Cine/ "VICKY CRISTINA BARCELONA"




El Allen más almodovariano

¿Enfermo incurable de cine a sus setenta y pico años? ¿Deseoso de cambiar de estilo en un loable intento de auto renovación? ¿Acuciado por las deudas y necesitado de sacar pasta cómo y de donde sea? Sinceramente, me inclino por esta última opción. Porque “Vicky Cristina Barcelona” no es sólo una mala película de Woody Allen, absolutamente indigna del talento creador de “Annie Hall” y “Hanna y sus Hermanas”, sino que es mala sin más. De hecho, si cualquiera de los participantes en el rodaje de este engendro se atreviese a filtrar la noticia de que no fue Allen quien ¿escribió? el ¿guión? ni tampoco quien ¿dirigió? a los actores durante la filmación, yo me lo creería a pies juntillas. Lo malo es que “obsequiarnos” con un pestiño así se le puede perdonar a un debutante, a un primerizo al que se le puede otorgar el beneficio de la duda y esperar que mejore en trabajos sucesivos… pero, llamándose “Woody Allen” y hallándose ya, por ley de vida, en el inevitable final de su carrera, lo único que se puede pedir y esperar de tal señor es que se aleje del cine y, si acaso necesita continuar siendo mínimamente creativo, se concentre en la música (por cierto, si sois fans impenitentes de Allen os comunico que el 31 de Diciembre estará en Murcia tocando el clarinete).

“Vicky Cristina Barcelona” (título repelente y poco imaginativo donde los haya) cuenta la historia de dos jovencitas norteamericanas (llamadas, cómo no, Vicky & Cristina) que vienen a Barcelona a pasar dos meses de verano. Una de ellas está terminando un master universitario sobre la cultura catalana, y la otra es una artista necesitada de inspiración. La inspiración y la cultura las encontrarán juntas y al mismo tiempo, personificadas en un artista bohemio que las enamorará y cambiará su forma de entender la vida y el mundo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que hace ya años que las películas de Woody Allen no son precisamente éxitos en su país de origen. Si su prestigio se mantiene más o menos intacto es debido al boca a boca que aún pervive entre los actores norteamericanos, y, principalmente, al beneplácito de los críticos europeos. Tampoco es que Allen haya sido nunca un fabricante de blockbusters, pero sus películas cada vez dan menos dinero y el hombre ha tenido que buscarse las habichuelas allá donde ha podido. Tan neoyorkino como siempre ha sido, en los últimos tiempos se ha visto a rodar sistemáticamente en Europa (donde como digo, son más numerosos sus admiradores), primero en Inglaterra y ahora en España, donde supuestamente se comprometió a rodar tres películas, que al final se han quedado reducidas a una… la que nos ocupa. Es decir, lo primero fue el compromiso contraído de entregar una obra que transcurriese en nuestro país, y, a continuación, determinar cuál iba a ser el argumento y naturaleza del producto en cuestión.

Tal vez el hecho de estar en España y tener enfrente a Javier Bardem y Penélope Cruz ha hecho que al viejo Allen se le vaya la olla y se crea por un momento que no es Woody Allen… sino Pedro Almodóvar, y es que, mala como es, la película sería más digerible y menos indigesta si fuese Almodóvar y no Woody su máximo responsable. El característico estilo que todos considerábamos asociado al director de “Manhattan” está tan diluído que de él sólo sobreviven dos o tres diálogos mínimamente afortunados y un inconfundible “tic” en la interpretación de la mayoría de los actores, que parece que no pueden actuar sin tartamudear como suele hacer el propio Allen. Esa vulgar Barcelona de postal (con tópicos enclaves en la Padrera y el Parc Güell) resulta, paradójicamente, tan ficticia e impersonal como la casa asturiana en la que vive el padre poeta del pintor al que encarna Bardem, y a los quince minutos ya dan ganas de vomitar cada vez que se repite el sempiterno acompañamiento musical (la canción “Barcelona” del grupo catalán Giulia y los Tellarini y el ya arcaico “Entre dos aguas” de Paco de Lucía).

Increíble e inconcebible en su planteamiento (que una chica tan estable como el personaje que encarna Rebecca Hall se cuelgue de ese modo de un vulgar latin lover sólo por retozar una noche con él no se lo tragan ni siquiera los que se atrevan a aceptar que una muñequita rubia como Scarlett Johansson se lanza a un absurdo menage-a-trois con Bardem y una desequilibradísima y peligrosa Penélope Cruz), penosa en su realización (el ralentí que Allen emplea como elipsis cuando Hall y Bardem están a punto de hacer el amor en pleno parque público hace provocar el sonrojo) y simplemente mediocre en su vertiente literaria, los únicos atractivos de “VCB” cabe hallarlos en su elenco actoral. Javier Bardem parece que actúa con el piloto automático, pero su encanto animal es innegable; Penélope Cruz está realmente atractiva aunque a nadie se le escapa que está mil veces sobreactuada; Scarlett Johansson luce preciosa, tal vez más que nunca, pero su mezcla de ingenuidad, voluptuosidad y extrema tolerancia hubieran necesitado de una actriz con muchos más recursos; la mejor de todos es, sin duda, Rebecca Hall, cuya “Vicky” está perfectamente matizada en cada una de sus reacciones, por mucho que algunas de ellas, vistas desde fuera, chirríen a causa de su poca credibilidad dramática.

Decepción. Desencanto. Irritación. Todo ésto fue lo que sentí mientras veía “Vicky Cristina Barcelona”, la peor película hecha jamás por Woody Allen. Sinceramente… no os la recomiendo.


Luis Campoy

Lo mejor: Rebecca Hall
Lo peor: el modo en que se retratan los tópicos enclaves barceloneses, el rótulo que afirma que un bodrio así está “Escrito y Dirigido por Woody Allen”
Calificación: 4 (sobre 10)

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