Cine actualidad/ "LA ZONA DE INTERES"

 


No somos malos, es sólo trabajo


En 1943, una familia alemana de clase media, los Höss, vive una existencia idílica y acomodada en la campiña polaca.  El padre, Rudolf, realiza un trabajo muy importante y es venerado por sus subordinados, pero, aun así, tiene tiempo para leerles cuentos a sus hijos y llevarlos a nadar al río próximo.  La madre, Hedwig, dirige su casa con mano de hierro, supervisando de cerca la labor de los sirvientes, y se esmera en el cuidado de su precioso jardín.  Su vida les resulta tranquila y feliz, y se han acostumbrado a ignorar el sonido de los disparos, los gritos de dolor y el humo constante de los hornos crematorios del campo de concentración de Auschwitz, que se halla justo al lado de su hogar y del que Rudolf Höss es el comandante y máximo responsable…

 

Martin Amis, escritor británico fallecido el año pasado a la edad de 73 años, autor de, entre otras novelas, “El libro de Raquel” (1973), “Niños muertos” (1975), “Dinero” (1984) o “Campos de Londres” (1996), publicó “La zona de interés” en 2015, retomando el tema del nazismo que ya había desarrollado en “La flecha del tiempo” (1991).  Amis gustaba de apelar a la conciencia colectiva con su cínica ironía y provocar no pocas polémicas individuales, por lo que “La zona de interés” no constituía ni mucho menos un acercamiento convencional a la barbarie del Holocausto, sino que se limitaba a usarlo como telón de fondo para contar una serie de historias que se entrelazaban y en las que existían el romance e incluso el humor.  A la hora de llevar el libro al cine, el realizador elegido ha sido el también británico Jonathan Glazer (conocido por “Sexy Beast” o la estupenda “Under The Skin”), que es quien también ha redactado el guión de esta co-producción con financiación inglesa, alemana, polaca y estadounidense.  Lo primero que llama la atención de “La zona de interés” como película es la manera en la que asume a rajatabla los postulados morales de Amis (la provocación, la incomodidad para el espectador…) desde el primer instante, con una larga secuencia con la pantalla en negro durante la que apenas se escuchan unos sonidos deliberadamente molestos y perturbadores, a los que sucede una preciosa escena de la familia protagonista disfrutando alegremente de un maravilloso día en el río.  Quienes hayan leído la novela, enseguida se darán cuenta de que Glazer simplemente ha utilizado una parte del libro para modelarlo a su antojo, eliminando buena parte de los personajes originales y sus correspondientes subtramas y alterando los nombres del resto.  Eso sí, como obra cinematográfica, desde el primer hasta el último fotograma, este peliculón te impacta y te deslumbra con su fotografía, diseño de producción y mimo exquisito para la composición de cada plano, siendo todos y cada uno verdaderas obras de arte.  Los actores, ninguno de ellos especialmente conocido para el gran público (los protagonistas son los alemanes Christian Friedel y Sandra Hüller, esta última vista recientemente en “Anatomía de una caída”) cumplen a la perfección pero no te sacan de la trama, y la música-no-música de Mica Levi logra su propósito de que la tensión no decrezca en ningún instante.

 

Hay quien dice que “La zona de interés” banaliza o incluso blanquea el nazismo, pero yo pienso que sencillamente juega sus propias cartas para atraer la atención de un público que está cansado de ver “La lista de Schindler” y “El pianista” una y otra vez.  Aquí, los villanos, los peores villanos que ha dado la Historia de la Humanidad, no se dan por aludidos y ni siquiera se paran a pensar en las atrocidades que se cometen al lado suyo, como si nada de eso fuera con ellos.  Repito, como película, como conjunción de disciplinas estéticas y sonoras, me parece excepcional, de lo mejor que se ha visto últimamente, pero, personalmente, pienso que su argumento se queda cojo e incluso me atrevería a decir que tanta belleza formal resulta inútil cuando no existe ni la más leve sombra de moraleja, cuando ninguno de los malos recibe ni siquiera una mínima parte del castigo ejemplarizante que les correspondería.  Llamadme ingenuo, pero tanta atrocidad no me deja indiferente y no soporto que los que las perpetraron no salgan escarmentados, que es como decir que el Mal no tiene consecuencias para el que lo perpetra.

Luis Campoy

Calificación: 8,5 (sobre 10)


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