Spiderman: un nuevo día
Parece mentira y sé que, como mínimo, me merezco unas largas vacaciones en Guantánamo antes de que el Presidente Obama lo cierre para siempre… pero, por muy imperdonable que pueda resultar, todavía no había hablado de los importantísimos y trascendentales cambios que han acontecido en mi cómic favorito. Que me encantan los cómics lo deberíais saber de sobra, y que mi héroe de toda la vida es y ha sido Spiderman es de dominio público. Hay héroes más fuertes, más poderosos, más altos e incluso más listos y más guapos, pero, para mí, Spiderman es el más próximo, el más humano, el más… real. Cualquiera podríamos ser Spiderman; hasta yo habría podido serlo. Porque en él lo importante no es que poséa la fuerza y agilidad proporcionales de una araña, sino que, por dentro, bajo la máscara, está Peter Parker, un joven tímido al que sus condiscípulos rechazan por ser un “empollón”, que vive acuciado por los problemas personales y profesionales, que ha sufrido inmensamente por amor, y que vive asfixiado por el deseo y la necesidad de hacer las cosas bien y por la obligación de ser responsable para con sus semejantes, ya que “todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Joder, si es que casi estoy describiéndome a mí mismo (aunque yo no llevo leotardos ni lanzo telarañas por las muñecas). Concebido como contrapartida adolescente de Superman, Spiderman comenzó su andadura siendo un adolescente de quince años al que una araña alterada radioactivamente confería todas sus habilidades. Peter Parker al principio no supo qué hacer con tantos poderes y, en un primer momento, trató de labrarse una carrera en el mundo del espectáculo, pero el trauma sufrido tras el asesinato de su tío Ben a manos de un ladrón al que él no quiso detener le condujo directamente al mundo de los héroes disfrazados que dedican sus esfuerzos a proteger a la Humanidad. La clave del éxito del Hombre Araña siempre ha sido su cercanía, su proximidad, lo fácil que era para los lectores identificarse con un personaje así, tímido e introvertido cuando es Peter Parker, pero divertido y dicharachero cuando es Spiderman, y que sufre los mismos agobios que cualquier hijo de vecino. Con el paso del tiempo, los sucesivos editores al mando de la compañía que lo publicaba, Marvel Comics, trataron de adecuarlo a la evolución de los tiempos y se empeñaron en que creciese, al igual que crecían sus fans. Así, Peter dejó el instituto, entró en la Universidad, se echó novia, la perdió trágicamente, abandonó el hogar familiar y se independizó, comenzó a trabajar primero de fotógrafo y después como profesor auxiliar, y, finalmente se casó con su segundo gran amor e incluso tuvo una hija. Fuimos muchos los que pensamos que un personaje como era el Spiderman original debió haberse mantenido fiel a su esencia. Todos nos casamos, es cierto (y algunos más de una vez), pero un héroe de cómic pierde gran parte de su autenticidad cuando sus aventuras se ven privadas de la libertad de la soltería, de la alegría de la independencia, de la frescura de la juventud que era su marca de fábrica. Pero el editor de turno se empeñó en dar luz verde a la historia en la que Peter Parker se casaba con su segunda novia formal, la supermodelo Mary Jane Watson, y, años después, otro jerifalte de Marvel dio el visto bueno a una trama en la que Mary Jane quedaba embarazada, sólo para dar a luz a una niña que, nada más nacer, era secuestrada por el archivillano arácnido por excelencia, un Duende Verde que acababa de retornar de entre los muertos (o casi). Tan descontentos quedaron los lectores con aquella historia, que de la pobre niña nunca más se supo (hasta que la recuperaron en la colección de “SpiderGirl”, la cual acontece en una especie de futuro alternativo sin conexión con el mundo real). Otros intentos de evolucionar a Spiderman fueron la llamada “Saga del Clon” (primer intento de cepillarse al “maduro” Peter Parker y sustituirlo por un clon de sí mismo que no estaba casado ni tenía ataduras), la muerte y posterior “resurrección” de su tía May (la anciana que le cuidó desde que sus padres murieron, siendo un bebé) y, finalmente, la revelación pública de su identidad, que se produjo durante la macro saga “Guerra Civil”. Lo cierto es que Spiderman, como personaje, había acabado siendo poco menos que su propia antítesis. Ya no era un adolescente, estaba casado, los problemas le habían quitado las ganas de bromear y ni siquiera su identidad era un secreto. El nuevo editor en jefe de Marvel, Joe Quesada, dijo “Hasta aquí hemos llegado. Se acabó. Urge una vuelta a los orígenes”. Pero ¿cómo anular de un plumazo más de veinte años de historietas?. La solución, desde luego, no fue la mejor ni la más brillante. Durante la Guerra Civil entre los superhéroes, la querida Tía May había sido herida, por alguien que ya no atentaba contra Spiderman, sino contra Peter Parker, toda vez que el hombre era ya tan conocido como el héroe. Destrozado por la culpa, Peter/Spiderman trataba por todos los medios de salvar la vida de su tía. De nada servían los argumentos de todos sus conocidos, en el sentido de que, al fin y al cabo, se trataba de una anciana que ya había vivido una larga vida y que, de un modo o de otro, tenía que morir. Peter no soportaba la idea de haber sido el culpable (involuntario), así que, desesperado y al borde de la locura, hacía un pacto con el Diablo. Habéis leído bien, el Diablo; el diablo particular de Marvel Comics, llamado Mefisto. Cuando todas las otras alternativas habían fracasado, Mefisto le ofrecía a Peter la salvación de su tía, siempre y cuando se le entregara lo más hermoso que existía en la vida del joven: su matrimonio con Mary Jane. Personalmente, me parece una historia pillada por los pelos, pero los chicos de Marvel querían a toda costa recuperar a su icono dicharachero y juvenil, y esa manera era tan efectiva como cualquier otra. Peter y Mary Jane acceden a lo requerido por Mefisto, y en torno a ellos se hace la oscuridad. Al despuntar un nuevo día, Peter vuelve a ser un solterón que vive con su tía May, que está sana y salva, y su amigo Harry Osborn (hijo del Duende Verde) ya no está muerto sino vivo, y nadie sabe que Peter Parker es Spiderman, y Mary Jane, que ha roto con Peter, decide poner tierra de por medio para no sufrir al encontrarse con su ya ex–novio. Todo es viejo pero quiere parecer nuevo: nuevos enemigos, nuevos personajes secundarios que se añaden a los de siempre pero que llevaban años siendo descuidados, e incluso nueva forma de publicación. Se han cancelado las colecciones más prescindibles y menos significativas, y, a cambio, la serie “madre”, “The Amazing Spiderman”, pasa a publicarse tres veces al mes, tres números realizados por un equipo de guionistas y dibujantes que va rotando y no se repetirá, al menos en los meses sucesivos. Las ventas parecen haber acompañado, pero son muchos los lectores (sobre todo, veteranos) que se han desenganchado, en la creencia de que era mejor la evolución del personaje que su retroceso casi a su prehistoria. Yo sigo leyéndolo, como siempre o casi siempre, y ya estoy deseando que llegue a España ese episodio que acaba de publicarse en Estados Unidos y en el que el Hombre Araña, apoyándose en su instinto arácnido, tiene que distinguir entre el verdadero Presidente Obama y un impostor encarnado por el villano conocido como el Camaleón.
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Besitos; Bichito.