Cine/ MORTADELO Y FILEMON. Misión: Salvar la Tierra
Caspa, cutrerío y efectos especiales
Mortadelo y Filemón, los personajes más carismáticos creados por el prolífico guionista y dibujante de cómic Francisco Ibáñez (13 Rue del Percebe, Rompetechos, el Botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio…), cumplen cincuenta años. Para celebrar tal evento, nada mejor que estrenar una oportuna secuela de su primera aventura cinematográfica, realizada por Javier Fesser en 2003, y que se saldó con un importantísimo éxito comercial. Por aquel entonces, yo no tenía un blog y no pude expresar mi opinión tras ver aquella película, pero no está de más hacerlo ahora, ya que lo mejor y lo peor de la segunda parte tiene su origen en el film que inauguró la saga.
Durante años y años, las únicas historietas a las que tuve acceso fueron las de producción propia, las netamente españolas. Faltaba muy poco para que cayeran en mis manos los primeros tomitos en los que Ediciones Vértice reproducía los materiales Marvel, y Mortadelo y Filemón fueron dos de mis primeros mejores amigos, anteriores a Spiderman, Batman y el Hombre Enmascarado. Pero mis largas horas ante aquellos tebeos (recordemos, para quien no lo sepa, que la denominación de “tebeo”, como sustitutivo de “comic” o “historieta”, tiene que ver con el título de una popular publicación humorística española, cuyo título era, precisamente, “TBO”) no me hicieron concebir una adaptación como la perpetrada por Javier Fesser. Para mí, los dos agentes de la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) estaban en la onda del SuperAgente 86 (diversión puramente infantil, gadgets chapuceros, paisajes característicos de un James Bond venido a menos), pero el universo de Fesser se hallaba más próximo al de “El verdugo” de Berlanga o a su propia “El milagro de P. Tinto”, lo cual quedaba plasmado en una evidente nostalgia de los estereotipos y paisajes urbanos de nuestros años cuarenta y cincuenta, condimentada con algo de sal gruesa que se concretaba en un sentido del humor más bien tosco y zafio, que sólo mantenía del original en papel la caracterización de los personajes y los muy celebrados gags visuales heredados de un slapstick posmoderno y digital.
El principal hándicap de “Mortadelo y Filemón: Misión Salvar la Tierra” es la sustitución del Mortadelo original, Benito Pocino, por un Edu Soto (“El Neng” de Buenafuente) que no puede eclipsar el recuerdo de su predecesor. Pocino era un oscuro funcionario de Correos que, aun sin caracterizar, conseguía que cualquiera que le viera pensara inmediatamente en el famoso héroe de cómic, pero dicen las malas lenguas que el éxito se le ha subido a la cabeza y, para reencarnar al maestro de los disfraces en la secuela, pidió un sueldo tan desorbitado que los productores prefirieron sustituirle por otro actor. Soto ha aceptado rasurarse la cabeza y no puede decirse que “su” Mortadelo no tenga cierta gracia, pero, simplemente, no es “el” Mortadelo perfecto que Pocino supo crear casi sin proponérselo. A su lado, Pepe Viyuela (“Aída”) da vida al mejor Filemón posible, y el sobrecogedor acierto de los directores de casting de la primera parte posibilita que sigamos disfrutando de unos trasuntos humanos insuperables para los personajes del Superintendente Vicente (Mariano Venancio), Ofelia (Berta Ojea), el Profesor Bacterio (Janfri Topera) y el mismísimo Rompetechos (Emilio Gavira).
Aunque la segunda parte ha sido más de mi agrado que la película original, la cual, junto a innegables logros estéticos, adolecía de graves problemas argumentales (un acusado bajón de ritmo en su segunda mitad, achacable, entre otras cosas, a la presencia insufrible del francés Dominique Pinon), lo nuevo de Mortadelo y Filemón bebe de las mismas fuentes que su predecesora, ésto es, un manantial emponzoñado de innecesario infantilismo y cutrerío trasnochado. Resulta especialmente patética la secuencia ambientada en la supuesta Constantinopla, rodada con una pobreza de medios que hace que las escenas de “La vida de Brian” que parece copiar, se nos antojen millonarias en cuanto a presupuesto y número de extras. Del resto, decir que el villano, Botijola, encarnado por Carlos Santos (Povedilla en “Los Hombres de Paco”), resulta algo más carismático que su predecesor, el tirano Calimero, un notorio error de concepto a pesar de la esforzada composición de Paco Sagárzazu.
Una película cuyo título copia el de otra película anterior (recordemos que “Misión: Salvar la Tierra” fue la “imaginativa” denominación para nuestro país de la muy estelar “Star Trek IV”) no puede aspirar a ser demasiado original en nada, y la que nos ocupa es de todo menos éso. El espíritu del primer “Mortadelo” campa a sus anchas de principio a fin (y hay que decir que el diseño de producción, los efectos especiales y la composición física de los actores continúan constituyendo sus mayores aciertos), y, a poco que nos fijemos, podremos captar ecos nada disimulados de “Torrente 2”, sobre todo en la caracterización del villano, la citada “La vida de Brian”, que a su vez se burlaba de los combates de gladiadores de “Espartaco”, e incluso de “La Máscara del Zorro” (el enfrentamiento final de Mortadelo con su camaleónico rival, Todoquisque, incorporado por el también televisivo Alex -“Cámera Café”- O’Dogherty).
