Cine/ JOHN RAMBO: Vuelta al Infierno
Apocalypse Rambo
Lo mejor: La adrenalínica violencia de las escenas de acción
El inefable Sylvester Stallone, que parecía defenestrado por el cine de gran presupuesto hollywoodiense tras dilapidar su carrera a finales de los noventa con películas a cada cual más pésima y menos taquillera (la otra noche pude ver el inicio de “D-Tox, Ojo Asesino”, y no seguí viendo porque era simplemente insoportable), pareció resucitar de sus propias cenizas el año pasado con su más que correcta “Rocky Balboa”, puesta al día y pseudo-remake de uno de sus títulos emblemáticos. Doce meses después, Stallone toma las riendas de la aparentemente agotaba serie de su otro gran personaje, Rambo, y nos regala un producto que, tras visualizarlo y someterlo a un somero análisis, nos revela que a) el “potro italiano” es un pésimo guionista pero b) su estilo narrativo como director ha evolucionado tan satisfactoriamente que parece un digno heredero de Robert Aldrich o Samuel Fuller, realizadores que iluminaron el cine bélico en la década de los cincuenta. Más aún, me atrevería a decir que “John Rambo” es el particular “Apocalypse Now” de Sylvester Stallone, y no se me tome como hereje porque, salvando las distancias y sin pretender equiparar el talento de Francis Ford Coppola con el del creador de Rocky, tanto uno como otro film comparten no sólo coincidencias argumentales sino también similares postulados quasi-filosóficos, por no decir humedad, jungla y horror, mucho horror.
He dicho como mil veces que, a la hora de disfrutar (o no) una película, es primordial establecer las bases de lo que uno espera hallar en ella, para evaluar el grado de satisfacción de las expectativas. En este sentido, cualquier espectador de cualquier parte del mundo sabe que una película de Sylvester Stallone y, más concretamente, de Rambo, no va a depararle una historia profunda ni unos diálogos magistrales, como tampoco personajes creíbles o grandes actores luciéndose a través de personajes de compleja psicología. O sea, el viejo zorro italoamericano sabía perfectamente lo que tenía que ofrecer a sus todavía fieles legiones de fans, y vaya si se lo proporciona ¡con creces!. Una vez superados los primeros y prescindibles cuarenta y cinco minutos, la aventura y la violencia se apoderan de la pantalla, con un realismo y una crudeza simplemente impresionantes. La brutalidad y el salvajismo de Rambo resultan sorprendentes y apabullantes, pero hay que reconocer que Stallone sabe perfectamente cómo filmarlos, exhibiéndolos en planos muy breves que se dejan ver pero en los que tiene el pudor y el buen gusto de no recrearse. Además, como bien sabe el público incluso antes de pagar la entrada, el ex-boina verde tiene una particular e irrefrenable tendencia a cometer actos violentos, razón por la cual vive recluído en las selvas de Tailandia; mas, cuando las circunstancias se confabulan en su contra, conjuga en todas sus declinaciones el célebre lema de la serie: “Si quieres sobrevivir a la guerra, conviértete en guerra”. El truco es presentar a las futuras víctimas de Rambo como seres inhumanos y monstruosos, que disfrutan cometiendo los actos más crueles y virulentos con actitudes que la extrema derecha norteamericana (uy, qué casualidad, igual que la española) asocian con la depravación y la perversidad (el más malo de todos los malos es… homosexual). De este modo, ante la exposición de tanta injusticia y tanta maldad, hasta el más pacifista acaba por desear que Rambo se deje de zarandajas y haga lo que mejor sabe hacer: matar, matar y matar. A destajo, sin piedad y con tanta efectividad como truculencia.
Más bien indefendible desde el punto de vista ideológico, y más bien soporífera durante su primera mitad, creo que es justo admitir que, si se aceptan las convenciones del género bélico, la parte final de “John Rambo” es todo un acierto: es concisa, tiene un ritmo magistral, la acción está muy bien narrada y Stallone no se pierde en inútiles disquisiciones moralizantes. El aspecto físico del actor y director resulta asombroso para un hombre de casi 62 años (aunque puede que no sea del todo “natural”: durante el rodaje se le requisaron una gran cantidad de anabolizantes), y el final de la película, que prácticamente, copia el principio de “Acorralado”, la primera entrega de la serie, parece que confirma que ésta va a ser la aventura final del personaje. Por cierto, nuevamente sufrí una especie de vahído en mi sensibilidad musical cuando, mientras se escuchaban los sones de la partitura compuesta por Jerry Goldsmith para acompañar las andanzas del imparable icono de la América de Reagan, los títulos de crédito afirmaban que la banda sonora había sido escrita por… Brian Tyler. Que sí, que el tal Tyler habrá sido el encargado de ensamblar los pedazos, pero ¿no hubiera sido más correcto atribuir la autoría al insigne Goldsmith?.
