Cine actualidad/ "CINCUENTA SOMBRAS DE GREY"

Sadomasoquismo de baratillo

Cada cierto tiempo, surje alguna película que agita las conciencias y provoca a los públicos de todo el mundo, a causa de su contenido religioso, violento o simplemente sexual.  La agitación de índole religiosa es la más peligrosa en sí misma (que se lo digan a los caricaturistas de Charlie Hebdo), la violencia no hace sino generar más violencia y, consecuentemente, es el sexo lo que acaba por catapultar a un film a la fama instantánea.  Si en décadas anteriores títulos como “Emmanuelle”, “Historia de O”, “El último tango en París”, “El imperio de los sentidos”, “Nueve semanas y media”, “Jamón, jamón” o “Las edades de Lulú” reventaron las taquillas de aquellos cines en los que se exhibían, en pleno siglo XXI es la ya archifamosa “Cincuenta sombras de Grey” la que ha conseguido captar a una legión de espectadores o bien conocedores del libro de E.L. James o simplemente moscones atraídos por la miel del despelote generoso y el multitudinario latigazo a la moral…

Anastasia “Ana” Steele es una estudiante de literatura más bien timorata cuya existencia cambia radicalmente cuando conoce el joven millonario Christian Grey, fanático del control y amigo de prácticas sexuales poco edificantes.  Como es lógico, Ana y Christian acabarán enamorándose, o, al menos, compartiendo las sombrías aficiones del señor Grey….

La novela de E.L. James “Cincuenta sombras de Grey” se publicó en 2011 y su contenido erótico-marujil no pasó desapercibido:  fue superventas en todo el mundo, dio origen a dos secuelas literarias (“Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas”) y se rumorea que, entre los tres volúmenes, se han llegado a vender más de 31 millones de libros, que se dice pronto.  Ante un éxito tan colosal, era obvio que el cine acabaría fijándose en Christian y Anastasia antes o después, y, como consecuencia de ello, los exhibidores cinematográficos del planeta andan frotándose las manos desde el pasado fin de semana…  mientras los verdaderos cinéfilos todavía estamos preguntándonos cómo y, sobre todo, por qué…

No he leído el libro ni tengo la menor gana de hacerlo, pero el desconocimiento de una base literaria no impide la valoración de una obra cinematográfica en sí misma.  El caso es que, desde el mismo inicio hasta el lejanísimo final de “Cincuenta sombras de Grey”, tuve la sensación de que la directora Sam Taylor-Johnson nos había tomado el pelo con premeditación y alevosía.  Un cine rebosante, yo en la segunda fila con principio de tortícolis, y en la pantalla un almibarado y cutrísimo recital de mohínes, gemidos, labios humedecidos, tetas sonrosadas y traseros casi siempre femeninos.  Mas lo peor no es lo que se visualiza, sino el trasfondo semántico que lo sustenta.  Tanto follón porque Mr. Grey está empeñado en que la buena de Anastasia le firme un contrato de sumisión, y resulta que la enorme y terrible vejación a la que desea someterla es… ¡la aplicación de media docena de correazos en el culo!.

Ni siquiera la sentida composición de Dakota Johnson (ex hijastra de Antonio Banderas) y el lujoso diseño de producción de “Cincuenta sombras de Grey” consiguen hacer olvidar la banalidad, estulticia e insulsez (vamos, casi “insultez”) que inundan la pantalla.  Mal que nos pese, la bobería más almibaraba se ha asentado en nuestras vidas.

Luis Campoy

Lo mejor:  Dakota Johnson, el diseño de producción
Lo peor:  la insensata campaña mediática alrededor de tamaño disparate
El cruce:  “Historia de O” + “9 semanas y media” + “Rompiendo las olas”

Calificación:  4 (sobre 10)

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