Las películas de mi vida/ "LA GUERRA DE LAS GALAXIAS"



Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…



Hace mucho tiempo (concretamente, ¡treinta y tres largos años!), en una época muy, muy lejana (aquélla en la que sólo existían dos cadenas televisivas, ambas estatales), la rubia presentadora Isabel Tenaille inauguraba su nuevo programa informativo sobre el mundo del Cine, “24 imágenes por segundo”, con el comentario acerca de una película que estaba triunfando en medio mundo y que respondía al título inglés de “Star Wars” (la traducción literal era “Guerras Estelares”, aunque aquí, originales, como siempre, la bautizamos como “La Guerra de las Galaxias”). Imagináos lo maravillado que se quedó aquel chaval de 14 años que yo era entonces cuando, apoyando la reseña de la película, apareció en el plató, al lado de la Tenaille, el mismísimo Darth Vader (bueno, para qué engañarnos, seguro que era un “extra” disfrazado), escoltado por varios soldados imperiales escapados de la película. Vader (a quien la presentadora bautizó espontáneamente como “El Caballero Negro”) era una figura imponente y aterradora, pero a quienes me hubiera gustado ver en aquellos entrañables estudios centrales de Prado del Rey hubiera sido a Luke Skywalker, a la Princesa Leia o, por supuesto, al intrépido contrabandista Han Solo, el héroe en quien la mayoría de mis compañeros de colegio soñábamos con convertirnos en nuestros juegos.




Con sólo 29 años, George Lucas (n.1944) ya había dado muestras de su talento con dos películas de culto como la sofisticada ficción científica “THX 1138” y la nostálgica “American Graffiti”. Su siguiente proyecto iba a ser una nueva versión de las aventuras del viajero espacial Flash Gordon, pero no pudo obtener los derechos y decidió crear su propia “space opera”, una saga épica para cuya elaboración metió en una coctelera elementos procedentes de religiones como el cristianismo o el budismo, amén de leyendas como la del Rey Arturo y las órdenes militares (los templarios, monjes tan hábiles con la espada como con la oración), todo ello pasado por el consabido filtro espacial…



Luke Skywalker es un muchacho huérfano que vive en el desértico planeta Tatooine bajo la custodia de sus tíos, dedicado a labores agrícolas pero soñando con inscribirse en la Academia Espacial como han hecho sus amigos. Sus ansias de aventura se verán colmadas cuando en su vida hacen acto de presencia dos robots, C-3PO y R2-D2, que llevan un mensaje de socorro de la Princesa Leia Organa cuyo destinatario es un extraño eremita que vive en el desierto bajo el seudónimo de Ben Kenobi. En realidad, Kenobi es el último de los Caballeros Jedi, una orden guerrera que años atrás fue aparentemente extinguida por las tropas imperiales comandadas por el malvado Darth Vader. Luke y los robots contactan con el viejo Ben, que visualiza el holograma de la Princesa Leia y comprende que la Alianza Rebelde, única esperanza de justicia y libertad frente al tiránico Imperio Galáctico, necesita desesperadamente su ayuda. De un viejo baúl, Kenobi recupera su espada láser e incluso su nombre de guerra, “Obi-Wan”, y trata de convencer al joven Luke para que le acompañe, revelándole que en su juventud fue compañero de armas de su padre, Anakin, el cual fue asesinado por Darth Vader.

Cuando también sus tíos son masacrados por las tropas imperiales, Luke accede a acompañar a Obi Wan y, junto con R2 y 3PO, se dirigen al puerto espacial de Mos Eisley, donde contratan a un carismático mercenario llamado Han Solo y a su co-piloto, el wookie Chewbacca, y todos juntos logran zafarse del bloqueo imperial a bordo de la nave espacial “Halcón Milenario”. El siguiente paso es liberar a la princesa Leia, que está prisionera en una enorme estación espacial de combate apodada “La Estrella de la Muerte”, cuyo gobernador, Moff Tarkin, cuenta con el apoyo del omnipresente Darth Vader. Tras una arriesgada operación de rescate en la que Obi Wan y Vader se enfrentan en un duelo a muerte del que el primero sale mal parado, los héroes escapan sanos y salvos y por fin consiguen contactar con la Alianza Rebelde. En el interior de R2D2 se albergan los planos de la Estrella de la Muerte, y gracias a ellos los rebeldes lanzan un ataque a gran escala, durante el cual Luke comprobará que, al igual que su padre, es capaz de controlar la Fuerza, una misteriosa energía mística que sólo los verdaderos Caballeros Jedi poséen…



