Mis películas favoritas/ "JESUCRISTO SUPERSTAR"


El Evangelio a ritmo de rock

La volví a ver este último Viernes Santo, como hago todos los años por esas fechas (en realidad, mis cuatro o cinco películas favoritas suelo verlas al menos una vez al año, pero ésa es otra historia), y, como siempre me sucede, le encontré matices nuevos que me cautivaron un poquito más.  Mi primer contacto con “Jesucristo Superstar” fue, precisamente, el doble cassette con la banda sonora de la película, que compramos a un pesadísimo agente del Círculo de Lectores.  A mi amigo Fele y a mí nos entusiasmó la obra, de modo que no sólo nos aprendimos de memoria las canciones en inglés, sino que, en aquel inolvidable 1975, llegamos a perpetrar una inolvidable versión de las mismas, registradas en una viejísima grabadora que había sido de mi abuela…  Pero de eso, mejor hablamos en otro momento…


Como ya dije en mi artículo (de Abril de 2006) dedicado a la ópera rock en que se basa el film, los jóvenes británicos Andrew Lloyd Webber (compositor) y Tim Rice (letrista) habían sido compañeros de instituto y, a punto de acabar sus estudios, se les encargó un trabajo de Música consistente en la creación de un oratorio pop.  Era el año 1968, y los dos muchachos acometieron ilusionados la tarea, con tan excelentes resultados que la obra acabó representándose en el auditorio de Westminster y en la mismísima Catedral de Saint Paul, y constituyó el germen de lo que, tiempo después, sería el exitoso musical "Joseph and the Amazing Technicolor Dreamcoat".  Animados por el éxito de su primera colaboración, Andrew y Tim decidieron volver a intentarlo, pero esta vez siendo aún un poco más ambiciosos y sin abandonar del todo la temática religiosa.  Así nació "Jesus Christ Superstar", una ópera rock que narraba los últimos días de Jesucristo desde un punto de vista humano y moderno, y que se editó por primera vez en forma de álbum conceptual en 1970.  Desde el principio, la polémica les acompañó:  Jesús parece estar más pendiente de los mimos de María Magdalena que de desarrollar su misión divina;  Judas, lejos de ser el malvado que siempre se nos ha presentado, se erige poco menos que en héroe y narrador de la obra, pues es desde su punto de vista como se nos cuentan los acontecimientos que convirtieron a un libertador en un mártir;  Pilatos sale también excesivamente bien parado;  los villanos inexcusables son dos judíos, Caifás y Anás;  la Virgen María no aparece por ningún lado;  y la Resurrección es una utopía que no llega a suceder.  Con todo, la calidad de la música y la comercialidad de algunos temas posibilitó que en 1971 se estrenase en Broadway un primer montaje, tras lo cual se produjo al año siguiente el estreno londinense.  Por unas razones o por otras, todo el mundo hablaba de "Jesus Christ Superstar", sus discos se vendían como rosquillas, las entradas se agotaban en cada representación y el salto al cine era inevitable.


Un autobús desvencijado llega a Tierra Santa, concretamente a las ruinas de lo que siglos atrás fue el Templo de Jerusalén.  De él descienden un grupo de jóvenes hippies, que se visten con túnicas, sandalias, cascos y botas y se reparten los papeles protagonistas y secundarios de la Pasión de Cristo.  Judas, desde lo alto de un risco, observa cómo Jesús es alabado por las multitudes pero es incapaz de aprovechar ese apoyo popular para planear una revuelta contra los romanos opresores.  María Magdalena, prostituta redimida que acompaña a Jesús y sus apóstoles, está enamorada del Mesías y derrocha los fondos comunitarios en comprar ungüentos y perfumes para aquél.  Judas la increpa pero Jesús la defiende públicamente, acusando de paso a sus seguidores de no entender la naturaleza de sus enseñanzas.  Entretanto, los fariseos encabezados por Caifás y su cuñado Anás se muestran temerosos de que la algarabía levantada en torno a Jesús les perjudique al atraer demasiado interés por parte de Roma.  Cuando Cristo y su camarilla llegan a Jerusalén, las masas les reciben enfervorizadas, pero Jesús tiene un arrebato de ira por causa de los mercaderes que se han instalado en las inmediaciones del Templo.  Judas contacta con Caifás y Anás y les propone entregarles a Jesús, a cambio de un puñado de denarios de plata y la promesa de que quien se cree el Mesías no sufrirá ningún daño.  El jueves por la noche, después de cenar con sus amigos, Jesús es aprehendido en el Huerto de Gethsemaní y conducido, sucesivamente, a presencia de Caifás, del gobernador romano Poncio Pilatos, del ridículo rey hebreo Herodes y, nuevamente, devuelto al cobarde Pilatos.  Tratando de evitar una carnicería que manche sus manos de sangre, Pilatos manda azotar a Cristo con 39 latigazos, pero ni así se calma la multitud enfebrecida agitada por los fariseos.  Los apóstoles de Jesús se disgregan y Pedro reniega tres veces de su mentor, mientras Judas, arrepentido y horrorizado, se ahorca al no poder resistir el peso de la culpa, pero va al Cielo por haber cumplido la misión que le había sido asignada.  Pilatos, agobiado y acorralado, cede al clamor del populacho y ordena que el Rey de los Judíos sea crucificado en el monte Gólgota, para gozo y disfrute de la turba.  Terminada la representación, todos los jóvenes vuelven a subirse al autobús y retornan a sus vidas…  a excepción del que interpretaba a Jesús, que parece haber desparecido,dejando tan sólo una cruz vacía bajo la cual pastorea un rebaño de corderos.


