Las películas de mi vida/ "UNA NOCHE EN LA OPERA"
Humor, lírica y caos
A Night At The Opera
USA, 1935
Director: Sam Wood
Productor: Irving Thalberg
Guión: George S. Kaufman, Morrie Ryskind, según
una historia de James Kevin McGuinness
Música: Herbert Stothart
Fotografía: Merritt B. Gerstad
Montaje: William LeVanway
Dirección
Artística: Cedric
Gibbons
Reparto: Groucho Marx (Otis B. Driftwood), Chico Marx (Florentino), Harpo Marx (Tomás),
Allan Jones (Riccardo Barone), Kitty Carlisle (Rosa Castaldi), Walter King (Rudolfo
Lassparri), Margaret Dumont (Sra. Claypool), Sig Ruman (Herman Gottlieb), Robert
Emmett O’Connor (Detective Henderson)
Duración: 96 min.
Distribución: Metro-Goldwyn-Mayer
Un minúsculo camarote
de barco se va llenando de personajes de lo más variopinto, que se van
disponiendo primero unos junto a otros y, más tarde, los unos encima de los
otros, hasta que, al abrirse la puerta, la multitud se desparrama desordenada y
caóticamente en una avalancha liberadora.
La secuencia, una de las más famosas de la Historia del Cine y que por
sí misma ha acabado definiendo a cualquier situación de descontrol o
directamente de desmadre (“Esto parece el camarote de los hermanos Marx”),
pertenece a la divertidísima “Una noche en la ópera” (1935), el primer
film que Groucho y compañía rodaron para Metro-Goldwyn-Mayer…
Al fallecer su
acaudalado esposo, la ingenua señora Claypool se encuentra en posesión de una
fortuna de ocho millones de dólares, con los que espera poder ser admitida en
la alta sociedad neoyorquina mediante el patrocinio de alguna actividad
cultural que le proporcione el suficiente renombre. Un avispado pero simpático truhán, Otis B.
Driftwood, la convence para que invierta en la creación de una compañía de
ópera que deberá tener como reclamo la presencia del mejor cantante del
momento. Cuando Driftwood cree haber
contratado al famoso tenor Rudolfo Lassparri, se da cuenta de que otro par de
pillos, Florentino y Tomás, le han engañado y a quien ha firmado ha sido al
joven corista Riccardo Barone, enamorado de la soprano Rosa Castaldi, a la que
Lassparri pretende seducir. Después de
una indescriptible travesía en barco desde Milán a Nueva York, la troupe
operística debe poner en marcha la representación de la famosa Il Trovatore,
durante la que Tomás y Florentino harán lo posible para que el éxito y el amor
acompañen a Riccardo y Rosa, dejando de paso en ridículo al egocéntrico
Lassparri…
Hijos del matrimonio de
inmigrantes formado por el sastre alsaciano Samuel Marx y la profesora de
música y canto alemana Minnie Schönberg, los famosísimos Hermanos Marx nacieron
todos ellos en Nueva York, la gran metrópoli estadounidense, donde sus padres se
habían conocido en 1880. El primero en venir
al mundo fue Manfred (1885), que fallecería de gripe siete meses después; le siguieron
Leonard (alias “Chico” en 1887), Adolph (“Harpo”, 1888), Julius Henry (“Groucho”,
1890), Milton (“Gummo”, 1892) y Herbert (“Zeppo”, 1901). Desde muy niños y bajo la dirección de Mamá
Minnie, hija ella misma de una familia de cómicos de vodevil, los Hermanos Marx
comenzaron a realizar diversas interpretaciones itinerantes, ya fuese como
actores, cantantes o instrumentistas (Chico tocaba el piano, Groucho la
guitarra y Harpo el harpa, de la cual, dicen, se derivó precisamente su
apodo). Después de algunos años
representando comedietas o musicales en escenarios de medio pelo, debutaron en
Broadway en 1925 con “Los cuatro cocos”, cuyo éxito les valió en 1929 el salto
al cine comercial con una adaptación de esta última obra (en 1921 ya habían
rodado una película “maldita”, “Humor Risk”, que sólo pudo verse en una premiere
que resultó tan desastrosa que el propio Groucho quemó el único negativo
existente), a la que seguiría la transformación en largometraje de otro
espectáculo anterior, “El conflicto de los Marx” (1930). Por aquel entonces, Gummo ya había abandonado
la formación al darse cuenta de que actuar no era lo suyo; en cuanto a Minnie,
que había ejercido como mánager inflexible del quinteto, apenas pudo
presenciar en cines el estreno de la primera película de sus retoños, ya que
falleció de un infarto en Septiembre de 1929.
