Precursor


Acabo de leer en el periódico que los jóvenes comienzan a preferir las nuevas tecnologías al entretenimiento clásico basado en la televisión. Yo no sé si puedo o debo considerarme “joven”; para mi madre, no sólo sigo siendo el niño pequeño al que ella llevaba de la manita, sino que (seguramente a causa de las cataratas) dice que desde que cumplí los treinta apenas he envejecido; por el contrario, para mis hijos soy una especie de matusalén con el cabello perlado de canas (y lo de “volver” a tener algo de cabello ya tiene su mérito, después de lo angustiado que llegué a estar semanas atrás). El caso es que hace mucho que yo empecé a dedicar menos tiempo a la tele y más a mis hobbies, lo cual no siempre ha sido bien recibido por mis ocasionales compañeras de piso. Quienes critican, por ejemplo, que la televisión esté encendida mientras se come, sí ven con buenos ojos que la familia orbite en torno a ella una vez ha concluido el almuerzo. Francamente, me parece una bobada. Nada hay más hermoso que el trato fluído y amoroso con los familiares, pero ni es tan mala idea dejar que la TV proporcione temas de conversación mientras se come, ni tan buena concentrarse para mirarla absortos al poco de haber comido. En cualquier caso, lo mío no es una adicción al ordenador ni a internet, sino un permanente deseo de… trascender. Nunca he sido como mi padre, en el sentido de que no soy ese típico varón español de siesta, sofá (y tele), copita y partida de dominó en el bar (bueno, mi progenitor tampoco milita en la liga pro-alcohólica), telediario , cena, más sofá (y más tele), otro poco de siesta y, finalmente, sueño prolongado en el tálamo roncador. No, lo mío ha sido siempre algo más creativo: leer, escribir, hacer recopilaciones de música, confeccionar carátulas, clasificarlo todo en mis bases de datos y, si queda tiempo, hacer algo de vida social en los chats y, últimamente, en el messenger. Mis tardes hace siglos que se desarrollan en el despacho de mi casa, una especie de santuario en el que guardo todos mis objetos de valor, que no son joyas ni dinero sino comics, libros, revistas de cine y muchos, muchos CD’s. Gracias a los inimaginables adelantos de la Ciencia, es cada vez más cierto que alrededor de un ordenador se puede edificar gran parte del tiempo de ocio del que disponemos ahora que aún no tenemos que trabajar 65 horas semanales, y yo me considero una especie de precursor en este sentido. En mi ordenador están mis cuentos, mis guiones, una de mis dos películas, todas mis bases de datos, algunas de mis poesías y casi todas las canciones que solía tocar con mi guitarra; en mi ordenador se cobijan los listados con todos mis DVD’s, mis comics y mis libros, y gracias a mi ordenador he hecho entrañables amistades e incluso conocí a mi actual pareja. A veces no sé si le debo más a Guttenberg o a Bill Gates, porque puedo pasar un día sin leer un libro, pero se me hace muy difícil pasar una jornada sin mi PC. También es cierto que hay cosas que resultan demasiado frías o artificiales cuando se circunscriben a una caja de tornillos, chips y megabytes, y, por éso, cada vez son menos las veces que, para hablar con alguien, recurro a un messenger que, en realidad, nunca acapara mi plena concentración cibernética. Con Mari Carmen siempre me parece que media hora de “mensajería” se puede concentrar en dos minutos de teléfono, y las sensaciones son cien veces menos frías, mil veces más humanas. El ordenador es lo que es, y no es lo que no es, y esta estúpida perogrullada esconde una verdad incuestionable: ni Windows ni internet son una amenaza para la existencia de la familia, ni tampoco son suficientes como para vivir por y para ellos.

Comentarios

Azusa ha dicho que…
En general no podría estar más de acuerdo contigo, aunque suene exagerado creo que mi vida cambió radicalmente el día que entró en ella internet... No sólo la uso como medio de entretenimiento, sino también como medio de trabajo... lo que tampoco siginifica que no pueda pasar sin ella alguna temporada (no muy larga, eso sí)o la deje de lado para continuar por ejemplo, con un libro que me pueda tener embebida.
Anónimo ha dicho que…
La mayoría de las cosas que yo hacía ya las desarrollaba antes de existir internet e incluso los ordenadores (¿nadie se acuerda de las máquinas de escribir?), pero es cierto que la Red de redes ayuda a obtener muchísima información. Saludos y besitos.

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