Los peores cuarenta y cinco minutos
Alguien que me conozca bastante podría pensar que hoy, lunes, iba a hablar de Oscars. Alguien que me conozca mucho sabrá que necesito, primero, hablar de fútbol; los premios cinematográficos pueden esperar a otro día. El pasado sábado, día 21 de Febrero, viví algunos de los cuarenta y cinco minutos más amargos de mi vida. No voy a disimular (nunca lo he hecho, en realidad): soy del Barça, digan lo que digan y para bien o para mal (vamos, igualito que mi amigo Fele, al que, de paso, envío un cariñoso abrazo), y lo que viví entre las 20:00 y las 20:45 horas de ese sábado difícilmente podré olvidarlo mientras tenga uso de razón. Siempre había pensado que los partidos retransmitidos por La Sexta tenían mucho de gafe para el Barcelona; durante las dos últimas temporadas, lo habitual era que cada vez que dicho canal ofrecía los encuentros del conjunto entrenado entonces por Frank Rijkaard, los azulgrana jugasen peor que mal y encima hiciesen el ridículo. Ultimamente, como todo el mundo sabe, las tornas habían cambiado, y los Messi, Eto’o, Alves y compañía estaban no sólo arrasando en la Liga de fútbol sino cautivando con su juego a todo el mundo mundial. Pero el hecho de que yo lleve gafas no me convierte en miope. El parón navideño le ha sentado fatal al Barça. El portentoso ritmo alcanzado hasta entonces, y que se había basado en el ejercicio, la disciplina e incluso la dieta, se resintió muchísimo a raíz del cambio de año. Fue a partir de entonces cuando empezaron a escasear las goleadas, cuando se relajó la presión, cuando se sació el hambre devoradora y los rivales se nos subieron a la chepa. Recordemos, sin ir más lejos, las dificultades para pasar a semifinales de Copa del Rey (precisamente frente al Espanyol) y el agónico empate de hace una semana frente al Betis. Sí, algo sutil y casi imperceptible había cambiado, y los madridistas y pro-madridistas esperaban impacientes una ocasión propicia, que se materializó anteanoche. Desde que dio comienzo la transmisión de La Sexta, y a pesar de que, por fortuna, no hubo que aguantar los insufribles comentarios de Andrés Montes (reservado para el partido de las diez de la noche), las cosas se pusieron muy cuesta arriba para el equipo de Guardiola. Las (pienso que inocentes) declaraciones de Samuel Eto’o a un periódico francés, aludiendo a que “su equipo del alma era el Mallorca, y en el Barcelona sólo trabajaba”, pronunciadas a principios de la semana, habían sido magnificadas de tal modo por los diarios deportivos madrileños que todos acabamos convencidos de que el ambiente en Can Barça se había enrarecido de la noche a la mañana; por si éso no bastaba, los de La Sexta, para meter más presión a todos los aficionados azulgranas, tuvieron la brillante y puñetera idea de insertar un marcador simultáneo que nos permitiría ir siguiendo los resultados de los encuentros que, paralelamente, estaban jugando el Villarreal y el Real Madrid (este último frente al Betis, a quien el Barça había arrancado a duras penas un empate justito a dos goles). Empezó el partido en el Camp Nou y el Barcelona, como siempre, intentó irse hacia delante e imponer su juego basado en el toque y la posesión, a lo que el técnico españolista, Mauricio Pochettino, opuso una táctica que debería estar prohibida, pues consistió básicamente en ahogar el juego contrario (o sea, la teoría del perro del hortelano: ni juego ni te dejo jugar), la sucesión indiscriminada de faltas (con la complicidad del árbitro) y la estrategia del contragolpe como única opción ofensiva. Los culés cayeron en la trampa, y de qué modo. Tan sólo una acción de Messi que le puso un gol en bandeja a un Tití Henry que no entiendo cómo pudo cabecear fuera, y enseguida se comprobó que el verdadero foco de atención tenía como epicentro el Santiago Bernabeu. A los diez minutos, el marcador incrustado traicioneramente en la parte inferior derecha de la pantalla nos dio la primera señal de alarma: el Madrid ganaba 1-0 (y el Barça seguía 0-0). Bien, no pasa nada. Hay partido. Pero, enseguida, apareció de nuevo el rotulito de las narices: el Madrid ganaba 2-0 (y el Barça seguía 0-0). Muy poco después, volvió a surgir de entre los cátodos el sempiterno aviso, y casi todos pudimos prever su contenido: el Madrid ya ganaba 3-0 (y el Barça seguía 0-0). Joder. Empecé a