Cine: mi comentario sobre "INFILTRADOS"
A ratos me pareció que el viejo Scorsese había perdido no sólo su “toque” característico, sino también el rumbo, el norte. En más de una ocasión, en más de una escena, pensé que me hallaba no ante la esperada y esperable película sobre gangsters, mafiosos, tiros y puñaladas, sino ante una especie de culebrón quasi adolescente cuya única finalidad era sacar tajada de la belleza (supongo que incuestionable) de los “guaperas” Leonardo DiCaprio y Matt Damon. Afortunadamente, a partir de su segunda mitad, “Infiltrados” coge fuelle y adquiere un cariz que ya no vuelve a abandonar.
Leonardo DiCaprio es un policía novato, recién salido de la Academia, al que como primera (y única) misión le encargan la de infiltrarse en la banda del todopoderoso capo mafioso Frank Costello (Jack Nicholson), para lo cual deberá incluso pasar una temporada entre rejas, y posteriormente mantener una actitud lo bastante violenta y salvaje como para granjearse la confianza de Costello. Por su parte, Matt Damon da vida a otro agente, casi compañero de promoción de DiCaprio, pero con una misión opuesta a la de aquél: ahijado del temible Costello, su función es la de ser un “topo” en el Departamento de Policía. Ellos dos son los “Infiltrados” del título español del film (el título original, “The Departed”, “Los Difuntos”, es mucho menos revelador), dos caras de la misma moneda, dos reflejos distorsionados del mismo espejo.
Creador de un estilo personal que ha ido otorgando al cine una serie de extraordinarias películas (“Taxi Driver”, “Toro Salvaje” o “La Edad de la Inocencia”), Martin Scorsese dio lo mejor de sí con la magistral “Uno de los nuestros”, sorprendente film de gangsters que deparó, posiblemente, las actuaciones más conseguidas de sus tres protagonistas masculinos (Robert De Niro, Joe Pesci y Ray Liotta), aliñadas con momentos de brutalidad apenas vistos en una película comercial. “Uno de los nuestros” sobrecogió al público y encantó a la crítica, y Scorsese ha tratado de recuperar el favor de ambos en sus últimos trabajos, cosa que, lamentablemente, hasta ahora no había conseguido. “Casino” estuvo muy cerca de encandilar a los cinéfilos, pero la taquilla no acompañó, y tanto “Gangsters de Nueva York” como, sobre todo, “El Aviador” constituyeron sendos fracasos tanto artísticos como comerciales.
Afortunadamente, el viejo zorro italoamericano ha conseguido reverdecer marchitos laureles y, confiando de nuevo en su actual actor fetiche, Leonardo DiCaprio (que ya protagonizó “Gangsters de Nueva York” y “El Aviador”), ha filmado una película si no magistral, sí, como mínimo, excelente, impecable en su puesta en escena y llena de secuencias filmadas y montadas de un modo inmejorable. Aunque a ratos parece que Scorsese dedica demasiados minutos (y demasiados planos) a filmar a sus estrellas masculinas (sobre todo a DiCaprio) del modo más fotogénico posible, lo cierto es que poco a poco ambos van disponiendo de oportunidades para desarrollar sus “otros” talentos (los estrictamente interpretativos)… apoyados, eso sí, por el que (lo confieso) sigue siendo, hoy día, mi actor favorito: Jack Nicholson. Que Nicholson bordea siempre el filo de la sobreactuación (cuando no lo sobrepasa ampliamente) es un hecho; que sus gestos, muecas y arqueos de cejas son casi siempre los mismos, también. Pero ¡qué gustazo da verlo actuar, donde quiera que sea y haga lo que haga!. Su “Frank Costello” constituye el detonante de la acción y la violencia y es el catalizador que mueve a los otros personajes; sí, puede que este hombre a veces sea un poco reiterativo y dé la sensación de que se copia a sí mismo, pero es el número uno, un auténtico maestro de su propia escuela y nadie, nadie es capaz de igualar su expresividad.
Leonardo Di Caprio y Matt Damon componen personajes cuya finalidad última es prácticamente la misma, pero afrontan su impostura de modo opuesto. Damon aparenta ser el chico bueno, el hijo modelo, pero cuando tiene que ser malo, lo es como el que más; su frialdad cuando ejecuta, ordena o presencia la muerte de algunos de los personajes principales está meticulosamente calibrada. Por el contrario, Leonardo DiCaprio, atrapado en su papel de mafioso a la fuerza, no tiene más remedio que exteriorizar un sinnúmero de arrebatos de la más horrenda violencia (en la mejor tradición del Joe Pesci de “Uno de los nuestros”), con el fin de que sus compañeros de armas confíen en él, y el protagonista de “Titanic”, sádico y cruel cuando tiene que ser quien no es, pero débil y aterrorizado cuando es simplemente él mismo, realiza, posiblemente, el mejor papel de su carrera. Entre los secundarios, Martin Sheen, Alec Baldwin y Mark Wahlberg, siempre correctos y últimamente reducidos a papeles de reparto, destacaría al último, precisamente porque desarrolla un personaje inédito y muy diferente a los que había interpretado hasta ahora. Y una sorpresa muy agradable: la (al menos para mí) desconocida Vera Farmiga, un indudable acierto de casting ya que su físico es lo bastante atractivo como para justificar el interés de los dos protagonistas, pero no posée el tipo de belleza curvilínea y artificiosa que hubiera restado toda credibilidad a su personaje de psiquiatra policial. Habrá que seguirle la pista a esta señorita.
