo de Junín, y había accedido a convertirse en la querida de un cantante de tangos llamado Agustín Magaldi, tan sólo para que éste la sacara de la miseria y la llevara a la gran ciudad: Buenos Aires. De nada sirven las excusas y protestas de Magaldi, apelando a la excesiva juventud de la chica, y, en el momento en que ambos llegan a la metrópoli, Eva le abandona. Sirviéndose de sus encantos, Eva va utilizando a cuantos hombres influyentes encuentra en su camino para labrarse una carrera “profesional” que la hace pasar de modelo a actriz de radio y teatro para convertirse, finalmente, en estrella de cine. Paralelamente, un joven coronel llamado Juan Domingo Perón va subiendo peldaños en el escalafón militar. Es una época convulsa en la que se suceden los golpes de estado, siempre con el Ejército marcando los tiempos y controlando los destinos de los civiles, y Perón accede al Gobierno y llega a ser nombrado Secretario de Estado. En 1944, durante la celebración de un concierto de beneficencia, coinciden Magaldi y Eva, pero ahora ella es la famosa y él está casi acabado. También pulula por allí el joven Che, que conoció a ambos en la época de Junín, y es testigo del momento en que Perón y Eva se encuentran por primera vez, y de ese encuentro nace un romance sustentado en el amor pero también en la conveniencia: un político y una estrella de cine, juntos, pueden triunfar mucho más rápido que si lo hicieran por separado. A la semana siguiente, Eva se muda al apartamento de Perón, y no duda en expulsar de malas maneras a la joven concubina de éste. Sin embargo, en octubre de ese mismo año, se produce un nuevo golpe de estado y Perón, derrocado, se plantea el exilio como única opción. Eva se opone a una huída que le parece un acto de cobardía, y se las ingenia para movilizar a los sindicatos y el proletariado, forzando la celebración de unas elecciones generales que, el 24 de febrero de 1946, convierten a Juan Domingo Perón en presidente electo de Argentina.
En el balcón de la Casa Rosada, el palacio presidencial, Perón pronuncia un discurso en el que agradece el apoyo popular y enseguida cede el protagonismo a su flamante esposa (se habían casado en secreto en Junín), que ya se llama Eva Duarte de Perón y desde ese momento es la Primera Dama de la nación. Los pobres, los descamisados, escuchan a su “Evita” casi en estado de trance y entre lágrimas de emoción, y el escepticismo de Che está a punto de costarle su detención a manos de la policía secreta de Perón; el populismo no tiene por qué obviar un rígido control policial. Pero no sólo Che es inmune a los encantos de Eva, y surgen dos poderosos enemigos que no cesarán de mostrarle su oposición: por un lado, está el estamento militar, que no le perdona su influencia democratizadora sobre Perón, y, por otro, se halla la oligarquía, la aristocracia, consciente de que quien los gobierna es una plebeya bastarda que además ha llegado hasta donde está sirviéndose de su cuerpo y sus encantos. El mundo quiere conocer al fenómeno que ha convulsionado a la América Latina, y Perón la manda de tournée por Europa. La “Gira del Arco Iris” empieza bien en España (Franco y Perón son ambos militares y conocen bastante bien el arte del golpismo), pero las siguientes etapas del viaje (Italia, Portugal y Francia) se convierten en escollos insuperables. En Inglaterra, la Reina se niega a recibir a Eva, y la gente la insulta llamándola “puta”; cuando ésta se queja a uno de sus guardaespaldas, él le contesta: “Pero, señora Perón, ése es un error muy común; a mí aún me siguen llamando ‘Almirante’, a pesar de que hace tiempo que no navego”. Al término de la gira, Eva aparece seriamente desmejorada, pero todos lo atribuyen al simple cansancio. Eva ha creado una Fundación benéfica con la que se pretende ayudar a los más pobres, los “descamisados”, que han empezado a llamarla “Santa Eva”. Cuando Che la increpa porque los fondos de la Fundación no llegan hasta sus legítimos beneficiarios, Eva se limita a contestarle con evasivas referidas a la inevitable simbiosis entre el poder y la corrupción. Perón, por su parte, se convierte en blanco de las críticas por la crisis económica que no consigue atajar y que incluso afecta a las legendarias reservas de carne de vacuno argentino. Pero su mayor preocupación es Eva, quien está cada día más débil, y finalmente se le diagnostica un cáncer de útero. Cuando Perón trata de convencerla para que abandone la vida pública, ella se obstina en hacer justo lo contrario, y consigue que su marido la nombre Vicepresidenta. Pero la realidad es que su salud es tan delicada que a los pocos días se ve obligada a dimitir y, mientras su vida pasa ante sus ojos como una exhalación, fallece a la temprana edad de treinta y tres años. Pero ni siquiera en la muerte Eva obtiene el necesario descanso. Derrocado nuevamente Perón en 1955, el cuerpo embalsamado de Evita es secuestrado y no será recuperado hasta 14 años después…
Entre el vinilo y las tablas


Era evidente que una obra cuya acción transcurre en la América de habla hispana acabaría teniendo, más pronto que tarde, su propia versión española, y ésta se exhibió en el Teatro Monumental de Madrid a partir de 1981. Fueron nuevamente Nacho Artime y Jaime Azpilicueta, quienes ya habían hecho lo propio con “Jesucristo Superstar”, los responsables de la adaptación del texto, mientras que el músico argentino Juan José García Caffi se ocupó de “latinizar” la partitura original, introduciendo nuevas guitarras y, sobre todo, algunos bandoneones. Supongo que todos recordáis que quien finalmente encarnó a Evita no fue Nacha Guevara, sino una Paloma San Basilio en la cumbre de su carrera, acompañada por Patxi Andión como Che y el barítono Julio Catania como Perón.
