A veces llegan cartas

 


Ayer recibí una carta…  Bueno, en realidad la recibimos todos los españoles, una carta de nuestro Presidente, en la que nos confesaba que se sentía triste y dolido, además de profundamente enamorado de su esposa, y que necesitaba tomarse cinco días (hasta el lunes de la semana próxima) para decidir si seguía al frente de sus obligaciones o si daba un paso al costado.  Naturalmente, según Pedro Sánchez, en esta película de amor existe un villano, y ése es, lógicamente, el monstruo derechista y ultraderechista (a los que él mismo definió tan floridamente como la “fachosfera”).  Pero pongámonos en situación: una asociación ciertamente “ultra”, Manos Limpias, ha presentado una denuncia contra la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, acusándola de haber utilizado su situación personal como pareja del Presidente para beneficiarse o beneficiar a otros (vamos, lo que toda la vida se ha conocido como “tráfico de influencias”), y un juzgado madrileño ha admitido a trámite esa denuncia, lo que significa que, por lógica, debería iniciarse una investigación judicial.  Para entender lo que está pasando, hay que intentar ponerse en la piel de Pedro Sánchez, autor de un libro superventas titulado “Manual de resistencia” en el que narraba sus vicisitudes tendentes a mantenerse arriba siempre, a toda costa, porque lo importante es que el progresismo gobierne para que los otros (los fascistas) no vuelvan a rozar el poder.  El “buenismo” y el “wokismo” en su máxima expresión, en la expresión más egocéntrica: yo soy el bueno, yo tengo razón, yo hago lo correcto y son quienes se me oponen los que son malos, están equivocados y todo lo que hacen lo hacen mal.  Desde que Sánchez llegó al poder, con Pablo Iglesias como vicepresidente (sí, el mismo Pablo Iglesias al que había jurado, antes de las elecciones, que mantendría al margen porque “a su lado nunca podría dormir tranquilo”), el clima político en España se ha ido enrareciendo día tras día, hasta extremos insoportables.  Lo gracioso es que todos, pero TODOS los políticos de este país se dedican sistemáticamente a denigrar, a descalificar, a insultar y a faltar al respeto a los rivales, pero luego llegan algunos y se las dan de víctimas, como si ellos no tuvieran la culpa de nada, como si una amnesia galopante hubiera borrado de sus mentes la responsabilidad de que la mitad de los insultos los han proferido ellos.  A ésto hay que añadir los indultos, la amnistía, los pactos con los herederos de ETA, la creciente convicción de que, para que Sánchez continúe en el Gobierno va a tener que permitir un referéndum en Cataluña….  Y entonces estalla el “caso Koldo”, un monumental caso de corrupción que sucede en el tiempo al “caso del Tito Berni” y que implica a un tal Koldo García, mano derecha del ex–ministro socialista José Luis Abalos.  Enseguida, Abalos se vio obligado a dimitir de su escaño y a los pocos días, qué casualidad, desde el PSOE se intentó implicar en la trama a la esposa del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, y la vicepresidenta María Jesús Montero se apresuró a revelar que el prometido de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lideresa moral del PP, también estaba siendo investigado por delito fiscal relacionado con la compra de mascarillas defectuosas, la misma acusación, por cierto, que había afectado a la actual Presidenta del Congreso, Francina Armengol.  ¿Qué nos enseña todo esto?  Que la manera en la que se entiende actualmente la Política es una aberración, una guerra sucia en la que se ha olvidado el arte de la dialéctica y la persuasión inteligente para convertirse en un lanzamiento de basura arrojadiza contra los enemigos, sólo para hacerse la víctima si los rivales utilizan exactamente la misma táctica contra nosotros.  Como he dicho antes, ésto es insoportable y lo que se necesita es hacer un reseteo, pero un reseteo conjunto y pactado entre todas las fuerzas políticas, una reunión de todos los líderes en la que se concrete un enfriamiento consensuado de las formas y los procedimientos.  Sólo así evitaremos que todos los líderes políticos tengan que dedicarse a redactar farragosas epístolas como hizo Pedro Sánchez ayer.


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