Cine actualidad/ "ISLA PERDIDA"

 


Más perdida tuvo que estar

Al finalizar “Isla perdida”, un rótulo informa: “Una película de Fernando Trueba”.  El mero hecho de que un director de prestigio se atreva a firmar una obra como ésta, sin que le pueda la vergüenza, dice mucho del valor y la entereza de este señor.

 

Ultimamente intento saber lo menos posible de las películas que voy a ver, por aquello de tratar de sorprenderme; desde que me jubilé, voy tanto al cine que me apetece mucho la sensación de descubrimiento, de asombro inesperado.  En el caso de “Isla perdida” (“Haunted heart”, “Corazón hechizado”, es su título original, ya que se trata de una co-producción rodada en inglés), no tardé mucho en realizar el descubrimiento, y no fue ciertamente positivo.  Durante los títulos de crédito, el film se inicia con una música ciertamente estimulante del polaco Zbigniew Preisner (trilogía “Tres colores” de Kieslowski), pero, nada más comenzar la acción, el espectador que no ha podido acceder a la versión original y ha tenido que conformarse con la versión doblada que se ha exhibido en cines, recibe el primer jarro de agua fría: el doblaje es muy malo.  Bueno, malo no, lo siguiente: pésimo, horrendo, lamentable, intolerable, ridículo, vergonzoso.  A partir de ese momento (¡y la cinta apenas acaba de comenzar!), todo te parece artificial y no te crees nada.  Absolutamente nada.  Una chica catalana (Aida Folch) viaja a una “isla perdida” griega para trabajar como maitre en un restaurante propiedad de un norteamericano (Matt Dillon).  Nada más ver a su futuro jefe, la chica se encapricha (pero mucho) de éste, hasta el punto de no parar hasta finalmente llevárselo a la cama, pero ¡ay!, tan concentrada estaba en beneficiárselo, que no se da cuenta de que sobre él se cierne un oscuro secreto…  El guión (que también firma Fernando Trueba junto con Rylend Grant) es apenas una sucesión de tópicos y estereotipos inconexos, que provocan un impensable sonrojo.  Me pregunto qué habría pasado si el personaje de la protagonista, que desde el principio se propone seducir a su jefe, porque sí y sin ninguna explicación ni lógica, hubiese sido desempeñado por un hombre, y la jefa hubiera corrido a cargo de una mujer...  Y ya he dicho que el doblaje es tan nefasto y grotesco que prácticamente nada te acaba importando, pero la historia está tan mal desarrollada que, en comparación, el peor telefilm de sobremesa de Antena 3 se antoja redactado por Cervantes, Victor Hugo o García Márquez.  Me asombra leer en algunas críticas que la película oscila entre Patricia Highsmith (“El talento de Mr. Ripley”) y Alfred Hitchcock, como si cualquier comparación con alguien que en el pasado hubiese creado algo mínimamente decente tuviese la menor posibilidad de sostenerse.  Comparar a un bodrio indefendible como “Isla perdida” con cualquier película de verdad es caer demasiado bajo en un corporativismo carente de sentido, en un chauvinismo mal entendido.  No es sólo que los diálogos sean insoportablemente ridículos (sólo hay que pensar en la escena en la que la protagonista, recién consumado el coito con su jefe, se pone a hablarle de los callos y las durezas de sus pies), sino que la mayoría de los actores actúan como si improvisaran, como si se estuvieran dejando llevar con insólita desgana.  Sólo salvaría mínimamente a Aida Folch (la acabo de ver en la temporada final de “Amar es para siempre” y doy fe de que, cuando actúa con sonido directo, lo hace muy bien) y el joven colombiano Juan Pablo Urrego, que interpreta a un chico llamado… ¡Chico!, pero el resto de intérpretes parecen aficionados, y una estrella como Matt Dillon pone todo el tiempo cara de “Espero que me hayáis ingresado el puto cheque, que me quiero ir a dar un paseo por la playa”.  Las playas y las localizaciones griegas son, efectivamente, lo único que merece realmente la pena en este truño disfrazado de cine.

 

No entiendo qué le ha podido pasar por la cabeza a un realizador antaño prestigioso como Fernando Trueba como para haber co-escrito un guión tan nefasto, para dirigirlo (es un decir) con tamaña desgana y, lo que es peor, para no tener reparos en exhibirlo como si se enorgulleciera de todo ello.  Bien es verdad que ya ha llovido bastante desde que se estrenaron sus mejores películas, “Opera prima” (1980), “El año de las luces” (1985), “Belle epoque” (1992) o “La niña de tus ojos“ (1998), pero hace no tanto tiempo aún nos deparó la muy estimable “El olvido que seremos” (2020), que me encantó, luego no ha podido olvidársele de golpe cómo es ésto del séptimo arte.  Me parece de todo punto inexplicable que un engendro como “Isla perdida” haya podido siquiera existir, como no sea para figurar en una posición preeminente de algún museo de los horrores cinematográficos, en especial gracias a su inolvidable doblaje, que estoy seguro de que pasará a la historia como uno de los peores jamás perpetrados.

Luis Campoy

Calificación: 2 (sobre 10)


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