DO SVIDANIYA, ISPANIYA (algo así como "Adiós, España”)
Tras cuatro años memorables en
los que cosechamos un gloria internacional inaudita (Eurocopa de Austria/Suiza
de 2008; Mundial de Sudáfrica de
2010; Eurocopa de Polonia/Ucrania de
2012), nuestra Selección española de fútbol encadena tres fracasos estrepitosos
y consecutivos en las siguientes competiciones en las que ha concurrido
(Mundial de Brasil 2014; Eurocopa de Francia
2016; Mundial de Rusia 2018). Hace ahora veinticuatro horas que se nos
quedó a todos una cara de memos y gilipollas que nos va a costar erradicar, al
menos hasta que un nuevo triunfo (cuando quiera que llegue) nos devuelva el
buen sabor de boca; pero ¿realmente lo
sucedido ayer en el Estadio Olimpico Luzhniki de Moscú nos pilló a todos por sorpresa…?
Todavía hoy, mi señor padre (nada
menos que 92 lúcidos años) sigue insistiendo en que, a pesar de que fue Vicente
del Bosque quien se llevó los mayores laureles tras erigirse España en Campeona
del Mundo en 2010, el mérito de haber construido un combinado ganador fue del
llorado Luis Aragonés (Hortaleza, 1938-Madrid, 2014). Efectivamente, a Aragonés le cabe el mérito
de no sólo haber seleccionado a los hombres adecuados, sino de haber sabido conjuntarlos
y aleccionarlos hasta que moralmente se vieron prácticamente obligados a
alzarse con la victoria (Xavi Hernández nunca ha ocultado que fue entonces
cuando descubrió su auténtico potencial, y el ex-Niño Fernando Torres me temo
que nunca ha rayado a un nivel tan alto).
Las buenas maneras y la campechanía de Del Bosque lograron mantener y
aun mejorar la herencia recibida, y de este modo se completó el trío de Copas
que nos auparon a la cima del Mundo. Claro
que también la caída fue dura y dolorosa….
Los futbolistas sólo son mitos
una vez retirados, porque, cuando están en activo, es sorprendente lo fácilmente
que se les convierte de héroes a villanos, mayormente cuando la edad les
conduce a un comprensible deterioro físico y creativo. Desde luego, el tiempo no pasa en balde para
nadie, y así fue como Xavi Hernández, Xabi Alonso, Carlos Marchena, David Villa,
Fernando Torres e incluso quien parecía Santo y Eterno, Iker Casillas, entraron
en la decadencia cuyo peaje el tiempo exige a todos, y, tal vez con algo de
retraso, también Del Bosque abdicó. A
alguien se le ocurrió que su sucesor ideal podría ser el antiguo guardameta Julen
Lopetegui, quien por aquel entonces oficiaba como seleccionador Sub-21, y de
este modo comenzó un periplo de dos años que pretendía eclosionar con éxito en
el Campeonato del Mundo a celebrar en la Rusia de Putin.
No nos engañemos: el juego de la España de Lopetegui nunca fue
tan bonito, alegre y vistoso como el que diseñaron Aragonés y Del Bosque. Sin embargo, es cierto que los resultados sí
acompañaron, y las derrotas parecían estar conjuradas al tiempo que Isco, De Gea,
Carvajal, Asensio o Kepa iban adquiriendo mayor protagonismo en las listas elaboradas
por el técnico vasco. Y aunque en los últimos
encuentros amistosos previos al Mundial ya se produjeron diversas señales poco
optimistas que ninguno quisimos apreciar, el verdadero terremoto se produjo el
martes 12 de Junio de 2018 cuando, ya en Rusia, el Real Madrid emite un
comunicado anunciando que Julen Lopetegui será su entrenador en cuanto concluya
la cita mundialista.
El inoportuno anuncio del Madrid
divide de inmediato a los aficionados:
algunos defendían que el club de Florentino Pérez tenía todo el derecho
del mundo a contratar al técnico que consideraban más idóneo, mientras que otros
en lo que nos fijamos fue no en el derecho (incuestionable) sino en las formas
y, sobre todo, en la (in)oportunidad del momento elegido para lanzar la bomba
informativa. Pero vayamos un poco más
lejos: ¿os imagináis que, en lugar del
Madrid, hubiera sido el Barcelona quien hubiera negociado clandestinamente con
el seleccionador de España, y proclamado su contratación a escasas horas del
inicio de un Campeonato del Mundo?
