Cine actualidad/ "MEGALÓPOLIS"
“Quosque tándem
abutere, Catilina, patientia nostra?” (es decir, “¿Hasta cuándo, Catilina, vas a abusar de nuestra paciencia?”) es una
frase procedente de la primera “Catilinaria”
que el político y filósofo romano Cicerón le dedico a su oponente Catilina allá
por el año 63 antes de Cristo, y que todos los estudiantes de Latín de mi época
tuvimos que aprendernos de memoria. Más
de dos mil años después, don Francis Ford Coppola, el veteranísimo realizador
de “El Padrino” (y de “Apocalypse Now” y “Dracula”), nos presenta por fin su proyecto más anhelado y
ambicioso, “Megalópolis”, que
equipara los Estados Unidos con el antiguo Imperio romano y cuyo protagonista
se llama… Catilina.
“Megalópolis” es
una distopía un tanto futurista en la que el alcalde de Nueva York, Franklyn
Cicerón, debe enfrentarse a los constantes envites de su rival político, César
Catilina, ganador de un Premio Nobel por la creación de una sustancia llamada
“Megalón” que permite la regeneración tanto de tejidos como de cuerpos
arquitectónicos, y que pretende no sólo alcanzar la alcaldía de la Gran Manzana
sino también reconstruirla desde los cimientos para, según él, dotarla de más
humanidad y prosperidad…
Reconozco que el argumento que acabo de resumiros puede
parecer interesante y original, pero lo cierto es que la película en sí misma
me resultó totalmente irregular y completamente insatisfactoria. Los augurios no podían ser más preocupantes:
Coppola ha necesitado 45 años para sacar el proyecto adelante porque no lograba
la financiación de ningún estudio, y al final ha tenido que hipotecar parte de
sus propiedades (sobre todo sus afamados viñedos) para llevarlo a cabo, ahora
que ya tiene ¡85 años!. La cinta se
presentó en el pasado Festival de Cannes y las críticas fueron casi
unánimemente demoledoras: palabras como “bodrio”, “sinsentido”, “despropósito”
o “alucinación” fueron constantemente repetidas, así como la impresión
generalizada de que “Coppola chochea”.
Yo fui a verla con la esperanza de que, al menos, la puesta en escena
iba a resultar cautivadora, pero mi fascinación duró exactamente 45 segundos, hasta
que, en mitad de una secuencia ciertamente hermosa a nivel visual, empiezan a
suceder cosas extrañas que coquetean peligrosamente con el ridículo. Ese, para mi, es el gran problema de “Megalópolis”. La opinión de que el guión parte de una
premisa original pero se ramifica en un montón de subtramas a cada cuál peor
escrita parece que la compartimos casi todos, pero es que la pretendida
imaginería visual del maestro choca frontalmente con la irrupción de elementos
grotescos, chabacanos y cursis que impiden que ni una sola secuencia resulte
realmente maravillosa. Yo en ningún
momento tuve claro si me hallaba frente a un drama, una comedia o una ópera
bufa, lo cual se explica también por la extrañísima elección de los intérpretes
y las diferentes maneras de actuar y de ser dirigidos cada uno de ellos. Es cierto que Adam Driver, Nathalie
Emmanuel, Aubrey Plaza o Giancarlo Esposito resultan más o menos
bien parados, pero la manera en la que Coppola desaprovecha y, aún peor, ridiculiza
a Shia LaBeouf, Jon Voight y, sobre todo, Dustin
Hoffman, debería ser constitutiva de delito.
Que un genio ya inmortal como Coppola perpetre esta obra
seguramente como su testamento cinematográfico me llena no de indignación sino
de sincera tristeza. Si esta producción
que finalmente se ha estrenado, con tanto esfuerzo y arriesgando su patrimonio
personal, representa realmente el concepto que el realizador tenía en su
cabeza, lo que siento es algo cercano a la lástima y la compasión. Diálogos deslavazados plagados de cursis
resonancias shakesperianas, flechas
que poderosos banqueros les clavan en el culo a sus díscolos sobrinos, vírgenes
vestales cuya pureza y virginidad son un puro camelo o secuencias sexuales que,
más que ofender, provocan vergüenza ajena son algunos de los puntos negros de
esta fallidísima película en la que los buenos no sólo logran que sus tejidos
se regeneren tras un disparo a bocajarro sino, sobre todo, que el tiempo se
detenga a su entera voluntad. Todo ello,
perpetrado por uno de los mayores detractores del cine de superhéroes. ¡Ver para creer!.
Luis Campoy
Calificación: 4,5 (sobre 10)
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