El día que murió la música
“No recuerdo si lloré
cuando leí acerca de esa novia enviudada,
pero algo me tocó aquí adentro
el día que murió la música”
Los versos arriba citados
pertenecen a la canción “American Pie”, compuesta por Don McLean en 1971, y en
la que rememoraba un trágico suceso que conmovió a la industria del rock’n’roll
a finales de los años 50 del siglo pasado.
Como muchos otros, McLean pensaba que a veces el caprichoso destino trunca
las carreras más prometedoras, y que los que se quedan tal vez nunca llegarán a
las cotas que los fallecidos hubieran podido alcanzar…
A mediados de 1955 y cuando
contaba apenas 19 años de edad, un joven músico llamado Charles Hardin Holley
estaba llamado a convertirse en la alternativa más sólida a Elvis Presley. Con el seudónimo de Buddy Holly, el muchacho estaba
abriéndose camino y las compañías discográficas empezaban a rifárselo, al
tiempo que él abandonaba diversos dúos y tríos para liderar su propia
formación, “Buddy Holly y los Crickets”.
Los éxitos se sucedían, y sus singles “That’ll Be The Day” y, posteriormente,
“Peggy Sue”, ascendieron a las primeras posiciones de las listas de ventas.
Paralelamente, un chico de
ascendencia mexicana llamado Ricardo Esteban Valenzuela Reyes, conocido
artísticamente como Ritchie Valens, saboreaba las primeras mieles de la gloria
con sus sencillos “Donna” y sobre todo “La Bamba”, un huracán proveniente del
país de sus ancestros que Valens interpretaba a ritmo de rock. Ritchie (de dieciséis años) había conseguido
lo impensable hermanar la música popular chicana con el rock and roll, y lograr
que todo tipo de públicos disfrutaran de ella.
El tercer vértice de nuestro
triángulo era Jiles Perry Richardson, un disc jockey y cantante de Texas quien,
bajo el sobrenombre de The Big Bopper, se hizo muy popular con el tema “Chantilly
Lace”, que en 1958 fue la tercera canción más escuchada en las radios de
Estados Unidos.
El caso es que, tras una
temporada de sequía artística y de ausencia de éxitos, Buddy Holly se separó de
su banda The Crickets y, a requerimiento de su compañía discográfica, se avino
a participar en una tournee por 24 ciudades del Medio Oeste norteamericano. La gira, conocida como “Winter Dance Party” (“Fiesta
del Baile de Invierno”), se iba a celebrar durante apenas tres semanas, lo que
obligaría a los participantes a machacarse en agotadoras jornadas en
autobús. Como podréis adivinar, los
otros miembros del tour fueron Ritchie Valens y The Big Bopper, además de varios
músicos como Waylon Jennings (futura estrella del country) y la banda juvenil
Dion And The Belmonts. Durante la gira, que
estaba teniendo una formidable acogida por parte del público, se produjo una
multitudinaria actuación en el Surf Ballroom de Clear Lake, Iowa. Aquella noche aciaga, el frío alcanzaba
niveles nunca vistos, y los músicos, que tenían que viajar toda la noche para
actuar al día siguiente en Moorhead, Minnesota, se encontraron con la desagradable
sorpresa de que el viejo autobús en que debían desplazarse tenía averiado el
sistema de calefacción. Ante la perspectiva
de pasar una noche de mil demonios por entre gélidas carreteras nevadas, a
Buddy Holly se le ocurrió la magnífica idea de alquilar una avioneta con la que
viajar en primera clase. Pero su
presupuesto no daba para muchos lujos, y sólo pudo conseguir una en la que
tendrían cabida tres pasajeros y el piloto.
Holly ocuparía una de las tres plazas, Valens ganó su sitio jugándoselo a
cara o cruz y, finalmente, The Big Bopper, aquejado de una fuerte gripe, le
pidió a Waylon Jennings que le cediera el asiento que inicialmente le
correspondía. A punto de subirse al
avión, Buddy Holly le soltó a Jennings lo que pretendía ser una broma
inocente. “Ojalá os congeléis en el
autobús”, a lo que Waylon le replicó, no menos ingenuamente: “Ojalá vuestro avión se estrelle”. La bromita le perseguiría hasta el último de
sus días…
La avioneta, una Beechcraft
Bonanza, tenía como piloto a un tal Roger Peterson, demasiado joven e inexperto
para volar en medio de la nevada nocturna.
Cuando, al día siguiente, el aeropuerto de destino, Fargo (Dakota del
Norte), informó de que la aeronave de los músicos todavía no había aterrizado, cundió
el pánico y las sospechas se confirmaron horas después. Los restos del aparato se hallaron en mitad
de un campo de maíz situado a apenas ocho kilómetros de Clear Lake, y solamente
el cuerpo sin vida del piloto permanecía en el interior. Los cadáveres de Buddy Holly, Ritchie Valens
y The Big Bopper se hallaban esparcidos
tras haber salido despedidos del aparato. Según la Junta de Aeronáutica Civil, el mal
tiempo, la ventisca y la ausencia de luna, unidas a la falta de preparación del
aviador, fueron la causa del accidente, si bien luego se supo que un revólver
perteneciente a Buddy Holly fue hallado en las proximidades del lugar, lo que
durante muchos años dio pábulo a la difusión de rumores nunca confirmados.
Lo único cierto es que aquella
fría madrugada del 3 de Febrero de 1959, tres estrellas del firmamento musical
se apagaron para siempre, cuando apenas estaban comenzando a brillar. Quizás Don McLean exageró un poco, quizás no,
pero para la Historia ha quedado la leyenda de que aquel día de invierno, la
Música murió.
Comentarios
La padadoja es que murieron antes de comenzar LA DÉCADA PRODIGIOSA ¿Qué hubiese pasado si no hubiesen muerto?