Obviamente, todos ésos que ahora defienden la “legítima actitud” de la
entidad blanca hubieran prorrumpido en un aluvión de críticas que a mí me
habrían parecido totalmente razonables y atinadas. Uno de los que más ofendidos se sintió, como
no podía ser de otra manera, fue el recién nombrado Presidente de la Federación
Española de Fútbol, Luis Rubiales, que se enteró prácticamente al mismo tiempo
que el resto de los mortales de que su Seleccionador había negociado en secreto
con un club que no tuvo la delicadeza de informar a la Federación de la
existencia de tal acuerdo. Ante Rubiales
se desplegaban, básicamente, dos posibilidades: una, mantener a Lopetegui como si nada hubiera
pasado, anteponiendo la estabilidad y el sosiego anímico de los futbolistas al
lógico ataque de cuernos que tanto le había cabreado; y dos, cesar de inmediato al traidor, que al
fin y al cabo era un empleado desleal en el que ya no podría confiar. Sorprendentemente (yo, al menos, no me lo
esperaba), Lopetegui fue destituido ipso facto y reemplazado por un renuente
Fernando Hierro, director deportivo del combinado nacional, que se resistió
todo lo que pudo hasta que no le quedó otro remedio que aceptar el marrón.
Como ha quedado dicho
anteriormente, el juego desplegado por la España de Lopetegui en los últimos
encuentros había sido discreto y regular, por no decir mediocre. Sin embargo, el partido de debut en el
Mundial fue todo un partidazo (3-3 frente a Portugal), y los goles de Diego
Costa hicieron que los errores del portero De Gea quedaran en segundo plano. Sin embargo, las sensaciones ante Irán (0-1)
y Marruecos (2-2) fueron eminentemente negativas, y todos los españolitos
estuvimos de acuerdo en que “la España de Hierro” precisaba de algunos
cambios: dotar de mayor solidez a la
defensa, de más acierto a la delantera y, sobre todo, sentar a De Gea en
beneficio de Kepa o incluso de Pepe Reina.
Mas quien estaba al mando sólo quiso o sólo supo complacernos a
medias. Maquilló un poco el centro del
campo (Koke por Thiago y Marco Asensio por el heroico Iniesta), pero mantuvo
bajo palos al guardameta más cuestionado de nuestra Historia reciente, y en
punta a un Costa que pedía a gritos un descanso o, como mínimo, un compañero. Por si fuera poco, se trataba de enfrentarnos
a la selección anfitriona del Campeonato, misión imposible para nosotros desde
que el mundo es mundo, y de la conjunción de todos estos factores devino un
desastre que tampoco era tan difícil de prever…
Admito que el Fernando Hierro que
ha mordido el polvo con la España de 2018 me ha acabado por caer mejor que su
versión de hace un par de décadas, cuando se jactaba de no haber leído jamás un
libro. Con todo, su poca experiencia
como entrenador, sus decisiones no siempre entendibles y, sobre todo, su
excesiva lealtad a los patrones de juego que había visto ejecutar a Lopetegui
nos han acabado por condenar a todos. El
partido de ayer fue soporífero y aburrido (posesión tan abrumadora como
estéril, pases horizontales o hacia atrás, ausencia de disparos a puerta), no
muy diferente de aquéllos en los que el Barça (referente innegable del estilo
que en su día forjaron Aragonés y del Bosque) se tropieza una y otra vez ante
rivales que aparcan el autobús ante su portería y fían todo a los dos o tres
contraataques que pueden armar a lo largo de los noventa minutos. Para más INRI, no fueron 90 sino 120 los
minutos que tuvimos que sufrir, y, después de éstos, la temida tanda de
penalties en los que David De Gea pudo haber pasado de Enemigo Público Número Uno a Héroe
Nacional…. pero no cayó esa breva.
Conclusión: nos volvemos para casa en Octavos, con el
rabo entre las piernas y la certeza de que, ahora sí, hace falta una auténtica
revolución para que esta Selección pueda volver a vencer y convencer. Lo más lógico y normal es que Fernando Hierro
no continúe ni un minuto más como seleccionador (se rumorean nombres como los
de Michel, Quique Sánchez Flores o incluso Luis Enrique para sustituirle), y ya
sabíamos desde hacía tiempo que Gerard Piqué (¿a quién silbarán a partir de
ahora?) y el gran Andrés Iniesta se iban a despedir tras concluir su
participación en el campeonato… y puede que no sean los únicos… Esperemos que Rubiales tome las decisiones
adecuadas y sepa dar con la tecla que no desafine y complazca a todos por igual,
porque la decepción masiva que sufrimos ayer demuestra una vez más que, hoy por
hoy, el fútbol sigue siendo el Deporte Rey en esta nuestra monárquica España.
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