Cine/ "MALDITOS BASTARDOS"
Reinventando la Historia
Desde hace tiempo vengo dando cuenta en esta misma página de la inacabable sucesión de films recientes que demonizan el fenómeno del nazismo mientras, con mayor o menor sutileza, hacen apología del pueblo judío. Tras “El niño con el pijama de rayas”, “Resistencia” y “Valquiria”, nos llega ahora este último trabajo de Quentin Tarantino, “Malditos bastardos”, en el que los villanos son, obviamente, los pérfidos nazis y los héroes, cómo no, unos aguerridos soldados norteamericanos de ascendencia judía. Adaptación o remake de un film italiano titulado “Aquel maldito tren blindado” de Enzo G.Castellari (rebautizado para el mercado anglosajón como “E.G. Castell”), “Inglorious Basterds” vendría a significar algo así como “Bastardos sin gloria”, haciendo referencia a que los métodos de estos tipos no eran precisamente ortodoxos, por mucho que el fin que perseguían (la aniquilación de los perversos alemanes nacionalsocialistas) sí fuese, desde el punto de vista de quienes padecieron el Holocausto en particular y la II Guerra Mundial en general, bastante reivindicable. Estamos en plena contienda y, mientras Hitler afianza su ocupación en Francia, con la búsqueda, captura y exterminación de todos los judíos franceses como principal prioridad, el comando de “Bastardos” liderados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) persevera en su misión de infiltrarse en territorio europeo y dar buena cuenta de cuantos nazis encuentra a su paso, no conformándose con asesinarlos (perdón, ejecutarlos) sino que, además, les corta la cabellera al más puro estilo comanche. Así las cosas, los destinos de los muchos personajes que pueblan el film se cruzan en un cine donde Goebbels y el propio Hitler pretenden proyectar una película protagonizada por un héroe de las S.S., momento y lugar que la dueña del local, una judía cuya familia fue asesinada por el maquiavélico coronel Hans Landa (Christoph Waltz) pretende convertir en su peculiar pira funeraria, mientras Raine y sus Bastardos eligen el mismo emplazamiento para perpetrar un atentado definitivo contra el Führer y la plana mayor del III Reich… Al igual que todas las de Tarantino, “Malditos Bastardos” es una película que es imposible valorar e incluso comprender hasta que no comienzan a aparecer sus títulos de crédito finales. De hecho, el peculiar estilo del director-guionista (personajes aparentemente sin ninguna conexión entre ellos hablan y hablan de cualquier asunto trivial y el espectador no logra establecer la relación entre ellos hasta muchos minutos después) consiguió provocar en mí un desconcierto inicial que luego dio paso a una sensación de frustración que sólo cambió a manifiesta admiración durante el último tercio del relato. Tampoco ayuda el flojo doblaje español del film, que se ceba particularmente con un pésimo Brad Pitt que adopta una innecesaria actitud chulesca que resulta contraproducente para con la mayoría de los otros personajes. Pitt es, pues, el reclamo de cara a la galería, sobre todo para aquéllos que, no muy cinéfilos ellos, desconocen quién es Quentin Tarantino, pero en demasiados momentos se convierte en una especie de lastre que hace que la historia no termine de levantar el vuelo. Lástima. Sobre “Malditos bastardos” podría aplicarse el mismo rosario de quejas que ya formulaba en mi crítica acerca de su anterior “Death Proof” (a saber: un principio laaaargo y tedioso, unos diálogos estirados cual chicle verbal), pero, éso sí, entonces aparece un señor llamado Christoph Waltz (actor austríaco ya cincuentón y hasta ahora prácticamente desconocido) que se adueña de la película y nos regala un auténtico recital de villanía, sutilieza, ominosidad e inteligencia; pocas veces surge de la nada un talento como el de este hombre y, junto con Sharlto Copley (la revelación de “Distrito 9”), son lo mejor que he descubierto en una pantalla en los últimos meses. Otro enorme hallazgo es Melanie Laurent, que da vida a la judía propietaria de la sala cine que, muy cinéfila ella, no tiene otra idea que quemar vivos a los nazis utilizando como combustible rollos y rollos de celuloide: el Cine como arma, el Cine como cura, el Cine como destino final. Tarantino se atreve a reinventar la Historia en esa última y enorme secuencia, y la verdad es que no resulta contraproducente presenciar cómo unos “bastardos” que hasta entonces habían parecido tener más bien pocas luces se erigen en vengadores de la Humanidad. Porque otro de los “peros” aplicables al film es lo poco creíbles que resultan los comandos liderados por Raine, tipos de apariencia vulgar y estúpida que en ningún caso podrían infundir pavor en tan insignes y recurrentes villanos como desde siempre han resultado ser los nazis. Algo confusa en su afán de forzar situaciones que den pie a los inacabables diálogos tan queridos por su director, muy violenta en su exhibición de cómo se arranca una cabellera y algo pesada en sus primeros compases, “Malditos bastardos” va poco a poco ganándose al espectador y provocando la admiración de quienes, tras peñazos como “Jackie Brown” o “Death Proof” habíamos comenzado a recelar de un tipo que ha aprendido mucho sobre cómo planificar y rodar con tensión y espectacularidad y que se llama Quentin Tarantino.
Luis Campoy
Lo mejor: Christoph Waltz, Melanie Laurent, toda la secuencia final en la sala de cine
Lo peor: Brad Pitt, el doblaje, la banda sonora llena de música de películas del oeste (pudo funcionar en “Kill Bill” pero no aquí)
El cruce: “Doce del patíbulo” + “Los violentos de Kelly” + “Top Secret”
Calificación: 9 (sobre 10)
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