Cine/ "AUSTRALIA"
Lo que Pearl Harbor se llevó
Hay dos motivos por los que la duración de una película puede aproximarse a las tres horas: uno, que exista tanto que contar que un metraje convencional no sea suficiente; y dos, que sus responsables estén tan convencidos de la respuesta del público y de la crítica van a ser ten abrumadoras que piensan que en 180 minutos pueden caber el doble de taquillaje y de premios que en 90. Un ejemplo: Peter Jackson, el director neozelandés de “El Señor de los Anillos”, triunfó en Hollywood con su maravillosa adaptación de la voluminosa saga de J.R.R. Tolkien, y cada uno de los tres episodios lograba mantener el ritmo y se hacía sumamente entretenido, porque había realmente muchas cosas que narrar; sin embargo, el mismo Jackson se estrelló estrepitosamente en su siguiente proyecto, una nueva versión de “King Kong” que pecó de grandilocuencia y megalomanía y a la que le sobraban, de largo, no menos de cincuenta minutos llenos de alardes tecnológicos inútiles y escenas de acción tan complejas como soporíferas. Algo así es lo que le ha sucedido a su paisano Baz Luhrmann al perpetrar esta “Australia”, una oda épica al país que le vio nacer, un rimbombante homenaje a la patria que le parió. En el mejor estilo de un Tony Scott de las antípodas, Luhrmann se ha caracterizado desde siempre por supeditar el fondo a la forma, el “qué” al “cómo”, y todas sus películas lucen un envoltorio tan brillante y suntuoso que en determinados momentos parece que el argumento no es relevante. Esto se hace aún más patente en “Australia” que en “Romeo + Julieta” o “Moulin Rouge”, film del que recupera a una de las dos actrices más cargantes, más devaluadas y menos taquilleras de los últimos tiempos: Nicole Kidman (la otra sería la horripilante Renée Zellwegger). Pero centrémonos en “Australia”. Está claro que Baz Luhrmann tiene talento a raudales para esbozar imágenes hermosísimas con las que compone una poesía visual única y subyugante. Pero él mismo cae en su propia trampa y no se da cuenta de que está embelleciendo hasta la extenuación una historia alargada como un chicle y que presenta montones de aristas sin pulir. Casi todos los tópicos posibles están en “Australia”: los personajes se comportan como desde su primerísima aparición sabemos que se van a comportar, mueren como y cuando deben morir y los mata quien obviamente los tenía que matar. Ante esta aseveración cabe oponer la constatación de no pocos elementos positivos, pero el film nunca logra zafarse del exceso de metraje, la artificiosidad y la proliferación de estereotipos. Desde el principio, resulta más que evidente que la estirada Lady Sarah Ashley (Kidman) va a enviudar nada más llegar a tierras australianas, que se va a enamorar a primera vista del hosco Drover (Hugh Jackman) y que ambos van a convertirse en héroes, primero contra la tiranía del cacique King Carney (Bryan Brown) y posteriormente contra los invasores japoneses. Es precisamente esto último lo que, de algún modo, parece sobrar y podría haberse obviado. El intento de fusionar “Lo que el viento se llevó” con “Pearl Harbor” es demasiado obvio e impide que el film tenga un final mucho más logrado y tres cuartos de hora más satisfactorio. ¿Realmente era necesario ese despliegue de hazañas bélicas?; para mí, no. Por otra parte, tengo que decir que no sólo me disgustó Nicole Kidman como mujer (fría y carente de atractivo), sino que su registro interpretativo parece ir por un sitio y el de los demás actores, por otro. Hugh Jackman, Lobezno en la saga de “X-Men” y recientemente distinguido como el “Hombre vivo más sexy del mundo”, asume un personaje inicialmente pensado para Russell Crowe (que, entre otras cosas, me parece muchísimo mejor actor) y ciertamente no lo hace mal, pero en cada una de sus intervenciones parece escapado de un anuncio de desodorante o colonia para hombres muy machos, y los molestos ralentís de Luhrmann profundizan en esta misma sensación. No cabe duda de que el director ama muchísimo a su país, y por éso se le acepta con benevolencia esta monumental loa a la tierra de los canguros, en la cual le da trabajo a casi la mitad de los actores nacidos o criados en Australia (Kidman es neoyorquina pero desde bebé ha vivido allá): desde Hugh Jackman hasta el venerable David Gulpilil, pasando por David Wenham (“Faramir” en “El Señor de los Anillos”), el ya citado Bryan Brown (“El Pájaro Espino”) y Bruce Spence (el aviador loco de “Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera”). Harold Arlen, el autor del famoso “Over the Rainbow” de “El Mago de Oz”, era norteamericano desde la cuna, pero, por el uso y abuso que el compositor David Hirschfelder hace de su archiconocida melodía, que suena una y otra vez en los momentos más insospechados, deberían nombrarle, como mínimo, australiano de honor.
