EL CUENTO DE HADAS QUE SE CONVIRTIÓ EN PESADILLA
Durante seis años de ensueño, más
o menos desde que Luis Aragonés rebautizó a “La Furia” como “La Roja”, la
Selección española de fútbol ha maravillado al mundo, ha provocado la envidia y
la inquina globales… y ha obtenido una
sucesión de títulos nunca antes igualada:
Eurocopa (2008) / Mundial (2010) / Eurocopa (2012). Los más optimistas pensaban que los chicos
entrenados por el Marqués de Del Bosque serían capaces de añadir una segunda estrella
a su camiseta, logrando rizar el rizo con un nuevo mundial, pero quienes han
acabado por tener razón han sido los que sospechaban (sospechábamos) que, al
igual que la era de mayor gloria de nuestro combinado coincidió con la edad
dorada del Barça de Pep Guardiola, la decadencia del equipo azulgrana
conllevaría también la caída en picado de la armada nacional.
Un par de sabios refranes
profetizaban el negro panorama que acabamos de vivir: “El tiempo no perdona” y “Renovarse o morir”. Guardiola lo sabía y, cuando no pudo llevar a
cabo la revolución en la plantilla que sería necesaria, prefirió marcharse. Tiene que ser duro tener a tus órdenes a los mejores jugadores
del mundo y ver cómo languidecen, como se distraen, cómo pierden la ambición de
ganar y tú no eres capaz de volver a inculcársela. Este último año en Can Barça ha sido una
agonía, la crónica progresiva de una muerte anunciada. Si hubo un entrenador capaz de volver a
mentalizar a sus hombres, ése no ha sido el Tata Martino; si existió un preparador físico experto en
hacer que unos chicos recuperaran la energía y se pusieran como motos, ése no
ha sido Elvio Paolorosso, el acólito del Tata.
Era patente que el ciclo glorioso había llegado a su fin y que había que
acometer una renovación urgente y absoluta, empezando por los más veteranos
que, con toda su buena fe, sólo hacían que ralentizar el juego. Todos lo sabíamos. Todos lo veíamos. Menos Del Bosque.
Del Bosque, como le suelo decir a
mi padre, más que un técnico es un pacificador, un apaciguador… un padre.
Y como un padre que ama por igual a todos sus hijos, no ha sabido
prescindir de quienes consideraba los pilares de su estilo: los culés Xavi, Iniesta, Busquets, Piqué,
Alba y Pedro, los madridistas Casillas, Xabi Alonso y Ramos, el ya ex-atlético
Villa y los emigrantes Torres, Mata y Silva.
Como ha quedado dicho anteriormente, los seis blaugranas han vivido su
anno horribilis y todos y cada uno de ellos llevaban meses muchísimos pisos por
debajo de su mejor nivel. En cuanto a Casillas,
es o era muy bueno, pero sus reiteradas suplencias en el Real Madrid (y también
el peso de sus 33 primaveras) le han alejado de su forma óptima. ¿Acaso no había jugadores españoles más en
forma para llevarse a Brasil? Sin duda,
sí, pero Del Bosque, como buen padre que
es, ha sido incapaz de dejar en la cuneta a sus hijos bienamados.
Así nos ha ido. Casillas, falto de ritmo competitivo; Xavi, a quien he adorado durante estos años
sublimes, tiene un cerebro vertiginoso pero unas piernas que ya no le acompañan; Piqué hace tiempo que vive más pendiente de
Shakira y de la fama que del balompié;
Alba sale de una lesión y se le nota con miedo a recaer; Iniesta, recién renovado, ve a no mucha
distancia su decadencia; Busquets y Pedro
son víctimas de la nefasta preparación física de estos meses; Xabi padece también la enfermedad incurable
de la edad (al igual que Torres o Villa, que ya había anunciado que ésta era su
última competición con la Selección), y
los inventos como Diego Costa han dado un resultado lastimoso. Si a todo ello se le unen las ansias de revancha
de los holandeses (deseosos de vengar de la derrota de la final de hace cuatro
años) y los aires reivindicativos de los chilenos (que aspiran a ser la única “Roja”
sobre la faz de la Tierra), se explica el porqué de una triste y deprimente
debacle que a todos nos ha conmocionado.
Ahora sólo queda pensar, tanto en
el Barça como en la Selección, en un futuro que difícilmente será tan bueno
como el pasado reciente, pero que no hay forma de eludir. Para ello, hay que cambiar de cromos con
seguridad y valentía, y, para ello, me temo que no es Del Bosque el hombre
apropiado. Las renovaciones totales no
lo son si quien las dirige es una figura bondadosa y paternalista. Gracias infinitas a Xavi, Casillas, Xabi,
Villa y algún otro, y también a usted, don Vicente, pero ahora su sitio tiene
que estar a un lado y no delante.
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