Cine actualidad/ “EL HOBBIT: La Batalla de los Cinco Ejércitos”
Adiós
a la Tierra Media
La nostalgia y la tristeza me
envolvían mientras presenciaba el estreno de “El Hobbit: La batalla de los Cinco Ejércitos”. De algún modo (o de todas las maneras), esta
tercera entrega de la saga iniciada en 2011, colofón a la segunda gran trilogía
tolkieniana, suponía el punto y final a un maravilloso viaje de partida y no
regreso a una Tierra Media en la que hemos vivido inolvidables experiencias
desde hace 13 años...
Tengo especial simpatía hacia las
películas que empiezan desde lo más alto, con una set piece o “escena cumbre”
ya en sus minutos iniciales. “La Batalla
de los Cinco Ejércitos” es el súmmum de esa categoría; de hecho, no recuerdo haber visto jamás una
entrega de una saga en la que se disimulara menos el hecho de que simplemente
continuaba la acción interrumpida en el capítulo anterior. Sin ningún tipo de preámbulo o introducción,
el primer fotograma enlaza con el último de “La Desolación de Smaug”, con el
dragón encaminándose ominoso hacia la Ciudad del Lago. Mas una vez concluída la secuencia en
cuestión, el ritmo decae progresivamente hacia un valle de inacción en el que
uno tiene tiempo de hacerse no pocas preguntas sin respuesta (del tipo “¿Cuándo
leches va a volver a pasar algo?”), hasta que, hacia el final del metraje, se
desencadena la batalla que da título a la película y uno se olvida de todo y
vuelve a disfrutar (casi) como un crío.
Al igual que comentábamos aquí
con motivo del estreno de “Los Juegos del
hambre: Sinsajo Parte 1”, la
sensación de que estamos asistiendo no a una película completa sino a una
fracción de otra (u otras) sobrevuela demasiadas veces por el patio de butacas,
lo cual se hace especialmente molesto tratándose, como todo el mundo sabe, de
la adaptación de un libro de apenas 300 páginas en las que los guionistas han
añadido morralla a tutiplén. Estoy seguro
de que, si esa “Versión del Director” que se editará en DVD a no mucho tardar,
fuese la “Edición Resumida” y no la “Edición Extendida”, podríamos hablar de
una gran obra de aventuras épicas; por
el momento, sólo se me ocurre pensar en un chicle masticado y alargado
irregularmente. Claro que, en definitiva,
hollamos esa mágica Tierra Media, con sus mismos asombrosos paisajes y sus
mismos encantadores personajes (hobbits, enanos, humanos, orcos, trasgos,
etc.), y de vez en cuando se nota la misma mano maestra con la que el director
Peter Jackson nos enamoró a principios de siglo, de modo que uno acaba
dejándose llevar y el desenlace sí es impactante y apasionante e incluso
emocionante…
Lo que no termino de entender es
por qué, cuanto más avanza la tecnología digital (al menos, la desarrollada por
la empresa Weta), los efectos visuales se notan cada vez más y no cada vez menos. Tengo la sensación de que no hay ni un solo
plano en la película en la que el ordenador no haya tenido un innecesario
protagonismo, y eso canta que da gusto no sólo en las (impresionantes) panorámicas
de las batallas, sino también, y esto es lo más irritante, en los primeros
planos de algunos actores. Que sí, que
ya sé que Orlando Bloom tiene 37 años y tiene que aparentar que es incluso más
joven de lo que aparecía en “La Comunidad del Anillo”, pero esa espesísima capa
de maquillaje photoshopeado le confiere un aspecto más bien ridículo (a Cate
Blanchett también) que te priva de la emoción que en otros momentos te embarga. Un poco triste que Peter Jackson no haya
entendido que sus tres primeros films sobre el Anillo eran grandes porque la
espectacularidad nacía de dentro hacia afuera, y no sólo basándose en el
cegador poder de la informática, como pretende ahora.
A nivel de guión, era inevitable
la existencia de terribles bajones en la historia, y es fácil darse cuenta de
que, nada más desvanecerse la amenaza del dragón, todo lo que acontece en
relación a la Ciudad del Lago y sus pobladores es un punto negro de
proporciones dantescas: no sólo el
heroico arquero Bardo al que da vida el ascendente Luke Evans tiene muchísimo
más protagonismo del que debería, sino que ese odioso y ridículo Alfrid (Ryan
Gage) que desgraciadamente campa a sus anchas por doquier, constituye en sí
mismo un error tan garrafal que se hace imperdonable. Eso sí, cuando te das cuenta de que te has
acabado por encariñar con todos los enanos de nombres pocosilábicos y permutables,
a pesar de que muchos de ellos apenas han tenido un par de frases en toda la
trilogía, te das cuenta de lo bien que han aprovechado esos actores su momento
de gloria. Destaca, cómo no, el
excelente Richard Armitage representando a Thorin Escudo de Roble (seguramente uno de los mejores personajes de toda
la saga), capaz de pasar de ser el más campechano compañero de armas al más
diabólico enemigo en cuestión de segundos.
Impresionante. También se merece
una mención especial el supuesto protagonista, Martin Freeman, en un papel
mucho más complejo de lo que aparenta, al que confiere un tono entre cómico y
dramático muy reivindicable.
A pesar de su ritmo lleno de
altibajos y de demasiados minutos en los que dan ganas de echar una cabezadita,
“El Hobbit: La Batalla de los Cinco
Ejércitos” posée el aliciente material de ese apoteósico combate final en los
alrededores de Erebor (que reedita los acaecidos en el Abismo de Helm y los
Campos de Pelennor), y el inmaterial que constituye la emotiva despedida a esas
tierras y esos personajes que nos han hecho tan felices. Sólo por estos “pequeños” detalles, no se
puede (ni se debe) ser totalmente frío y objetivo a la hora de valorarla.
Luis Campoy
Lo mejor:
la espectacular y larguísima batalla final
Lo peor:
los personajes y escenas de relleno, el abuso indiscriminado de efectos
digitales
El cruce:
“El Retorno del Rey” + “Las Dos Torres” + “El Rey Arturo”
Calificación: 7 (sobre 10)
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