Haití, el horror


A un abismo de distancia de su casi homónimo Taití (sólo una “T”, la “T” de “Tragedia”, las separa), la ya pobre y desgraciada Haití ha sufrido una de las peores catástrofes naturales de los últimos años. El desastre allí acontecido apenas puede describirse con palabras: muertos por todos lados, casas derrumbadas e incluso edificios oficiales reducidos a escombros. La calamidad se ha cebado con estas pobres gentes, y parece que ha sido una calamidad igualitaria porque igual se ha venido abajo el chamizo del campesino que el Palacio Presidencial o la Sede de la ONU. De Haití sabemos poco o nada, tan sólo que está poblada por gente humilde que apenas tiene (tenía) para vivir y que de entre sus pocos hijos ilustres tan sólo ha despuntado el músico Wyclef Jean. Puerto Príncipe es ahora el puerto del horror, el principado de la desgracia. Inmediatamente se han movilizado los países más poderosos enviando dinero, ayuda humanitaria y personal especializado. Lo peor de todo es que, si hasta hace tres días, Haití era ya el país más pobre de América, la nación en la que le democracia era más frágil, este monstruoso suceso hará que aún sea más pobre todavía y su gobernabilidad aún se haga más dudosa. ¿Por qué suceden estas cosas? Todos nos hacemos esta o parecidas preguntas, sin encontrar ninguna respuesta. ¿Por qué el Destino se ha cebado así precisamente con esta gente ya de por sí desgraciada? Ayer le preguntaron al recién nombrado y ya polémico Obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, cómo podían explicar la Iglesia y la Religión la existencia de evidentes injusticias como ésta, y el hombre se hizo un lío (o no) y dijo que aún peor que el dolor que estaban viviendo los haitianos era la pobreza espiritual del pueblo español, que consentía atrocidades como el aborto. Mire usted, si a la cúspide eclesiástica, cuando se le pregunta por la existencia, la magnanimidad y la piedad de Dios no se le ocurre otra cosa que desviar la atención una y otra vez hacia cuestiones ciertamente conflictivas como el fenómeno abortista, en un claro intento de levantar una religiosa cortina de humo, de verdad que de lo que dan ganas es de tomarse unas largas vacaciones de uno mismo, un año o quizás una vida sabática en la que reflexionar largo y tendido sobre lo humano y lo divino.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Los niños Haitianos tienen una carita muy especial...se parecen todos a mi hijo, por eso estos últimos díás estoy con lagrimas en los ojos y con un nudo en la garganta.

La ayuda va llegando, espero que llegue a todo el mundo pero de verdad y lo antes posible.

saludos amigo.

Marisa

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