Aromas de hospital
"Espera, que te voy a limpiar el culo"... Si alguien me llega a decir que esta cantinela seria lo que iba a escuchar un viernes, en los prolegómenos del fin de semana, seguramente no me lo habría creído. Si alguien hubiera intentado convencerme de que mis fosas nasales me permitirían degustar tan humanos efluvios, me hubiera negado a aceptarlo. Pero la vida es así . A mi padre, que, con casi 85 primaveras a cuestas, me maravillaba lo bien que estaba en todos los sentidos, le castigó el destino el otro día, en forma de traicionera trombosis. Por fortuna, el zarpazo ha sido leve y tan sólo se nota su enfermedad en una cierta ininteligibilidad cuando habla, así como en una mínima imprecisión de movimientos en la mano derecha. Pero no queda otro remedio que tenerle aquí hospitalizado, en una luminosa habitación en la que el compañero de cama padece, el pobre, desórdenes esofágicos de consecuencias muy poco halagüeñas. Así es la vida, amigos. Un día creemos que lo tenemos todo o casi todo, y al día siguiente la suerte se caga en nuestras precarias sensaciones de estabilidad. Todo eso me lleva a acordarme de Robin Williams en su brillante interpretación en "El club de los poetas muertos": "Carpe diem", muchachos, vivid cada momento como si fuese el último... entre otras cosas porque puede serlo realmente.
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