Poco después del estreno de “American Graffiti” y una vez se frustró definitivamente su proyecto de realizar “Flash Gordon”, George Lucas comenzó a escribir un primer borrador de “La Guerra de las Galaxias” a mediados de 1973. Siempre con las aventuras del personaje creado por Alex Raymond en mente, así como de su sosias Buck Rogers, Lucas dejó volar su imaginación del modo más libre posible, y en su mente de eterno adolescente se entremezclaron los viejos seriales, las películas fantásticas de los años 50, las novelas pulp llenas de robots y naves especiales, los westerns y los relatos de caballerías. Con el guión debajo del brazo, fue de estudio en estudio (United Artists y Universal lo rechazaron) hasta que 20th Century Fox se interesó por el proyecto. Los diseños futuristas y los mundos utópicos que el artista Ralph McQuarrie visualizó y que acompañaban al libreto entusiasmaron a los ejecutivos de la Fox, con Alan Ladd, Jr. (hijo del mítico actor) a la cabeza. Una vez garantizada la financiación, lo primero que hizo Lucas fue asegurarse de que sus fantasías iba a poder hacerse realidad, para lo que fundó la compañía de efectos especiales Industrial Light and Magic. Los técnicos de ILM crearon todo un arsenal de maquetas, elaboradísimos maquillajes e incluso sofisticadas cámaras con las que convencernos de que un pequeño caza de juguete puede volar a la velocidad de la luz.



Sólo quedaba la elección del reparto. Para dar vida a Luke Skywalker (que inicialmente iba a apellidarse “Starkiller”), Lucas tanteó al joven William Katt (futuro protagonista de la teleserie “El gran héroe americano”) y que había trabajado a las órdenes de Brian DePalma en “Carrie”, pero finalmente se decantó por el rubio Mark Hamill (n. 1951), relativamente popular por su participación en la serie “Cosas de chicos” (“The Texas Wheelers”) al lado de Gary Busey y Jack Elam. Actrices jóvenes como Sissy Spacek, Cindy Williams e incluso ¡Jodie Foster! fueron consideradas para encarnar a la Princesa Leia, pero, incomprensiblemente, Lucas confió el papel a la prácticamente desconocida Carrie Fisher (n. 1956), cuyos mayores méritos eran ser hija de la actriz Debbie Reynolds y el cantante Eddie Fisher. Una de las primeras elecciones de George Lucas para el personaje bombón de Han Solo fue Harrison Ford (n. 1942), quien había sido el arrogante Bob Falfa en “American Graffiti”, pero el Estudio quería a alguien más conocido. Se pensó en actores con más renombre como Christopher Walken, Kurt Russell, Perry King o el mismísimo Al Pacino, y a Ford se le relegó a leer los diálogos de Solo en las pruebas de audición para otros actores. Sin embargo, el peculiar gracejo con el que Harrison componía el papel acabó por convencer a todo el mundo de que él y no otro era la elección perfecta.