Cuenta la leyenda que, durante el rodaje de “El violinista en el tejado” (1971), el actor y cantante Barry Dennen, que en “El violinista…” hacía el papel de Mendel y anteriormente había interpretado el personaje de Pilatos tanto en el disco conceptual original como en el espectáculo de Broadway, sugirió al realizador Norman Jewison que se ocupase de la traslación al cine de “Jesus Christ Superstar”.  Jewison, que había quedado encantado con el musical de Jerry Brock y Joseph Stein, se puso en contacto con el ambicioso productor Robert Stigwood (que después de “Superstar” se haría cargo de otros fenómenos fílmico-musicales como “Tommy”, “Fiebre del Sábado Noche”, “Grease” o “Evita”) y, ambos, asociados con Patrick Palmer, acordaron producir la película.  Nótese la idoneidad del apellido del realizador (“Jewison”, que viene a significar algo así como “Hijo de judío”) para hacerse cargo de este tipo de historias, ya que tanto los protagonistas de “El violinista…”  como los de “Superstar” son… judíos.  Pero a lo que íbamos…  Jewison encomendó la redacción del guión al escritor y periodista Melvyn Bragg, y ambos acordaron situar la acción en escenarios naturales, pero eso sí, con un enfoque muy particular.


El rodaje comenzó en las ruinas de Avdat, en Israel, y posteriormente se trasladó a otras localizaciones en Oriente Medio.  El aspecto visual del film supuso una impactante actualización de la mítica cristiana, acercando la imaginería tradicional al gusto de la generación hippie.  Así, los soldados no utilizan corazas de latón sino camisetas de tirantes y pantalones y botas militares y, además de lanzas, portan ametralladoras;  los ángeles están representados por aviones y tanques y el Cielo (donde Judas vive su peculiar redención) es un delirio pop lleno de luces de colores y poblado por esculturales “querubinas” tocadas con vestidos llenos de flecos.  Otra innovación conceptual presentada en el guión de Jewison y Bragg fue el hecho de que lo que la película narra no es tanto la Pasión en sí misma, sino, como ya expliqué anteriormente, una “representación” a cargo de un grupo de jóvenes que llegan a la vieja Jerusalén a bordo de un autobús.


Para el reparto de la película, Jewison decidió contar con la práctica totalidad del elenco que había representado la obra en Broadway, y así se contrató a Carl Anderson para encarnar a Judas (el hecho de que éste fuera negro fue un gran acierto para el film, porque se trataba de patentizar ya en su físico la “diferencia”, el hecho discriminador de ser el único apóstol que discrepaba de la doctrina de Jesús), así como a Yvonne Elliman (María Magdalena), Philip Toubus (Pedro), Bob Bingham (Caifás), Joshua Mostel (Herodes) y, obviamente, el ya citado Barry Dennen (Pilatos).  El “Jesús” ideal fue algo más difícil de encontrar.  El preferido tanto por Jewison como por Stigwood no era otro que Ian Gillan, líder del famoso grupo de rock Deep Purple y que fue quien primero había cantado el papel en el disco conceptual, pero Gillan prefirió irse de gira con los Purple antes que enrolarse en el rodaje, y finalmente el privilegio recayó en Ted Neeley (“Neely”, según algunas fuentes), que en principio no había convencido a Jewison por ser “demasiado bajo”.  No obstante, la imagen de este actor cantante (que había interpretado a un leproso y un reportero en el montaje de Broadway, y al propio Jesús en el de Los Angeles) se convirtió en una de las representaciones más difundidas de la figura de Jesucristo en la década de los setenta, y su larga melena rubia, barba recortada y ojos de majestuosa expresividad, aun dándole un aspecto demasiado “ario”, inspiran por sí solos el resurgir de la devoción.