Tal vez penséis que soy una persona violenta (nada más lejos de la realidad), pero si por algo destaca “Infiltrados”, si por algo se eleva por encima de la mayoría de los otros films estrenados en lo que va de año, es por el modo en que utiliza, retrata, justifica y casi embellece la violencia. Los protagonistas se ven obligados a moverse a uno u otro lado de la Ley, en un territorio en el que las palabras no son suficientes y el único lenguaje inteligible es el de los puños y las pistolas, cosa que, por otra parte, no es invención de esta película. Las dos secuencias que transcurren en el edificio abandonado del que no salen vivos dos de los protagonistas, la emboscada a Costello y sus secuaces, y, sobre todo, el lúcido, impactante y coherente epílogo (que prácticamente me hizo aplaudir desde mi butaca) son de lo mejor que ha rodado Martin Scorsese en toda su trayectoria, y éso es decir mucho. Por cierto, ¿a nadie más le pareció que la escena final en el cementerio es un evidente homenaje a la de “El tercer hombre”?.
Atendiendo a la perfecta dirección de actores, a su ritmo armónico y sin altibajos, a la crudeza de su argumento sin concesiones y a la dureza (necesaria) y belleza (sorprendente) de su puesta en escena, tengo el gusto de otorgarle a “Infiltrados” la puntuación más alta que he otorgado hasta ahora: 9,5 (y si no le doy un “10” es sólo porque, como ya comenté anteriormente, me da la impresión de que Scorsese pierde demasiado tiempo en ilustrar, iluminar y magnificar el atractivo físico de sus estrellas masculinas). Por decirlo de un modo coloquial y comprensible: un peliculón.
Luis Campoy
Calificación: 9,5 (sobre 10)
Leonardo DiCaprio es un policía novato, recién salido de la Academia, al que como primera (y única) misión le encargan la de infiltrarse en la banda del todopoderoso capo mafioso Frank Costello (Jack Nicholson), para lo cual deberá incluso pasar una temporada entre rejas, y posteriormente mantener una actitud lo bastante violenta y salvaje como para granjearse la confianza de Costello. Por su parte, Matt Damon da vida a otro agente, casi compañero de promoción de DiCaprio, pero con una misión opuesta a la de aquél: ahijado del temible Costello, su función es la de ser un “topo” en el Departamento de Policía. Ellos dos son los “Infiltrados” del título español del film (el título original, “The Departed”, “Los Difuntos”, es mucho menos revelador), dos caras de la misma moneda, dos reflejos distorsionados del mismo espejo.
Creador de un estilo personal que ha ido otorgando al cine una serie de extraordinarias películas (“Taxi Driver”, “Toro Salvaje” o “La Edad de la Inocencia”), Martin Scorsese dio lo mejor de sí con la magistral “Uno de los nuestros”, sorprendente film de gangsters que deparó, posiblemente, las actuaciones más conseguidas de sus tres protagonistas masculinos (Robert De Niro, Joe Pesci y Ray Liotta), aliñadas con momentos de brutalidad apenas vistos en una película comercial. “Uno de los nuestros” sobrecogió al público y encantó a la crítica, y Scorsese ha tratado de recuperar el favor de ambos en sus últimos trabajos, cosa que, lamentablemente, hasta ahora no había conseguido. “Casino” estuvo muy cerca de encandilar a los cinéfilos, pero la taquilla no acompañó, y tanto “Gangsters de Nueva York” como, sobre todo, “El Aviador” constituyeron sendos fracasos tanto artísticos como comerciales.