Le deseo suerte a esta propuesta orquestada por Miguel Bardem (primo de Javier), que, al fin y al cabo, independientemente de sus (discutibles) aciertos humorísticos, tiene, al menos, un aceptable nivel técnico y espero que la gente siga respaldándola con su apoyo, como sucedió con la primera entrega y como yo mismo pude comprobar ayer por la tarde.
Luis Campoy
Durante años y años, las únicas historietas a las que tuve acceso fueron las de producción propia, las netamente españolas. Faltaba muy poco para que cayeran en mis manos los primeros tomitos en los que Ediciones Vértice reproducía los materiales Marvel, y Mortadelo y Filemón fueron dos de mis primeros mejores amigos, anteriores a Spiderman, Batman y el Hombre Enmascarado. Pero mis largas horas ante aquellos tebeos (recordemos, para quien no lo sepa, que la denominación de “tebeo”, como sustitutivo de “comic” o “historieta”, tiene que ver con el título de una popular publicación humorística española, cuyo título era, precisamente, “TBO”) no me hicieron concebir una adaptación como la perpetrada por Javier Fesser. Para mí, los dos agentes de la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) estaban en la onda del SuperAgente 86 (diversión puramente infantil, gadgets chapuceros, paisajes característicos de un James Bond venido a menos), pero el universo de Fesser se hallaba más próximo al de “El verdugo” de Berlanga o a su propia “El milagro de P. Tinto”, lo cual quedaba plasmado en una evidente nostalgia de los estereotipos y paisajes urbanos de nuestros años cuarenta y cincuenta, condimentada con algo de sal gruesa que se concretaba en un sentido del humor más bien tosco y zafio, que sólo mantenía del original en papel la caracterización de los personajes y los muy celebrados gags visuales heredados de un slapstick posmoderno y digital.
El principal hándicap de “Mortadelo y Filemón: Misión Salvar la Tierra” es la sustitución del Mortadelo original, Benito Pocino, por un Edu Soto (“El Neng” de Buenafuente) que no puede eclipsar el recuerdo de su predecesor. Pocino era un oscuro funcionario de Correos que, aun sin caracterizar, conseguía que cualquiera que le viera pensara inmediatamente en el famoso héroe de cómic, pero dicen las malas lenguas que el éxito se le ha subido a la cabeza y, para reencarnar al maestro de los disfraces en la secuela, pidió un sueldo tan desorbitado que los productores prefirieron sustituirle por otro actor. Soto ha aceptado rasurarse la cabeza y no puede decirse que “su” Mortadelo no tenga cierta gracia, pero, simplemente, no es “el” Mortadelo perfecto que Pocino supo crear casi sin proponérselo. A su lado, Pepe Viyuela (“Aída”) da vida al mejor Filemón posible, y el sobrecogedor acierto de los directores de casting de la primera parte posibilita que sigamos disfrutando de unos trasuntos humanos insuperables para los personajes del Superintendente Vicente (Mariano Venancio), Ofelia (Berta Ojea), el Profesor Bacterio (Janfri Topera) y el mismísimo Rompetechos (Emilio Gavira).
Aunque la segunda parte ha sido más de mi agrado que la película original, la cual, junto a innegables logros estéticos, adolecía de graves problemas argumentales (un acusado bajón de ritmo en su segunda mitad, achacable, entre otras cosas, a la presencia insufrible del francés Dominique Pinon), lo nuevo de Mortadelo y Filemón bebe de las mismas fuentes que su predecesora, ésto es, un manantial emponzoñado de innecesario infantilismo y cutrerío trasnochado. Resulta especialmente patética la secuencia ambientada en la supuesta Constantinopla, rodada con una pobreza de medios que hace que las escenas de “La vida de Brian” que parece copiar, se nos antojen millonarias en cuanto a presupuesto y número de extras. Del resto, decir que el villano, Botijola, encarnado por Carlos Santos (Povedilla en “Los Hombres de Paco”), resulta algo más carismático que su predecesor, el tirano Calimero, un notorio error de concepto a pesar de la esforzada composición de Paco Sagárzazu.
Una película cuyo título copia el de otra película anterior (recordemos que “Misión: Salvar la Tierra” fue la “imaginativa” denominación para nuestro país de la muy estelar “Star Trek IV”) no puede aspirar a ser demasiado original en nada, y la que nos ocupa es de todo menos éso. El espíritu del primer “Mortadelo” campa a sus anchas de principio a fin (y hay que decir que el diseño de producción, los efectos especiales y la composición física de los actores continúan constituyendo sus mayores aciertos), y, a poco que nos fijemos, podremos captar ecos nada disimulados de “Torrente 2”, sobre todo en la caracterización del villano, la citada “La vida de Brian”, que a su vez se burlaba de los combates de gladiadores de “Espartaco”, e incluso de “La Máscara del Zorro” (el enfrentamiento final de Mortadelo con su camaleónico rival, Todoquisque, incorporado por el también televisivo Alex -“Cámera Café”- O’Dogherty).
Le deseo suerte a esta propuesta orquestada por Miguel Bardem (primo de Javier), que, al fin y al cabo, independientemente de sus (discutibles) aciertos humorísticos, tiene, al menos, un aceptable nivel técnico y espero que la gente siga respaldándola con su apoyo, como sucedió con la primera entrega y como yo mismo pude comprobar ayer por la tarde.
Luis Campoy
Lo mejor: Pepe Viyuela y todos los secundarios de la T.I.A.; los efectos especiales
Lo peor: La infantilización de la idea original; la secuencia del circo
El cruce: "Mortadelo y Filemón" + "La Vida de Brian" + "Torrente 2"
Calificación: 6,5 (sobre 10)
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