Estamos en Diciembre, la Navidad está a
punto de comenzar y, cuando pienso en películas propias de esta época, tres son
las que siempre me vienen a la mente: “Qué
bello es vivir”, “Solo en casa” y
“Jungla de cristal”. Si me lo permitís, hoy voy a hablaros de esta
última. “Jungla de cristal” fue como se tituló en España el film de acción
navideña “Die Hard”, que había sido
un bombazo comercial en los USA en el verano de 1988. Lo de traducir “Die Hard”, “Duro de matar”,
por “Jungla de cristal” (supongo que
haciendo alusión a que la trama se situaba en un rascacielos lleno de inmensos
ventanales) ya fue un simpático alarde de imaginación que además sonaba hasta
poético. Pero todo había empezado mucho
antes, en 1966, cuando el
escritor Roderick Thorp publicó su novela “El detective”, que fue
llevada al cine con Frank Sinatra interpretando al “poli” neoyorkino Joe Leland. El éxito del film hizo que Thorp escribiese
una continuación, “Nothing Lasts Forever” (“Nada dura para siempre”,
1979), que mezclaba la trama puramente policial con la de la película de
catástrofes “El coloso en llamas”, ambientada en un rascacielos en el
que se desataba un incendio provocado por el ataque de unos terroristas. Los derechos cinematográficos del libro
fueron adquiridos por Twentieth Century Fox, también productora de “El
detective”, pero Sinatra se negó a participar en una secuela, de modo que
el proyectó durmió el sueño de los justos hasta que a alguien se le ocurrió que
su argumento podría servir de base para una segunda parte de “Commando”,
si bien tampoco Arnold Schwarzenegger estaba dispuesto a repetir su personaje
de John Matrix. Llegados a este punto,
el guionista Jeb Stuart recibió el encargo de convertir “Nothing
Lasts Forever” en una historia totalmente independiente, por lo que realizó
numerosos cambios que, no obstante, no alteraron la esencia del relato de
Thorp. Para empezar, el héroe ya no se
llamaría Joe Leland sino John McClane, no estaría retirado sino todavía en
activo y no tendría que rescatar a su hija Stephanie Leland Gennaro sino a su
esposa Holly Gennaro McClane. Una vez
descartados como protagonistas Frank Sinatra y Arnold Schwarzenegger, fueron
muchos los actores que aspiraron a convertirse en John McClane. Tras considerar a casi toda la plana mayor
del Hollywood de la época, el productor Joel
Silver intentó contratar a Bruce Willis, el joven intérprete (32 años
entonces) de la serie “Luz de luna”, pero el ritmo de las grabaciones
televisivas impedía su participación en el film, si bien la fortuna les sonrió
inesperadamente cuando la co-protagonista del serial, Cybill Shepherd, se quedó
embarazada de gemelos y, durante el parón subsiguiente de once semanas, Willis
pudo incorporarse a “Jungla de cristal”.
Si el acierto en la elección del héroe era fundamental, no menos
importante era la designación del antagonista, el malvado pero, al tiempo,
elegante, culto y refinado Hans Gruber.
Silver se había quedado tan impresionado con la interpretación de un
desconocido inglés de 41 años, Alan Rickman, en la obra teatral “Las
amistades peligrosas” que no dudó en adjudicarle el decisivo papel que le lanzaría
de inmediato a la fama. El reparto
principal se completó con Bonnie Bedelia
(que interpretaría a Holly, la ex-mujer del protagonista), Reginald
Veljohnson (el encantador sargento Al Powell) o el antiguo bailarín ruso Alexander
Godunov (el estilizado terrorista Karl).
El realizador escogido fue John McTiernan, con el que Silver
había quedado muy satisfecho tras los buenos resultados obtenidos con “Depredador”;
McTiernan accedió en cuanto estuvo seguro de que el guión definitivo contendría
mucha acción, sí, pero también tendría las suficientes dosis de humor y
esperanza.
Trascendiendo
su condición de blockbuster
veraniego, “Jungla de cristal” se estrenó en pleno mes de julio y muy
pronto se convirtió en un film tan reivindicable como digno de estudio y
análisis. Sus peleas, tiroteos y
explosiones están rodados con la autenticidad de los efectos físicos de toda la
vida, pero su guión sabe retratar con mimo y calidez a todos y cada uno de sus
personajes, ya sean los protagonistas o hasta el último de los secundarios. El héroe encarnado por Bruce Willis es
valeroso, simpático y atractivo, pero también duda y sangra, lo que hace que
empaticemos con él, y su enemigo Hans Gruber (inmenso, pletórico Alan Rickman) está
considerado uno de los mejores villanos de todos los tiempos. A él iba dedicada la famosa frase que todos
hemos escuchado (y quién sabe si dicho) alguna vez: “Yipi-Ka-Yei, hijo de
puta”, toda una contundente declaración de principios.
Luis Campoy
Calificación: 9 (sobre 10)
Nota: este artículo lo publiqué originalmente en el número de Diciembre de 2024 de la revista "El Eco del Guadalentín"
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