Afortunadamente, el viejo zorro italoamericano ha conseguido reverdecer marchitos laureles y, confiando de nuevo en su actual actor fetiche, Leonardo DiCaprio (que ya protagonizó “Gangsters de Nueva York” y “El Aviador”), ha filmado una película si no magistral, sí, como mínimo, excelente, impecable en su puesta en escena y llena de secuencias filmadas y montadas de un modo inmejorable. Aunque a ratos parece que Scorsese dedica demasiados minutos (y demasiados planos) a filmar a sus estrellas masculinas (sobre todo a DiCaprio) del modo más fotogénico posible, lo cierto es que poco a poco ambos van disponiendo de oportunidades para desarrollar sus “otros” talentos (los estrictamente interpretativos)… apoyados, eso sí, por el que (lo confieso) sigue siendo, hoy día, mi actor favorito: Jack Nicholson. Que Nicholson bordea siempre el filo de la sobreactuación (cuando no lo sobrepasa ampliamente) es un hecho; que sus gestos, muecas y arqueos de cejas son casi siempre los mismos, también. Pero ¡qué gustazo da verlo actuar, donde quiera que sea y haga lo que haga!. Su “Frank Costello” constituye el detonante de la acción y la violencia y es el catalizador que mueve a los otros personajes; sí, puede que este hombre a veces sea un poco reiterativo y dé la sensación de que se copia a sí mismo, pero es el número uno, un auténtico maestro de su propia escuela y nadie, nadie es capaz de igualar su expresividad.
Leonardo Di Caprio y Matt Damon componen personajes cuya finalidad última es prácticamente la misma, pero afrontan su impostura de modo opuesto. Damon aparenta ser el chico bueno, el hijo modelo, pero cuando tiene que ser malo, lo es como el que más; su frialdad cuando ejecuta, ordena o presencia la muerte de algunos de los personajes principales está meticulosamente calibrada. Por el contrario, Leonardo DiCaprio, atrapado en su papel de mafioso a la fuerza, no tiene más remedio que exteriorizar un sinnúmero de arrebatos de la más horrenda violencia (en la mejor tradición del Joe Pesci de “Uno de los nuestros”), con el fin de que sus compañeros de armas confíen en él, y el protagonista de “Titanic”, sádico y cruel cuando tiene que ser quien no es, pero débil y aterrorizado cuando es simplemente él mismo, realiza, posiblemente, el mejor papel de su carrera. Entre los secundarios, Martin Sheen, Alec Baldwin y Mark Wahlberg, siempre correctos y últimamente reducidos a papeles de reparto, destacaría al último, precisamente porque desarrolla un personaje inédito y muy diferente a los que había interpretado hasta ahora. Y una sorpresa muy agradable: la (al menos para mí) desconocida Vera Farmiga, un indudable acierto de casting ya que su físico es lo bastante atractivo como para justificar el interés de los dos protagonistas, pero no posée el tipo de belleza curvilínea y artificiosa que hubiera restado toda credibilidad a su personaje de psiquiatra policial. Habrá que seguirle la pista a esta señorita.
Tal vez penséis que soy una persona violenta (nada más lejos de la realidad), pero si por algo destaca “Infiltrados”, si por algo se eleva por encima de la mayoría de los otros films estrenados en lo que va de año, es por el modo en que utiliza, retrata, justifica y casi embellece la violencia. Los protagonistas se ven obligados a moverse a uno u otro lado de la Ley, en un territorio en el que las palabras no son suficientes y el único lenguaje inteligible es el de los puños y las pistolas, cosa que, por otra parte, no es invención de esta película. Las dos secuencias que transcurren en el edificio abandonado del que no salen vivos dos de los protagonistas, la emboscada a Costello y sus secuaces, y, sobre todo, el lúcido, impactante y coherente epílogo (que prácticamente me hizo aplaudir desde mi butaca) son de lo mejor que ha rodado Martin Scorsese en toda su trayectoria, y éso es decir mucho. Por cierto, ¿a nadie más le pareció que la escena final en el cementerio es un evidente homenaje a la de “El tercer hombre”?.
Atendiendo a la perfecta dirección de actores, a su ritmo armónico y sin altibajos, a la crudeza de su argumento sin concesiones y a la dureza (necesaria) y belleza (sorprendente) de su puesta en escena, tengo el gusto de otorgarle a “Infiltrados” la puntuación más alta que he otorgado hasta ahora: 9,5 (y si no le doy un “10” es sólo porque, como ya comenté anteriormente, me da la impresión de que Scorsese pierde demasiado tiempo en ilustrar, iluminar y magnificar el atractivo físico de sus estrellas masculinas). Por decirlo de un modo coloquial y comprensible: un peliculón.
Luis Campoy
Calificación: 9,5 (sobre 10)
Comentarios
Pues despues de ver la nota que le habias puesto a la peli, y de escuchar el comentario de Teofilo el necrofilo del progama de la Ser, que le daba un 10. Pense que lo mejor que podia hacer el lunes noche era ir al cine y ver si es verdad lo que deciais todos.
Y lo cierto es que me encanto, me sorprendio, y me impacto por iguales dosis.
Lo unico que yo diria, es que no es un peliculon, ya que por desgracia es un remake de otra peli oriental, por lo que el merito no es del todo de este magnifico director, sino del inventor de ese primer Film.
Pero bueno,la pelicula merece la pena, y seguro que la veremos entre las nominadas a los OSCAR