Nueve puntos


Nueve puntos... El balance final de la última jornada liguera supone un nuevo jarro de agua fría para los sufridos aficionados culés que tan sólo confiaban en que su equipo no perdiese el ritmo (imparable) del eterno máximo rival. El contrincante de turno, el Athletic de Bilbao, tampoco puede decirse que fuese un formidable oponente, pero los chicos de Rijkaard apenas pudieron anotar un gol y, como en ellos viene siendo habitual, no supieron dar un vuelco al marcador cuando los bilbaínos empataron. El duelo separatista por excelencia (vascos contra catalanes) tuvo como consecuencia directa que el club que más y mejor representa el centralismo más recalcitrante se aleje aún más en una clasificación que, al inicio de la segunda vuelta, parece más que sentenciada. El Barcelona sigue navegando sin rumbo definido, sus artilleros tienen la pólvora mojada, el capitán no sabe mantener la disciplina a bordo y el armador (Laporta) está más pendiente de asistir a los mítines de ERC que del éxito de la travesía azulgrana. Hasta un futbolista tan poco reivindicable como Deco se atreve a decir que, si el Barcelona tampoco gana ningún título esta temporada, está pensando en abandonar el club. Más de uno deberá hacer lo mismo, porque está claro que la Liga está perdida y no es ni mucho menos seguro que tengamos en el bolsillo la Copa ni la Champions, lo cual no ha de ser imputable a los méritos ajenos sino a los deméritos propios. El espejismo de aquel conjunto de juego deslumbrante que iba a dejar en mantillas al Dream Team de Cruyff duró más bien poco, y lo de ahora es una lenta agonía que sólo los ilusos y los optimistas más ciegos que desinformados se empeñan en no querer ver.

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