No todos los dibujos son infantiles


Ayer leí en un periódico que una institución llamada ATR (siglas no de “Amar en Tiempos Revueltos”, sino de la “Asociación de Telespectadores y Radioyentes”) clamaba al cielo en relación a lo inconveniente que era la aclamada serie “Los Simpson” para el público netamente infantil. Este es un viejo tema al que alguna vez he aludido en esta misma página: no todo aquéllo que se cuenta mediante la utilización de dibujos animados es de consumo apto para niños. El ejemplo que ponía entonces era el de la serie japonesa “Shin Chan”, que me parece repelente por su feísmo y altamente inconveniente para nuestros hijos por su apología del gamberrismo y la desobediencia. Ahora vuelven a escucharse nuevas críticas contra “Los Simpson” y otros títulos avalados por la misma productora, 20th Fox TV, tales como “Futurama” o “Padre de familia”. Con respecto a “Futurama”, poco tengo que decir, porque creo que no he sido capaz de ver un capítulo completo, por puro aburrimiento y desinterés, pero sí me he tragado a veces “Padre de familia”, y lo primero que he pensado es en apagar el televisor o, simplemente, cambiar de canal. “Padre de familia” es como “Los Simpson”, pero aún más ácida, más pesimista y mucho más cutre. Yo, como sabéis, soy un miembro más de la comunidad de separados del mundo, y tal vez no puedo pretender que mi modelo de familia (actualmente vivo con mis padres) sea el mejor de todos los posibles, pero me siento perfectamente cualificado para abjurar de una serie supuestamente infantil en la que la mayoría de los personajes son negativos, movidos por intereses egoístas o materialistas y en la que en todo momento resulta evidente que el amor y los sentimientos brillan por su ausencia. Por supuesto que, cuando uno va cumpliendo años y conoce de primera mano ciertas realidades acerca de la vida en sí misma y de sus mecanismos y de la naturaleza de determinadas apariencias sociales, comprende que los dibujitos animados al estilo Walt Disney reflejan un mundo utópico e irreal, pero yo soy como soy y pienso que crecer contemplando cómo los personajes se quieren y se reconcilian es mejor que haciéndolo siendo testigos de sus odios, rencillas y miserias humanas. “Los Simpson” me parece una serie excelente, mil veces mejor que “Padre de familia”, y, cada vez que tengo oportunidad de ver algún capítulo, me maravilla la inteligencia de sus creadores. El problema es que, aunque no pueda negársele su capacidad de entretenimiento y la indiscutible calidad de su factura, eso no la convierte en “infantil”. Sus geniales diálogos implican un conocimiento de los recovecos del idioma que un niño todavía no posée, las constantes referencias socio-político-culturales que la nutren pasan desapercibidas a cualquiera que no siga la evolución de la política, la sociedad, la televisión y el cine estadounidense y, como expresé anteriormente, muchos comportamientos de los miembros de la familia Simpson y de sus vecinos son de todo menos ejemplarizantes para nuestros niños. ¿Qué hacer ante un caso como éste? Yo, por el momento, no me he decidido a prohibirles a mis hijos, de 8 y 10 años, que continúen siguiendo las hazañas de Bart, Homer y compañía, pero sí procuro que no vean “Shin Chan” y pienso hacer lo mismo, de una vez por todas, con respecto a “Padre de familia”. En cualquier caso, la culpa no es de los niños y tampoco ha de ser totalmente imputable a los padres, sino que también hay que reprocharles a los programadores de las cadenas de televisión que se emitan estos productos nada infantiles (a pesar de su apariencia) en horario inequívocamente “familiar”.

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