Píldoras de cine/ AGOSTO 2024
Aunque soy, como sabéis, de
naturaleza eminentemente tolerante, cada vez aguanto menos a esos pseudo
cinéfilos que, cada vez que van al cine, lo primero que hacen es comprarse
palomitas y empezar a comérselas con reprobable gula, como si no hubiera un
mañana y como si en su casa no las hubieran probado jamás, de modo que, cuando
la película da comienzo, ya se las han terminado y entonces, para no aburrirse,
echan mano de sus teléfonos móviles. A
todos ellos les dedico, con algún que otro tirón de orejas, esta remesa de
¡¡PÍLDORAS DE CINE!!
“EL CONDE DE MONTECRISTO”
Al igual que ya hiciera con las
dos recientes entregas de “Los Tres
Mosqueteros”, la cinematografía francesa, saludablemente chauvinista ella, ha decidido volcarse en la traslación al cine de
su más brillante acervo literario, y la nueva joya de la que ha echado mano ha
sido otro novelón de Alejandro Dumas,
“El Conde de Montecristo”. A diferencia de muchos otros comentaristas
más o menos profesionales que estos días están poniendo por las nubes a esta
película dirigida por el tándem formado por Matthieu Delaporte y Alexandre de
La Patellière, yo voy a ser un poco más moderado y algo menos
entusiasta. Sí, la película es agradable
de ver, ostenta unos notables medios de producción (los mismos, por cierto, que la citada “Los Tres Mosqueteros”,
cuyo responsable en ambos casos ha sido Dimitri
Rassam) y casi siempre resulta más o menos entretenida, a pesar del
hándicap de su duración de casi tres horas.
Pero, para empezar, no me gustó el protagonista elegido, Pierre Niney, me molestaron algunos
aunque mínimos cambios argumentales y varios detalles me hicieron sonreir
cuando no debía. Sé que estamos en una
época en la que la moda es que los cuerpos masculinos luzcan perfectamente
depilados, pero, ¿acaso en el castillo-prisión de If, donde los internos se
hallaban confinados en condiciones infrahumanas y sus barbas y melenas crecían
sin control, a sus torsos les aplicaban la depilación láser? Cuando Edmundo Dantés, haciéndose pasar por
su fallecido vecino de celda, es arrojado al mar, da la impresión de que
llega tranquilamente a Francia nadando, y, descalzo y todo, se presenta en su
antigua casa sin levantar sospechas. Más
adelante, ya convertido en el Conde de Montecristo, luce fabulosas caretas que
parecen de látex (estamos en el siglo XIX) para resultar irreconocible, pero
ante sus antiguos conocidos y ahora enemigos se deja ver con apenas un bigotito
como única caracterización, y ninguno, salvo su ex-novia Mercedes, reconoce ni
siquiera su voz… En fin, llamadme
exigente o incluso tiquismiquis, pero esas cositas me sacaron un poco de la
película, y tal vez me impidieron que me gustase tanto como debería. Con todo, se trata de un muy
recomendable espectáculo de aventuras clásicas cuya historia de venganza y
justicia poética rodo el mundo debería conocer.
