Noticias y política/ NUEVO ORDEN MUNDIAL
Aunque parece increíble a juzgar
por todo lo que ha sido capaz de desencadenar, el ínclito Donald Trump apenas
ha consumido 33 de los 1460 días que va a estar en el cargo de Presidente de
los Estados de Unidos durante este segundo y (afortunadamente) último
mandato. Sus “ocurrencias” son cada vez
menos graciosas y se nos antojan más y más inquietantes. Que si cambiar el nombre al Golfo de México,
que si pretender anexionarse Canadá y Groenlandia, que si nombrar Ministro de
sanidad a un antivacunas… Estas
frivolidades que probablemente deberían quedarse en eso (bueno, parece que
Google Maps ha claudicado y ya ha rebautizado el susodicho accidente geográfico
como “Golfo de América”) están traspasando los límites de lo anecdótico y
generando verdaderos y gravísimos conflictos internacionales. Designar asesor plenipotenciario a Elon Musk,
deportar a cientos de miles de inmigrantes “ilegales” o prohibir competir a las
atletas transgénero fueron algunas de sus primeras “hazañas”. Pero eso apenas fue el aperitivo. Mas que conocida es la afinidad de los
Estados Unidos con el pueblo de Israel, pero de eso a pretender convertir la
Franja de Gaza en una especie de resort
turístico, desalojando a los pobres palestinos, media un abismo que la
comunidad internacional no debe permitir que se establezca. Aunque más grave es el giro que se ha operado
en la Administración trumpista con
respecto a la Guerra de Ucrania. Lo peor
de que en los Estados Unidos haya que exigir a los candidatos a Presidente que
puedan respaldar sus campañas presidenciales con sus respectivas fortunas es
que el mismo hecho de poseer una fortuna ya les cualifica, de entrada, como
hábiles negociantes, y era conocido que el Trump empresario tenía importantes
lazos comerciales con Vladimir Putin. Mas
pocos hubieran imaginado que esa afinidad en lo personal podría dar lugar a un
posicionamiento político como el que ahora ha adoptado su administración. Repentinamente y a pesar de que los USA habían
apoyado rotundamente a Ucrania desde que empezó el conflicto, ahora resulta
que, según el pato señor Donald, Zelenski es responsable de la guerra
por haber sido un chico malo y egoísta y no haber permitido que Putin se
quedara con los territorios que de buenas a primeras se anexionó. Además, siempre según el marido de Melania,
el dirigente ucraniano es un pedazo de dictador porque, a pesar de estar en
guerra y tener que estar pendiente de la defensa de su país, no ha querido
convocar elecciones. Por si fuera poco,
el viejo zorro del flequillo dorado deja bien claro que su apoyo a la
democracia occidental no ha sido en absoluto desinteresado (¡si Kennedy
levantara la cabeza!) sino que, a cambio de la ayuda que hasta ahora se le ha
dispensado, el Tío Sam debe de percibir una remuneración de 500.000 millones de
dólares, que, por ejemplo, podría concretarse en la explotación de la mitad de las
codiciadas “tierras raras” ucranianas en las que abundan el litio, el titanio y
el uranio. La Jugada maestra se
completaría con que, a cambio de la declaración de paz, el Oso Ruso devoraría
las tierras que ya ha ocupado, y, por si fuera poco, Ucrania se comprometería a
no ingresar ni en la Comunidad Europea ni mucho menos en la OTAN. Enseguida se han alzado algunas voces, menos
tímidas conforme avanzan los días, preguntándose para qué demonios debe
permanecer Europa en la OTAN (que está integrada básicamente por países
europeos, además de los USA y Canadá) y no crear su propia alianza militar en
la que se integre quien los aliados consideren oportuno. Esto constituiría una provocación en toda
regla para Trump, que de inmediato dejaría de convertirse en el “amigo
americano” para erigirse en rival y tal vez enemigo, aunque no puede decirse
que sea precisamente amistoso el jueguecito que el caballero ha puesto en
marcha, gravando con aranceles desorbitados todas las exportaciones de
productos europeos. En fin, lo cierto y
verdad es que el inicio de la segunda presidencia de Donald Trump no ha dejado
indiferente a nadie en ningún lugar de la Tierra y sus consecuencias son tan
impredecibles que ya deberíamos estar temblando para empezar a asumirlas…
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