Las siguientes películas de los Marx fueron “Pistoleros de agua dulce”
(1931), “Plumas de caballo” (1932) y la exitosa “Sopa de ganso”
(1933), todas ellas producidas por Paramount Pictures. Tras una pausa de 2 años, Chico Marx le ganó
una partida de póker al magnate de Metro-Goldwyn-Mayer, Irving
Thalberg, quien le hizo ver que sus películas con Paramount contenían gags
muy divertidos pero carecían de un auténtico hilo argumental, algo que él se
comprometía a solucionar si firmaban un contrato con la Metro. Fue así como nació el proyecto para dar a luz
“Una noche en la ópera” (1935), cuyo argumento sería esbozado por James
Kevin McGuinness (“Tarzan y su compañera”, “Mares de China”)
y desarrollado por George S. Kaufman (“El conflicto de los Marx”,
“La novia del gangster”, “Cena a las ocho”, “Escándalos romanos”)
y Morry Ryskind (“Los cuatro cocos”, “El conflicto de los Marx”),
con aportaciones puntuales de Al Boasberg y el mismísimo ¡Buster
Keaton! (estos dos últimos sin acreditar).
El reparto del nuevo
film lo encabezarían, como no podía ser de otra manera, los inimitables
Hermanos Marx: Groucho daría vida al
simpático sinvergüenza Otis B. Driftwood; Chico sería Fiorello (Florentino en
la versión española), el rufián de acento italiano; Harpo se convertiría en
Tomasso (Tomás para España), el sempiterno y encantador “mudo” cuyas cuerdas
vocales, en realidad, funcionaban perfectamente, si bien se negó a utilizarlas
en los escenarios y la pantalla cuando un crítico de Illinois sentenció en 1913
que “Harpo poseía una gestualidad extraordinaria pero, cuando hablaba, su
carisma se desvanecía”; por lo que respecta al último integrante del cuarteto
familiar, Zeppo, prefirió colgar las botas y oficiar a partir de entonces como
representante de sus hermanos, la misma labor que en el pasado había desempeñado
la difunta Minnie. En el elenco de secundarios
destacaría la habitual e insustituíble Margaret Dumont (Señora Claypool),
especializada en interpretar a viudas millonarias a las que Groucho pretendía
beneficiarse, rol que había ejecutado tanto en el teatro como en las 5
películas precedentes; en la vida real, Dumont y Groucho fueron, como mínimo,
“buenos amigos”·hasta el final de sus días, aunque el descubrimiento de ciertas
cartas comprometedoras revelaría que entre ambos llegó a existir una hermosa
historia de amor. Allan Jones,
joven tenor que pugnaba por competir con Nelson Eddy como galán cantante,
obtuvo el rol de Riccardo Barone; como curiosidad, decir que Allan Jones fue el
padre del también conocido Jack Jones, quien, entre otros méritos, es conocido
por haber interpretado la famosísima sintonía de la serie “Vacaciones en el
mar”. Kitty Carlisle, que
había debutado en el cine en 1934 pero llevaba años labrándose un futuro como diva
de operetas (incluso se permitió el lujo de rechazar una proposición de
matrimonio del ilustre George Gershwin) dio vida a la dulce Rosa Castaldi, en
tanto que Walter Woolf King, barítono en la vida real, hubo de ser
doblado en las canciones por el tenor Tandy MacKenzie, con el fin de ser
creíble como el atildado villano Rudolfo Lassparri. Finalmente, Sig Ruman, de origen
alemán y que más adelante realizaría una memorable composición como el Coronel “Campo
de concentración” Erhardt en “Ser o no ser” (1942), culminó su primera
colaboración con los Hermanos Marx incorporando al petulante Herman Gottlieb,
rival de Driftwood por los amores (y los millones) de la señora Claypool.