He dicho como mil veces que, a la hora de disfrutar (o no) una película, es primordial establecer las bases de lo que uno espera hallar en ella, para evaluar el grado de satisfacción de las expectativas. En este sentido, cualquier espectador de cualquier parte del mundo sabe que una película de Sylvester Stallone y, más concretamente, de Rambo, no va a depararle una historia profunda ni unos diálogos magistrales, como tampoco personajes creíbles o grandes actores luciéndose a través de personajes de compleja psicología. O sea, el viejo zorro italoamericano sabía perfectamente lo que tenía que ofrecer a sus todavía fieles legiones de fans, y vaya si se lo proporciona ¡con creces!. Una vez superados los primeros y prescindibles cuarenta y cinco minutos, la aventura y la violencia se apoderan de la pantalla, con un realismo y una crudeza simplemente impresionantes. La brutalidad y el salvajismo de Rambo resultan sorprendentes y apabullantes, pero hay que reconocer que Stallone sabe perfectamente cómo filmarlos, exhibiéndolos en planos muy breves que se dejan ver pero en los que tiene el pudor y el buen gusto de no recrearse. Además, como bien sabe el público incluso antes de pagar la entrada, el ex-boina verde tiene una particular e irrefrenable tendencia a cometer actos violentos, razón por la cual vive recluído en las selvas de Tailandia; mas, cuando las circunstancias se confabulan en su contra, conjuga en todas sus declinaciones el célebre lema de la serie: “Si quieres sobrevivir a la guerra, conviértete en guerra”. El truco es presentar a las futuras víctimas de Rambo como seres inhumanos y monstruosos, que disfrutan cometiendo los actos más crueles y virulentos con actitudes que la extrema derecha norteamericana (uy, qué casualidad, igual que la española) asocian con la depravación y la perversidad (el más malo de todos los malos es… homosexual). De este modo, ante la exposición de tanta injusticia y tanta maldad, hasta el más pacifista acaba por desear que Rambo se deje de zarandajas y haga lo que mejor sabe hacer: matar, matar y matar. A destajo, sin piedad y con tanta efectividad como truculencia.
Más bien indefendible desde el punto de vista ideológico, y más bien soporífera durante su primera mitad, creo que es justo admitir que, si se aceptan las convenciones del género bélico, la parte final de “John Rambo” es todo un acierto: es concisa, tiene un ritmo magistral, la acción está muy bien narrada y Stallone no se pierde en inútiles disquisiciones moralizantes. El aspecto físico del actor y director resulta asombroso para un hombre de casi 62 años (aunque puede que no sea del todo “natural”: durante el rodaje se le requisaron una gran cantidad de anabolizantes), y el final de la película, que prácticamente, copia el principio de “Acorralado”, la primera entrega de la serie, parece que confirma que ésta va a ser la aventura final del personaje. Por cierto, nuevamente sufrí una especie de vahído en mi sensibilidad musical cuando, mientras se escuchaban los sones de la partitura compuesta por Jerry Goldsmith para acompañar las andanzas del imparable icono de la América de Reagan, los títulos de crédito afirmaban que la banda sonora había sido escrita por… Brian Tyler. Que sí, que el tal Tyler habrá sido el encargado de ensamblar los pedazos, pero ¿no hubiera sido más correcto atribuir la autoría al insigne Goldsmith?.
Luis Campoy
Lo peor: El guión, de lo más tópico y maniqueo
El cruce: "Rambo" + "Apocalypse Now"
Calificación: 7 (sobre 10)
Comentarios
Paradógicamente, en la entrada Rocky Wikipedia cita: "El Directors Guild of America (Gremio de directores de América) le concedió a Rocky su premio anual por ser la mejor película de 1976 y en 2006 el Writers Guild of America (Gremio de escritores-guionistas de América), colocó el guión original de Sylvester Stallone como el número 78 de los mejores guiones de la historia".