Quedaban dos roles importantes para asignar, el de Obi-Wan Kenobi y el del Gobernador Tarkin, y, esta vez sí, Lucas claudicó y aceptó contratar a intérpretes de prestigio, que, al fin y a la postre, acabarían siendo ambos británicos. Alec Guinness (1914-2000), ganador del Oscar en 1957 por “El puente sobre el río Kwai”, se vistió, no sin muchos recelos, la túnica del último Jedi Obi-Wan, mientras que su compatriota Peter Cushing (1913-1994), famoso por haber sido Van Helsing en las películas de la Hammer con Christopher Lee como Drácula, o Sherlock Holms en una reciente serie para la TV, firmó para convertirse en Tarkin. Los demás personajes fueron bastante más fáciles de seleccionar, sobre todo porque iban a actuar bajo máscaras, armaduras o espesas capas de maquillaje. David Prowse (n. 1935), que medía 2 metros de altura y había sido campeón de halterofilia, interpretó vigorosamente a Darth Vader, pero su voz no gustaba a Lucas y a última hora decidió sustituirla por la del actor afroamericano James Earl Jones (n. 1931). Para meterse bajo la piel del no menos talludito Chewbacca, se eligió a Peter Mayhew (n. 1944), que, con sus 2,20 m. de estatura, era el techo del reparto. Finalmente, los robots C-3PO y R2-D2 albergaron en sus entrañas metálicas, respectivamente, al larguirucho Anthony Daniels (n. 1946) y al enano Kenny Baker (n. 1934), los cuales muy pronto se arrepentirían amargamente de haber aceptado embutirse en sus calurosos trajes de hojalata.



El equipo técnico lo componían, casi a partes iguales, americanos y británicos, y todos viajaron a Túnez, en el norte de Africa, localización escogida para representar al planeta Tatooine, en marzo de 1976. Allí se encontraron con no pocos problemas, unos esperados y otros no tanto: temperaturas extremas, tormentas de arena, trombas de agua e incluso un brote de disentería. Trasladarse a los estudios Elstree, a las afueras de Londres, para seguir rodando las escenas de interiores, fue una bendición para todos. Pero las cosas tampoco fueron fáciles allí. El director de fotografía Gil Taylor no acababa de definir la luz adecuada (el propio Lucas tuvo que manipular la cámara en más de una secuencia), los actores (sobre todo Mark Hamill, Carrie Fisher y Harrison Ford) se quejaban de las indicaciones más bien confusas que Lucas les daba (apenas les decía “¡Más rápido!” o “¡Más intenso!”) y comenzaba a extenderse la convicción de que sólo un público infantil podía interesarse por un producto tan pueril. Una vez terminada la filmación propiamente dicha, todavía quedaban por finalizar los complejísimos efectos especiales, que los magos de la recién creada ILM estaban terminando en un rancho de Modesto, California. Para filmar los vertiginosos vuelos de las naves espaciales, el operador John Dykstra construyó una cámara especial que se conectaba a una computadora y podía generar cientos de combinaciones ópticas. Todo parecía muy bonito, pero el ritmo de la postproducción era demasiado lento. Fox quería estrenar la película en las Navidades de 1976, y a finales de abril George Lucas pudo ver el primer montaje. El pobre hombre se echó las manos a la cabeza: aquéllo no tenía ritmo, ni garra, ni fuerza. Lucas despidió al montador, contrató a dos nuevos editores e incluso él mismo, ayudado por su esposa Marcia, se puso manos a la obra. Tanta responsabilidad fue más de lo que el corazón del realizador pudo soportar, y Lucas sufrió un amago de infarto, afortunadamente de escasa gravedad. La fecha de estreno se pospuso hasta el 25 de mayo de 1977, casi seis meses después de lo previsto. Con algo más de tiempo para trabajar, Ben Burtt se ocupó de sonorizar la cinta, para lo cual tuvo que inventarse mil y un sonidos innovadores: el zumbido de las espadas láser, el gruñido de Chewbacca, la particular jerga robótica de R2-D2 o el vuelo de los cazas. El film estaba prácticamente terminado, y Lucas se atrevió a invitar a un pase de prueba a sus amigos Steven Spielberg, Francis Ford Coppola y Brian DePalma. A ninguno pareció entusiasmarle, a excepción de a Spielberg, que, éso sí, recomendó fervientemente a George que eliminara la banda sonora provisional, compuesta por música electrónica y temas clásicos, y la sustituyera por una partitura original, sugiriéndole el nombre de un compositor con el que había trabajado en dos de sus films (“Loca evasión” y “Tiburón”). John Williams (n. 1932) se inspiró en sonoridades fácilmente reconocibles como “Los planetas” de Holst y algunas composiciones para cine de Erich Wolfgang Korngold y Max Steiner, y creó la que para algunos de nosotros es la mejor banda sonora de la Historia. Durante 12 días, los profesores de la Orquesta Sinfónica de Londres se pusieron a las órdenes de Williams para grabar su inolvidable música estelar.