Al igual que volvería a hacer con las versiones cinematográficas de sus obras posteriores “Evita” o “El Fantasma de la Opera”, Andrew Lloyd Webber compuso para la película un par de temas adicionales, que no existían en la partitura original.  Se trata del más bien prescindible “Then we are decided”, que cantan Caifás y Anás mientras analizan el peligro que supone para ellos la incontrolable ascensión popular de Jesús de Nazaret, y el hermoso “Could we start again, please?”, dueto entre María Magdalena y Pedro.  También tuvo trabajo extra el letrista Tim Rice, a quien se le sugirió que suavizase el contenido de alguno de los textos, con el fin de que el largometraje no resultase demasiado ofensivo y apareciese más accesible para el público cristiano.  En cualquier caso, fue precisamente gracias a la banda sonora de la película, estrenada finalmente el día 15 de Agosto de 1973, como canciones maravillosas como “Hosanna”, “Gethsemane”, “Superstar”, “The Last Supper” (“La última cena”) y “I Don’t Know How To Love Him” (“No sé cómo amarle”) acabaron por hacerse universales…  aunque no en la España de las postrimerías del franquismo, donde el film no se exhibió hasta dos años después, cuando el dictador ya agonizaba.  Musicalmente hablando, aunque el arreglo orquestal que André Previn (ex-marido de la actriz Mia Farrow) elaboró para reconstruir los temas originales de Webber resulta hoy, casi cuarenta años después, bastante demodé, el aspecto vocal de la banda sonora continúa siendo irreprochable…  o, mejor dicho, inmejorable.  Todos y cada uno de los intérpretes de la película dotan a sus personajes de una calidad simplemente insuperable, y nunca antes ni después ha habido registros mejores que los de Carl Anderson y, sobre todo, Ted Neeley, cuyos agudos, no por mil veces oídos, dejan de erizar la piel.  En el lado negativo, hay que reconocer que algunas coreografías diseñadas por Twyla Tharp resultan molestas y casi hilarantes, especialmente la del número “Simon Zealotes”, que incluso a mí me causa un poquito de vergüenza ajena.


Ví la película, custodiado por mis padres, en un cine de Alicante (el Chapí) que hace décadas que dejó de ser un cine.  Desde entonces, la he revisitado en cada reposición cinematográfica y en cada pase televisivo, me la he comprado en todos los formatos que he podido (Cassette, LP y CD, la banda sonora;  y VHS y DVD, la película en sí) y, en suma, la he disfrutado tantas veces que me la he llegado a saber de memoria.  Pero sólo ahora, con el tamiz de madurez que da el paso del tiempo, va siendo uno capaz de percibir detalles como la audaz e inventiva fotografía del prodigioso Douglas Slocombe, las florituras en la planificación de Norman Jewison y los cálidos matices de las composiciones de Ted Neeley y, sobre todo, Yvonne Elliman.  “Jesucristo Superstar” no ha pasado a la historia equiparada a otras obras maestras del género musical como “Cantando bajo la lluvia” o “Un americano en París”, y ni siquiera, en la memoria popular, es recordada con el mismo cariño que “Grease” o “Mamma Mía!”, pero, al menos desde mi punto de vista, su música y sus letras superan con creces a las de todos esos films maravillosos, y han creado en mí una especie de devoción:  el culto eterno y reiterativo a esta obra grandiosa de Webber y Rice, de Jewison y Stigwood, y de Neeley, Anderson y Elliman.

Luis Campoy

Calificación:  9 (sobre 10)

Comentarios

EXPEDIENTEX ha dicho que…
Hola Luis solo pasaba para decirte que en mi blog hoy hay un premio para tí...
Dani Fenandez ha dicho que…
Luis, muy buenas.
Gracias por tu completa y detallada información. Soy un recien llegado y he visto unos cuantos fragmentos de esta película, pero no la versión completa; donde es posible encontrar estas películas??? Pues si he visto fragmentos en inglés y otros en castellano, por lo que entiendo que existen ambas versiones.

Agradezco la ayuda de alguién tan bien informado, para llegar a ser mayor conocedor de estas y otras versiones.
Luis Campoy ha dicho que…
Querido Dani, tengo que decirte que yo he comprado esta película tres veces: primero en video VHS, luego en DVD y finalmente en BluRay. Si de verdad estás interesado en adquirirla (hay quien se hace con ellas de otras formas menos legales), puedes acudir a sitios como El Corte Inglés, MediaMarkt o la Fnac, o bien hacerlo a través de Amazon o iTunes. Saludos.

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