Desde la caverna
En más de una ocasión he confesado que soy del Barça. Ultimamente, incluso he alardeado alguna vez de ello, sabedor de que, por ser seguidor de este equipo desde que tengo uso de razón, he disfrutado un año 2009 único e inolvidable. Lo malo de las cosas inolvidables es que hay quien las coloca en un altar y quien las guarda en la recámara. No os quepa ninguna duda de que a este Barcelona no se le va a perdonar jamás de los jamases haber llegado donde ningún otro club de fútbol ha llegado jamás. Estamos en el país en el que el Deporte Rey no es el Fútbol... sino la Envidia, ¿o acaso ya no os acordábais? Durante muchísimas décadas, un club de fútbol ha sido la niña bonita del Régimen franquista, poco menos que el buque insignia del patriotismo mal entendido: el Real Madrid. No digo yo que la entidad blanca no haya vivido épocas gloriosas, no niego que en sus filas han militado futbolistas excepcionales y tampoco fui yo quien inventó ese chiste que dice: "¿En qué se parece el Salón de Trofeos del Santiago Bernabeu a un mercadillo de los gitanos? En que todo lo que hay o es viejo o es robado". Pero sí tengo claro que en la Historia o historieta de los merengues coexisten los méritos deportivos propiamente dichos con una especie de sentimiento colectivo de exaltación españolista, como si los once jugadores que visten su blanca elástica ejercieran no sé qué absurda representación supranacional que a ciertas personas les atrae tanto como a otros nos repele. No hace falta ser muy listo ni realizar un análisis muy exhaustivo para darse cuenta de que, en cualquier medio de comunicación, el Real Madrid siempre es noticia aunque no haya nada que contar, siempre se le deparan más minutos y más titulares que a los demás clubs y se nota a las claras que la inmensa mayoría de los informadores se enfervorizan cuando gana y se traumatizan cuando pierde. Por éso creo que el poco reivindicable Joan Laporta sí tiene algo de razón cuando habla de la "caverna españolista" que jamás le perdonará al Barça lo de las seis copas de 2009 y mucho menos el histórico, irrepetible y maravilloso 2-6 en el templo de los merengones. Lo de mezclar deporte y política me repatea y me repugna, pero no sólo lo que hace Laporta involucrando estúpidamente al Barcelona con el independentismo catalán, sino también éso a lo que me he referido antes, lo de pretender que el Madrid es el club por antonomasia del Estado español. Lo de que el Barça es "més que un club" quizás tuvo sentido en otra época, cuando la falta de libertad obligó a determinados intelectuales a expresar su ideología mediante un cauce aparentemente inocente como el deporte, pero a estas alturas del siglo XXI apenas debería constituir un lema, una frase hecha. Individuos como Laporta serán recordados por algunos por haber presidido la institución culé durante la época de mayor gloria, pero es obvio que otros muchos confunden al Presidente con lo presidido, al Triplete con el Estatut, a Guardiola y Messi con Tarradellas y Carod Rovira. Lamentablemente, desgraciadamente, trágicamente, los jerarcas madridistas y esos periodistas deportivos de la Capital que son de todo menos imparciales y objetivos han aprovechado la coyuntura laportista para desprestigiar los méritos de los futbolistas azulgranas, y hasta de debajo de las piedras sacan toda la mierda que pueden para que los más fáciles de manipular piensen en cualquier cosa menos en el hecho evidente de que nadie nunca ha jugado al fútbol tan bien como lo ha hecho el combinado de Pep Guardiola entre septiembre de 2008 y mayo de 2009. Yo es por éso por lo que soy del Barcelona, el equipo del 4-3-3, el que juega siempre al ataque, el que más posesión de balón ostenta, el que convierte el deporte en arte. Y por éso entiendo parcialmente a Laporta cuando se lo llevan los demonios al ver que tanto arte y tantos méritos no dejan de ser deslucidos y desprestigiados por los envidiosos de turno, que, por cierto, son muchos. Que sí, que lo de la "caverna españolista" es una descripción poco afortunada e incluso ofensiva, y aquéllo de que "los españoles son unos garrulos" fue todavía más irrespetuoso e indefendible, pero es que los culés también seres humanos y estamos hartos de que no se nos reconozca la gloria tan sólo porque la envidia se alía demasiado hábilmente con la política.
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