“LA TRAMPA”
El pobre M. Night Shyamalan (54 años) tiene la mala suerte de que saltó de
golpe a la fama con la fabulosa “El sexto
sentido”, y, desde entonces, parece que está obligado a que 1) todas sus
películas sean igualmente excelsas y 2) no se salga jamás del género
terrorífico o, como mucho, fantástico. Después de sus dos siguientes films tras “El sexto sentido”, “El protegido”
y “Señales”, que fueron también éxitos prácticamente incontestables de
público y crítica, empezó una larga trayectoria llena de controversia, pues
prácticamente ninguno de sus trabajos posteriores ha puesto de acuerdo a los
espectadores y a los comentaristas. “La
trampa”, que acaba de estrenar entre nosotros, no es una excepción. Protagonizada por un recuperado Josh
Hartnett, no es exactamente una cinta de terror y ni siquiera coquetea con
el fantástico, sino que se adscribe al género del thriller, habiéndola
comparado algunos con el cine del gran Alfred Hitchcock. Desde luego, no era el tipo de película que
yo me esperaba, y menos mal que no vi el trailer, porque en él se revela
el que se supone que debería ser el gran e impactante giro argumental. En este sentido, como su nombre indica, “La
Trampa” es muy tramposa, cosa que también demuestra el hecho de que quien
interpreta a Lady Raven, la cantante cuyo concierto alberga la mayor parte del
metraje del film, es la propia hija de Shyamalan, Saleka, con lo cual el
uno promociona a la otra, y viceversa: todo queda en casa. En fin, una vez comprobado que el Shyamalan
de “La trampa” nada tiene que ver con el de “El sexto sentido” y
que la una se parece a la otra como un huevo a una castaña, el film se hace
sumamente entretenido y disfrutable… si pones mucha credulidad de tu parte y
estás dispuesto a aceptar sus muchas inconsistencias. Por cierto, me encantó Saleka, para mi crea
un personaje simplemente maravilloso.
Va de película valiente y provocadora, pero de eso tiene más bien poco. “Cuerpo escombro”, que ha dirigido Curro Velázquez (“La familia Benetón”), cuenta la historia de un hombre desesperado por trabajar que, para conseguir un empleo, finge sufrir una discapacidad. Ya la idea resulta repugnante e inaceptable para algunos, pero, como mucho me temía, la premisa se desarrolla dentro de los cauces de la corrección política que nos asola, con chistecitos muy blancos, con mucha bondad e incluso con una muy improbable historia de amor que nadie en su sano juicio podría creerse. Dani Rovira tuerce el brazo y cojea sin causar la menor gracia, la mexicana Cassandra Ciangherotti se comporta como una boba irresponsable y sólo salvan un poco la función El Langui y, sobre todo, Ernesto Sevilla. “Cuerpo escombro”, para tener realmente sentido, para provocar algún tipo de efecto moral en la sociedad, aunque fuese desde el humor, debería haber sido muchísimo más cruel y gamberra, y tener un final con un mínimo de moraleja, pero se limita a buscar dos o tres risotadas fáciles para no mancillar la estupenda imagen pública de Dani Rovira. Me decepcionó.
“ROMPER EL CÍRCULO”
Vas al cine un domingo por la
tarde sin tener muy claro a qué tipo de película te vas a enfrentar, y tan sólo
porque en ella actúa Blake Lively, que está de moda por el éxito de “Deadpool
y Lobezno”, que protagoniza su marido Ryan Reynolds. De repente, la sala se va llenando y llenando de espectadoras femeninas y te das cuenta de que eres el único hombre (bueno, para no mentir, habíamos
otro muchacho y yo). Fue después cuando
me enteré de que “Romper el círculo” se basa en una lacrimógena novela
superventas (de Colleen Hoover) que, al parecer, se ha publicitado
ampliamente por TikTok. Pos vale. Connotaciones aparte, la cinta resulta ser un
melodrama bastante bien llevado, a medio camino entre Douglas Sirk y los
telefilms de sobremesa de Antena 3, que ha dirigido el que además es su co-estrella
masculina, Justin Baldoni.
Imprescindible que, en este tipo de películas, los protagonistas sean
irritantemente guapos (a los secundarios no se les exige tanto), triunfen sin
paliativos y, si es posible, exista un nítido mensaje de superación personal
(en este caso, un trauma como el maltrato).
Lively produce, Baldoni dirige y un tal Brandon Sklenar da vida
al tercero en discordia. Ya veremos si
hay o no segunda parte con los mismos intérpretes, porque las malas lenguas
hablan de diferencias irreconciliables entre la productora y el director, pero
eso es futuro; en el presente, tenemos una cinta correcta y que se disfruta con
agrado si no se le piden peras al olmo.
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