Cine: mi comentario sobre "LEONES POR CORDEROS"
Para definir una película como “Leones por corderos”, hay que echar mano de un adjetivo que le haga justicia: “extraña”, “distinta”, “original”, “única”. Claro que, con los dos últimos, probablemente estaríamos exagerando. Digamos, pues, que este nuevo film de Robert Redford como director no es un producto convencional, comenzando por su escasa duración (cosa que, en estos tiempos en que los superhéroes, los piratas y los aprendices de brujo permanecen en pantalla durante prácticamente el doble de minutos que necesitarían, es muy de agradecer) y continuando por la inusual dispersión de su foco argumental, que nos hace pensar en una especie de versión politizada de las tramas “corales” tan queridas por autores como Altman o Berlanga, con la diferencia de que, en los ejemplos que acabo de mencionar, todas las subtramas acababan confluyendo en un momento u otro, cosa que no sucede en el caso que ahora comentamos.
Podría decirse que en “Leones por corderos” se nos cuentan tres historias a través de tres minipelículas que han sido montadas las unas sobre las otras. En la primera de ellas, una veterana periodista entrevista a un joven senador que le anticipa un plan gubernamental para recrudecer la ofensiva estadounidense en Afganistán. En la segunda, presenciamos la odisea de dos soldados norteamericanos desgajados de su pelotón precisamente en tierras afganas, completamente a merced del frío y de la milicia talibán. Finalmente, el tercer foco argumental está centrado en un viejo (o, mejor dicho, “maduro”; por mucho que acabe de cumplir setenta y un años, Robert Redford se merece cualquier calificativo menos “viejo”) profesor universitario que intenta vencer el absentismo y el pasotismo de uno de sus alumnos.
“Leones por corderos” ya aparece en muchas de las quinielas para los próximos Oscar, premios a los que el Redford director no es ajeno (recordemos que fue “oscarizado” precisamente por su film de debut, “Gente Corriente”). Sin embargo, no se trata, ni mucho menos, de una película redonda. La dispersión argumental que pretende hacerla tan original acaba jugando en su contra, pues los tres episodios no están precisamente compensados. Los protagonizados por el propio Redford (el profesor universitario) y la periodista (Meryl Streep) y el senador (Tom Cruise) se sustentan única y exclusivamente sobre el carisma de estos tres monstruos del cine; los comportamientos y diálogos de sus personajes nos importan muchísimo menos que el magnetismo de sus intérpretes. Por contra, la parte que transcurre en Afganistán, con los dos marines que deciden permanecer juntos hasta el final mientras sus compañeros tratan vanamente de rescatarlos, adolece de un interés sustancialmente inferior, debido al anonimato en que viven sus actores.
No sé si Redford era consciente de ésto o no, pero pienso que el espectador medio de “Leones por corderos” está deseando que el senador Cruise se calle su bocaza manipuladora y que las hazañas bélicas de los pobres soldaditos pasen lo antes posible, con tal de disfrutar simplemente de la presencia del que fuera, treinta o cuarenta años atrás, uno de los hombres más atractivos del mundo. Tal vez sin pretenderlo, el rubio actor de rasgos un pelín apergaminados (más por una cirugía insatisfactoria que por el paso del tiempo) se erige en el máximo aliciente de su obra, asfixiando todas las demás consideraciones dramáticas, bélicas y políticas. Por cierto, haciendo un juego de palabras ciertamente fácil e impropio de mí, diré que los “lobos” Robert Redford y Meryl Streep se meriendan con patatas al “cordero” Tom Cruise, cuya composición consiste básicamente en ofrecernos, uno detrás de otro, todos sus “tics” habituales.
Luis Campoy
Calificación: 6,5 (sobre 10)
Podría decirse que en “Leones por corderos” se nos cuentan tres historias a través de tres minipelículas que han sido montadas las unas sobre las otras. En la primera de ellas, una veterana periodista entrevista a un joven senador que le anticipa un plan gubernamental para recrudecer la ofensiva estadounidense en Afganistán. En la segunda, presenciamos la odisea de dos soldados norteamericanos desgajados de su pelotón precisamente en tierras afganas, completamente a merced del frío y de la milicia talibán. Finalmente, el tercer foco argumental está centrado en un viejo (o, mejor dicho, “maduro”; por mucho que acabe de cumplir setenta y un años, Robert Redford se merece cualquier calificativo menos “viejo”) profesor universitario que intenta vencer el absentismo y el pasotismo de uno de sus alumnos.
“Leones por corderos” ya aparece en muchas de las quinielas para los próximos Oscar, premios a los que el Redford director no es ajeno (recordemos que fue “oscarizado” precisamente por su film de debut, “Gente Corriente”). Sin embargo, no se trata, ni mucho menos, de una película redonda. La dispersión argumental que pretende hacerla tan original acaba jugando en su contra, pues los tres episodios no están precisamente compensados. Los protagonizados por el propio Redford (el profesor universitario) y la periodista (Meryl Streep) y el senador (Tom Cruise) se sustentan única y exclusivamente sobre el carisma de estos tres monstruos del cine; los comportamientos y diálogos de sus personajes nos importan muchísimo menos que el magnetismo de sus intérpretes. Por contra, la parte que transcurre en Afganistán, con los dos marines que deciden permanecer juntos hasta el final mientras sus compañeros tratan vanamente de rescatarlos, adolece de un interés sustancialmente inferior, debido al anonimato en que viven sus actores.
No sé si Redford era consciente de ésto o no, pero pienso que el espectador medio de “Leones por corderos” está deseando que el senador Cruise se calle su bocaza manipuladora y que las hazañas bélicas de los pobres soldaditos pasen lo antes posible, con tal de disfrutar simplemente de la presencia del que fuera, treinta o cuarenta años atrás, uno de los hombres más atractivos del mundo. Tal vez sin pretenderlo, el rubio actor de rasgos un pelín apergaminados (más por una cirugía insatisfactoria que por el paso del tiempo) se erige en el máximo aliciente de su obra, asfixiando todas las demás consideraciones dramáticas, bélicas y políticas. Por cierto, haciendo un juego de palabras ciertamente fácil e impropio de mí, diré que los “lobos” Robert Redford y Meryl Streep se meriendan con patatas al “cordero” Tom Cruise, cuya composición consiste básicamente en ofrecernos, uno detrás de otro, todos sus “tics” habituales.
Luis Campoy
Calificación: 6,5 (sobre 10)
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