Luis Campoy
Lo mejor: el tráiler (contaba casi lo mismo y duraba cien veces menos), la fotografía
Lo peor: el nulo sex-appeal de Nicole Kidman, las posturitas de Hugh Jackman
El cruce: “Lo que el viento se llevó” + “Pearl Harbor” + “El paciente inglés”
Calificación: 6 (sobre 10)
Hay dos motivos por los que la duración de una película puede aproximarse a las tres horas: uno, que exista tanto que contar que un metraje convencional no sea suficiente; y dos, que sus responsables estén tan convencidos de la respuesta del público y de la crítica van a ser ten abrumadoras que piensan que en 180 minutos pueden caber el doble de taquillaje y de premios que en 90. Un ejemplo: Peter Jackson, el director neozelandés de “El Señor de los Anillos”, triunfó en Hollywood con su maravillosa adaptación de la voluminosa saga de J.R.R. Tolkien, y cada uno de los tres episodios lograba mantener el ritmo y se hacía sumamente entretenido, porque había realmente muchas cosas que narrar; sin embargo, el mismo Jackson se estrelló estrepitosamente en su siguiente proyecto, una nueva versión de “King Kong” que pecó de grandilocuencia y megalomanía y a la que le sobraban, de largo, no menos de cincuenta minutos llenos de alardes tecnológicos inútiles y escenas de acción tan complejas como soporíferas. Algo así es lo que le ha sucedido a su paisano Baz Luhrmann al perpetrar esta “Australia”, una oda épica al país que le vio nacer, un rimbombante homenaje a la patria que le parió. En el mejor estilo de un Tony Scott de las antípodas, Luhrmann se ha caracterizado desde siempre por supeditar el fondo a la forma, el “qué” al “cómo”, y todas sus películas lucen un envoltorio tan brillante y suntuoso que en determinados momentos parece que el argumento no es relevante. Esto se hace aún más patente en “Australia” que en “Romeo + Julieta” o “Moulin Rouge”, film del que recupera a una de las dos actrices más cargantes, más devaluadas y menos taquilleras de los últimos tiempos: Nicole Kidman (la otra sería la horripilante Renée Zellwegger). Pero centrémonos en “Australia”. Está claro que Baz Luhrmann tiene talento a raudales para esbozar imágenes hermosísimas con las que compone una poesía visual única y subyugante. Pero él mismo cae en su propia trampa y no se da cuenta de que está embelleciendo hasta la extenuación una historia alargada como un chicle y que presenta montones de aristas sin pulir. Casi todos los tópicos posibles están en “Australia”: los personajes se comportan como desde su primerísima aparición sabemos que se van a comportar, mueren como y cuando deben morir y los mata quien obviamente los tenía que matar. Ante esta aseveración cabe oponer la constatación de no pocos elementos positivos, pero el film nunca logra zafarse del exceso de metraje, la artificiosidad y la proliferación de estereotipos. Desde el principio, resulta más que evidente que la estirada Lady Sarah Ashley (Kidman) va a enviudar nada más llegar a tierras australianas, que se va a enamorar a primera vista del hosco Drover (Hugh Jackman) y que ambos van a convertirse en héroes, primero contra la tiranía del cacique King Carney (Bryan Brown) y posteriormente contra los invasores japoneses. Es precisamente esto último lo que, de algún modo, parece sobrar y podría haberse obviado. El intento de fusionar “Lo que el viento se llevó” con “Pearl Harbor” es demasiado obvio e impide que el film tenga un final mucho más logrado y tres cuartos de hora más satisfactorio. ¿Realmente era necesario ese despliegue de hazañas bélicas?; para mí, no. Por otra parte, tengo que decir que no sólo me disgustó Nicole Kidman como mujer (fría y carente de atractivo), sino que su registro interpretativo parece ir por un sitio y el de los demás actores, por otro. Hugh Jackman, Lobezno en la saga de “X-Men” y recientemente distinguido como el “Hombre vivo más sexy del mundo”, asume un personaje inicialmente pensado para Russell Crowe (que, entre otras cosas, me parece muchísimo mejor actor) y ciertamente no lo hace mal, pero en cada una de sus intervenciones parece escapado de un anuncio de desodorante o colonia para hombres muy machos, y los molestos ralentís de Luhrmann profundizan en esta misma sensación. No cabe duda de que el director ama muchísimo a su país, y por éso se le acepta con benevolencia esta monumental loa a la tierra de los canguros, en la cual le da trabajo a casi la mitad de los actores nacidos o criados en Australia (Kidman es neoyorquina pero desde bebé ha vivido allá): desde Hugh Jackman hasta el venerable David Gulpilil, pasando por David Wenham (“Faramir” en “El Señor de los Anillos”), el ya citado Bryan Brown (“El Pájaro Espino”) y Bruce Spence (el aviador loco de “Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera”). Harold Arlen, el autor del famoso “Over the Rainbow” de “El Mago de Oz”, era norteamericano desde la cuna, pero, por el uso y abuso que el compositor David Hirschfelder hace de su archiconocida melodía, que suena una y otra vez en los momentos más insospechados, deberían nombrarle, como mínimo, australiano de honor.
Luis Campoy
Lo mejor: el tráiler (contaba casi lo mismo y duraba cien veces menos), la fotografía
Lo peor: el nulo sex-appeal de Nicole Kidman, las posturitas de Hugh Jackman
El cruce: “Lo que el viento se llevó” + “Pearl Harbor” + “El paciente inglés”
Calificación: 6 (sobre 10)
Comentarios
GRACIAS POR SEGUIR... EN LA BRECHA.
Y FELICIDADES POR TU TRABAJO EN ESTE BLOGG.
TE DEJO MI NENE...LLORA, REQUIERE A SU MAMI. JAJAJA
MARISA
En cuanto a la "prota", pues no sé, muy "maquinada" en su interpretación, muy estirada ella, algo así como le sucede a nuestra querida española Penélope Cruz.
Pero ya digo, es mi opinión.
Besitos; Bichito.