sentirme febril, a notar picores por doquier, y mi resfriado empeoraba por momentos. ¿Qué demonios estaba pasando? El mejor equipo de Europa (por no decir del mundo) estaba cada vez más nervioso, cada vez más dubitativo e inoperante, cortadas en seco todas sus acciones por las faltas cometidas por el Espanyol. Entonces, un tenue hálito de esperanza. El marcador simultáneo informaba de que el Betis había logrado un gol que me pareció de oro (3-1), y me sentí ingenuamente ilusionado. Por poco tiempo. No habían pasado ni cinco minutos, cuando, “Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”, retorna el malhadado avisador. “Real Madrid, 4 – Betis, 1” (y el Barça seguía 0-0). Pero las desgracias nunca vienen solas. Eric Abidal, que, para variar, estaba cuajando un buen partido por la banda izquierda, se lesiona para 8 semanitas de nada, y, lo peor de todo, un botarate vestido de amarillo que no paraba de chupar un silbato oxidado y había sido incapaz hasta entonces de impedir el juego sucio del Espanyol, comete la injusticia de su vida y expulsa, sin ton ni son, al bueno de Seydou Keita. Los azulgrana se quedan con diez, y en ésas, como si todo formase parte de una pérfida estrategia urdida desde la capital del Reino, el rótulo electrónico de los cojones anuncia que el Real Madrid ha marcado el 5-1 (y el Barça seguía 0-0). Como dijo el poeta, “Pies, ¿para qué os quiero?”. Movido por una especie de resorte, me levanté del sofá con la intención de no volver. ¡No estaba dispuesto a seguir presenciando una afrenta semejante!. Y menos mal que me levanté entonces, porque a los pocos segundos los merengones todavía se permitieron la fechoría final con su alevoso 6-1. Durante el descanso, apenas pude descansar. Ya me imaginaba no sólo las risas de todos mis amigos y compañeros madridistas, sino la resurrección del fantasma de las dos últimas temporadas, con un Barça que aspiraba a ganarlo todo y al final todo lo perdía. Pero ¿qué demonios? Todavía quedaban nada menos que otros cuarenta y cinco minutos, en las que, con toda seguridad, el Pep Team reaccionaría de forma espectacular. Quiá. Ante la baja de Keita, Guardiola quita al pobre Henry y saca a Sergio Busquets, con lo cual el juego por las bandas desaparece. Pero ni siquiera el refuerzo del centro del campo surte efecto cuando resurge de sus cenizas una ex-lumbrera de la cantera barcelonista llamada Iván de la Peña, también conocido como “El Pequeño Buda”, también conocido como “Lo Pelat”. El Pelao sentenció el partido él solito, y en apenas cinco minutos. Primero, rematando un córner ante el habitual fiasco de la defensa en zona impuesta por Pep, y, pop, a continuación se aprovechó de la enésima estupidez de Víctor Valdés, que le pasó una pelotita en la que, si uno se acercaba un poco, se podía leer en letras enormes “Métemela hasta dentro”, y materializó un 0-2 que fue coreado en el Bernabeu como si de un orgasmo de Cristiano Ronaldo se tratara. De la Peña no marcaba un gol desde hacía 4 años, pero claro, ya tocaba. El coloso africano Touré Yayá logró acortar distancias con un golito providencial, y, cuando aún era posible la remontada, Guardiola sufre una especie de aneurisma cerebral tamizado de esquizofrenia degenerativa y saca del campo al pichichi de la liga, Samuel Eto’o, el hombre que más goles ha marcado hasta ahora, para dar entrada al rubio Eidur Gudjohnsen, el hombre que más veces la ha pifiado en lo que va de liga. Que sí, que, como castigo a la incontinencia verbal de Samu, la medida pudo ser cojonuda, pero éso se hace cuando el equipo gana 6-0 (qué tiempos aquéllos…) , y no cuando marcar un par de goles es más necesario que respirar. Conclusión, Barça, 1 - Espanyol, 2, adiós a la imbatibilidad, cinco puntos perdidos en dos jornadas, el Madrid a siete y nuestras ilusiones por los suelos. Creo que hoy, más que nunca, me hace falta que mi amigo Jesús, el culé más optimista que existe, me levante un poco la moral. ¡A ver si las chispeantes burbujitas de la Vichy (catalana) me ayudan a superar el trauma! (P.D.: De Oscars hablamos en otro momento, ¿Ok?).
Comentarios
Cuantos puntos perdidos en tan pocas jornadas. Si es que se confian demasiado. Nunca hay que bajar la guardia (al loro, Guard-iola).
Y el partido de anoche, de infarto.
Atleti 4
Barça 3
A ver si se ponen las pilas, que para eso ganan lo que ganan.
Abraham.