Cine actualidad/ "EL RAPTO"
Secuestro religioso
La última película del antaño famoso realizador de “El diablo en el cuerpo” (1986), el italiano Marco Bellocchio, es “El rapto” (“Rapito” / “Kidnap”) y la acaba de estrenar a la bonita edad de 84 años. “El rapto” pone en imágenes, en poderosas imágenes, un suceso real acaecido en 1858, cuando los soldados del Papa Pío IX arrancan de los brazos de sus padres (es decir, literalmente lo secuestran) a un niño judío de siete años sólo por el hecho de que una criada lo había bautizado a escondidas. En contra de lo que reza el absurdo titular de la revista “Fotogramas”, obviamente no nos hallamos ante un “relato antisemita” sino a uno anticatólico, que pone en evidencia los abusos y desmanes que la Iglesia llevaba a cabo por aquel entonces, y hasta mucho después, amparándose en sus eternas amenazas de la condenación y el Infierno para quienes mueren sin haber sido bautizados.
La película narra, en paralelo,
los intentos desesperados de la familia Mortara por recuperar a su hijo, y los
del Papa y sus sacerdotes por convertirlo a la liturgia cristiana. El pequeño Edgardo y sus padres vendrían a
ser las víctimas de las maquinaciones de un Papa, a punto dejar de ser
omnipotente, que se erige en despiadado villano. En una sociedad abrumada por el poder papal y
el peso secular de la Iglesia, los judíos malviven en guetos casi como si no
tuvieran derecho a existir, pero las cosas están a punto de cambiar… violentamente.
La dirección de Bellocchio es
vigorosa, y se beneficia de una fotografía espléndida y un vestuario
prodigioso, aunque la banda sonora de Fabio
Massimo Capogrosso es absolutamente excesiva, propia de un film de terror
granguiñolesco. Hombre, de alguna manera
sí asistimos a una abducción narrada como si se tratase de un hecho terrorífico,
pero esos subidones de volumen en materia musical rompen una y otra vez el
necesario realismo, recordándote que estás presenciando una dramatización.
Con Fausto Russo Alesi y Barbara
Ronchi interpretando a los Mortara y un Paolo Pierobon que, sabedor de su parecido físico con Anthony
Hopkins, se come la pantalla en cada intervención, “El rapto” me ha causado una gran impresión que, asimismo, me ha
hecho reflexionar. Lo que la película
nos cuenta, a partir del socorrido “basado en hechos reales”, es un suceso
acecido casi tres siglos atrás, en otro tiempo, en otro país y en el seno de
otra sociedad, pero ¿realmente nos es tan ajeno? Porque, pensándolo bien, todos los que nos
hemos criado en un país de alta penetración de la fe católica, como es el
nuestro, también hemos sido “raptados” al ser sometidos a un bautismo que nos
hace pertenecer a un rebaño que no hemos elegido, convencidos nuestros padres
de que hacían lo correcto, temerosos de que una muerte súbita nos privara del
acceso a la salvación y el Paraíso. Incluso
la mayoría de nosotros, sin darnos cuenta conscientemente, hemos “obligado” a
nuestros hijos a continuar transitando ese mismo camino, que tampoco han tenido
ocasión de elegir. En teoría, el
sacramento de la Confirmación es lo que determina la adhesión definitiva a la
familia cristiana, pero, en la práctica, desde que se vierte el agua bendita
sobre la frente de un bebé, se le impulsa a formar parte de un club del que no le
será tan fácil darse de baja…
Luis Campoy
Calificación:
7,5 (sobre
10)
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