Los rumores acerca de que 20th Century Fox iba a estrellarse con su aventura espacial no arredraron a George Lucas, convencido de que por fin había logrado conseguir lo más parecido a su obra soñada. Tratando de rentabilizarla al máximo, Lucas consiguió que Marvel se comprometiera a publicar un comic basado en su guión, además de lo cual se editó una novelización del mismo en forma de libro. Pero la cosa no quedó ahí. Dado que todo el mundo le decía que los destinatarios naturales de su creación iban a ser los niños, diseñó una amplísima variedad de juegos y juguetes, que, junto con toda clase de merchandising imaginable, inundaron los comercios de los Estados Unidos en las fechas previas al estreno. La expectación de los aficionados a la ciencia ficción era creciente, pero éso no aseguraba el éxito en taquilla. Sin embargo, y a pesar de que sólo se exhibió inicialmente en 37 salas de todo el país, “La Guerra de las Galaxias” se benefició de un boca-oreja inmejorable, y sólo durante su periplo por los cines estadounidenses, consiguió amasar la desorbitada cifra de 461 millones de dólares, convirtiéndose muy pronto en el film más taquillero de todos los tiempos. En la entrega anual de los premios Oscar de la Academia de Hollywood, “Star Wars”, cosechó seis estatuíllas doradas, a saber: Mejor Dirección Artística (John Barry), Mejor Diseño de Vestuario (John Mollo), Mejores Efectos Visuales (Industrial Light and Magic), Mejor Música Original (John Williams), Mejor Montaje, Mejor Sonido y un premio especial al mérito cinematográfico al diseñador de sonido Ben Burtt. Las acciones de 20th Century Fox vieron dispararse su precio en Bolsa, los niños de todo el mundo quisieron ser Caballeros Jedi o pilotos intergalácticos, las niñas eligieron ser Princesas guerreras con peinados imposibles, un Presidente más bien chocho llamó “Guerra de las Galaxias” a su imperialista megaproyecto de defensa y todos, todos, comenzamos a soñar con nuevas fantasías galácticas que comenzaban con rótulos que se perdían en el infinito y con que alguien susurrara a nuestra espalda aquello de “Que la Fuerza te acompañe…”.




Luis Campoy



Lo mejor: la música de John Williams, la fotografía, Han Solo, la imaginación apabullante de George Lucas


Lo peor: el tono demasiado infantil de algunos pasajes, el exceso de criaturas premeditadamente raras en la escena de la cantina


El cruce: “Flash Gordon” + “Buck Rogers” + “La Fortaleza escondida”

Calificación: 9 (sobre 10)


Comentarios

Unknown ha dicho que…
La calificación de 9 la has realizado con ojos de cuarentón ¿verdad?
Yo quiero seguir tratándola con ojos de quinceañero y le pongo un 10.
Me parece que es la película que más me ha impresionado. Salí del cine "flipando". Era otra época y para el momento fue realmente impactante, por eso te digo que prefiero tratarla como la primera vez, sin entrar en fallos y demás...

¡Qué la Fuerza te acompañe!
J.A.
Luis Campoy ha dicho que…
Es cierto, mi buen amigo. La califiqué así desde mi punto de vista actual; incluso mi madre ayer me dijo exactamente lo mismo que tú: “¿Cómo le pones sólo “9”, con todo lo que te gustó y te sigue gustando?”. Supongo que me siento esclavo de mis propias palabras, cuando dije y digo que, para mí, sólo “Casablanca” se merece un “10”. Pero bueno, eso va en gustos. De todas formas, ya verás que cuando publique el artículo acerca de “El Imperio Contraataca”, le daré algunas centésimas más.

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