Del teatro al cine
Desde el mismo momento del estreno del montaje teatral, comenzó a especularse con una posible adaptación cinematográfica de “Evita”. No obstante, quien primero se asomó a la pantalla caracterizada como Eva Perón fue Faye Dunaway, en un telefilm dirigido por Alvin Sargent que bebía directamente de los postulados “irreverentes” enunciados por Tim Rice, y que también tuvo su contrapartida argentina, “Evita, quien quiera oir, que oiga”, de Eduardo Mignogna y con Flavia Palmiero como Eva. La adaptación oficial del musical de Webber & Rice tardó exactamente 20 años en ver la luz, razón por la cual no alcanzó la repercusión que muy probablemente hubiera tenido, de haberse estrenado en un momento más álgido.

Conclusiones
Independientemente de las estériles polémicas, de la manipulación de los hechos históricos y de las incongruencias cronológicas, no cabe duda de que “Evita” constituye, junto con “Jesus Christ Superstar” y“The Phantom of the Opera”, uno de los mejores trabajos de su famosísimo y aclamado compositor, y puede asegurarse que se trata de uno de los mayores hitos del género musical durante la segunda mitad del siglo XX. Nunca llueve a gusto de todos, y no debe permitirse que la ancestral rivalidad entre ingleses y argentinos (que en los ochenta vivió un rocambolesco y lamentable episodio tras la invasión de las Islas Malvinas) empañe la majestuosidad de una obra en la que, éso sí, siendo justos, la letra no siempre está a la altura de la partitura. De memoria cito un par de ejemplos, con su correspondiente traducción para la mayoría no-angloparlante. En la famosísima “Don’t Cry For Me Argentina” (“No llores por mí, Argentina”) se construye una de las rimas más horteras que este cronista recuerda: “… Through all my wild days / my mad existence / I kept my promise / Don’t keep your distance”, que vendría a significar algo así como “… Durante mis días salvajes / y mi loca existencia / yo mantuve mi promesa / pero vosotros no mantengáis vuestra distancia”. La otra “cumbre” del curriculum rapsoda del amigo Tim Rice, poseedor, como, por otra parte, ha quedado de manifiesto, de una trayectoria irreprochable como letrista, la canta el personaje del “tanguista” Magaldi: “On this night of a thousand stars / let me take you to Heaven’s door / where the music of love guitars / plays for evermore” (“En esta noche de mil estrellas / déjame llevarte a las puertas del Cielo / donde la música de las guitarras del amor / suena para siempre”). ¡Toma sutileza romántica!. Pero son sólo dos minúsculas lagunas en un océano de inspiración y calidad, una ópera rock llena de arias maravillosas (“Don’t Cry For Me Argentina” y “Lament” a cargo de Eva, “Oh, What a Circus”, “High, Flying Adored” y “And The Money Kept Rolling In (And Out)” en la voz de Che, “Another Suitcase in Another Hall”, interpretada por la amante de Perón) y dúos inolvidables (“Waltz for Eva and Che” y, sobre todo, el precioso “I’d Be Surprisingly Good For You”, que cantan Eva y Perón) que, por si alguien lo dudaba, logró elevar definitivamente a María Eva Duarte de Perón al Olimpo de los mitos que, como Alejandro Magno, Marilyn Monroe, James Dean, Kurt Cobain o el mismísimo Jesucristo (Superstar), murieron tan prematuramente que siempre permanecerán jóvenes y bellos en nuestra memoria.
Luis Campoy
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