El realizador al que Metro-Goldwyn-Mayer puso al frente de “Una noche
en la ópera” fue el ya veterano Sam Wood, antiguo
ayudante de dirección de Cecil B. De Mille del que se había independizado en
1920 y que, en apenas 15 años de carrera, ya había filmado nada menos que ¡48
películas!. El no menos experimentado Edmund
Goulding, quien finalmente no figuraría en los títulos de crédito, dirigió las
secuencias operísticas que abren y cierran el film. La dirección artística fue obra del legendario
Cedric
Gibbons, cuya personal impronta poseían casi todos los films de MGM, mientras
que Dolly Tree diseñó los figurines y vestuarios. El artífice de la cinematografía de "La
parada de los monstruos”, Merrit B. Gerstad, fue el
director de fotografía, y William LeVanway (“Amor
en venta”, “Luisiana” “Mares de China”) ejerció como
montador. El apartado musical se
encomendó a Herbert Stothart (“La
isla del tesoro”, “David Copperfield”, “Anna Karenina”, “Mares
de China”), aunque obviamente hubieron de incluirse diversas piezas
pertenecientes a las óperas “Payasos” (“Pagliacci”, 1892) de Ruggero
Leoncavallo y “El trovador” (“Il Trovatore”,
1853) de Giuseppe Verdi. Las dos canciones originales incluídas en la
banda sonora del film fueron la romántica “Alone”, con música de Nacio
Herb Brown y letra de Arthur Freed (es
decir, los artífices de “Cantando bajo la luvia”) y la pegadiza “Cosi-Cosa”,
de Bronislaw
Kaper (música) y Walter Jurmann (letra);
ambas fueron interpretadas por Kitty Carlisle y Allan Jones.
La celebérrima escena a la que aludíamos al principio, la que transcurre
en el diminuto camarote número 58 del S.S. Americus, en el que llegan a juntarse
hasta ¡15! personajes
(Driftwood, Florentino, Tomás, Riccardo, dos doncellas, el fontanero y su
ayudante, la manicura, la sobrina de la tía Micaela, la limpiadora y los cuatro
camareros con las bandejas de la cena), a punto estuvo de no aparecer en el
montaje final de la película. Siguiendo
la costumbre adquirida durante sus años como artistas de vodevil, los Marx crearon
un espectáculo ambulante con el fin de ir testando ante el público algunos de
los 175 gags que iban a aparecer en la película. El número del camarote, creado por Al
Boasberg, era el que menos carcajadas arrancaba en los teatros, por lo que los
guionistas “oficiales” propusieron eliminarlo del film, algo a lo que,
afortunadamente, se opuso Thalberg, alegando, como así sucedió, que, visto en
una pantalla, ese gag sería, precisamente, el que mejor iba a funcionar.
El primer montaje de
la película duraba 115 minutos, pero no convenció a todo el mundo. El guionista principal George S. Kaufman se
quejó de que, como siempre venía sucediendo, la inmensa mayoría de sus diálogos
habían sido alterados a su antojo por los Marx; Sam Wood decidió aligerar
varias escenas que ralentizaban el ritmo vertiginoso que él quería imprimir; y
el todopoderoso gerifalte de MGM, Louis B. Mayer, exigió que se cortara
una secuencia inicial en la que Groucho, Chico y Harpo rugían ante la cámara
imitando a Leo The Lion, el famoso “León de la Metro”. Con exactamente nueve minutos menos, el film
pareció mejorar sustancialmente a los ojos de sus principales responsables, que
fijaron su fecha de estreno para el 15 de Noviembre de 1935 (1 de Junio de 1936
para España, o sea, un mes y medio antes del estallido de nuestra Guerra Civil). “Una noche en la ópera” se convirtió
casi de inmediato en la película más taquillera de los Hermanos Marx,
obteniendo una recaudación global de 1.815.000 dólares (el presupuesto había
sido de 1.057.000) y constituyendo uno de las cumbres de su éxito, junto con “Sopa
de ganso”.
Aunque es cierto que
“Una noche en la ópera” fue la película “marxista” con una historia más
elaborada y congruente, lo que de ella se recuerda son los geniales gags que
nunca dejarán de hacernos reir: el de “Todo
en usted me recuerda a usted… excepto usted” (Groucho a la Sra. Claypool);
obviamente, el del camarote, con una puesta en escena extraordinaria y aquella
coletilla recurrente de “…y dos huevos duros”; el fallido discurso de
Harpo mientras bebe agua sin parar y la barba falsa se le va derritiendo; y,
por supuesto, el memorable “la parte contratante de la primera parte…”
que interpretan Groucho y Chico mientras van rasgando las partes del contrato
que no les convencen. Se trata de un
humor evolucionado del cine mudo y el slapstick, en el que lo puramente
físico y visual va alternándose con lo verbal e intelectual, abrazando un
surrealismo que no pasa de moda, pareciendo que muchos de sus diálogos hubieran
sido escritos hace apenas unas horas. Al
igual que otros exponentes del “humor judío” como Woody Allen o Mel Brooks,
Groucho Marx es experto en burlarse de los temas que más nos avergüenzan como
seres humanos (la avaricia, la explotación laboral, las falas apariencias, la
desigualdad social…), consiguiendo que sepamos reirnos de nosotros mismos.. Los chicos del grupo Queen tomaron buena nota
del título (y de la leyenda) de esta película, bajo el que presentaron su
mítico álbum homónimo exactamente cuarenta años después.
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