Nueva temporada


Comienza un nuevo curso, con sus alforjas cargadas de cambios. De este mes de Agosto que ha resultado tan poco vacacional (no recuerdo haber visto tantas nubes y tantos días de lluvia), ya apenas quedan recuerdos y alguna que otra foto, y Septiembre es una puerta de entrada a un mundo distinto y desconocido. Después de 21 años ganándome las habichuelas en un céntrico local del casco urbano de Lorca, mis superjefes han tenido a bien cambiar el activo inmobiliario por un cuantioso fajo de billetes, y hace hoy una semana que vengo poniendo el huevo en una especie de barracón que, si lo miras desde fuera, te hace pensar en el Holocausto, en los campos de exterminio y en “La Vida es Bella” de Roberto Benigni. Pero no exageremos. Ni la vida es tan bella, ni tampoco podemos compararnos con aquellos pobres judíos; como mucho, estamos un poco jodíos por el cambio, pero todo es cuestión de acostumbrarse. En mi caso concreto, he cambiado incluso más que mis otros compañeros, porque no sólo ha variado mi entorno físico, sino también la propia esencia de mi trabajo. Menos mal que cuento con la paciencia y benevolencia de mis nuevos jefes, porque estos días me siento más perdido que Carod-Rovira en un acto de homenaje a la bandera española. Por suerte, a pesar de que yo lo desconozco casi todo acerca de mi nueva tarea, ellos (jefes y compañeros) creen conocerlo casi todo acerca de mí y de mi pasado. Eso siempre allana las diferencias y contribuye a romper el hielo. Aunque tampoco creo que me ayude mucho incorporarme a una unidad en la que todos parecen creer que soy una especie de cruce entre Julio Iglesias, el Conde Lecquio y Pipi Estrada. ¿O acaso tendrán envidia? Yo, mirándoles con añoranza de su (aparente) estabilidad conyugal y ellos, quién sabe si sintiendo celos de mis últimos años llenos de altibajos sentimentales en los, que por la puerta de mi corazón, han entrado y salido algunas mujeres, más o menos jóvenes, más o menos hermosas, más o menos inteligentes, más o menos apasionadas. “Semental” fue el calificativo que el otro día alguien me dedicó, con evidente falta de tacto. Yo siempre deseo que mi relación actual sea la definitiva, pero parece que los hados no están muy de acuerdo. Lo cierto es que, aunque, hace unos días, daba por terminado mi romance ecuatoriano, una y otra vez nos empeñamos en que los sentimientos pueden curar las heridas tal vez incurables de la realidad. Y aquí estoy yo, en un sitio nuevo, iniciando un trabajo nuevo, y recomenzando de nuevo una vieja relación que, por cada lágrima llorada, parece invitarme a soñar con una sonrisa que todavía no he esbozado.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un cariñoso recuerdo de una de esas mujeres que pasaron por tu vida...
Anónimo ha dicho que…
otro....
Anónimo ha dicho que…
¿Todas las mujeres de mi vida leen mi blog? Joder, me siento orgulloso de haber elegido mujeres tan inteligentes y con tan buen gusto. Es broma, naturalmente. Gracias por estar ahí, dentro de mi vida. Besitos agradecidos y muy cariñosos.
Anónimo ha dicho que…
de nada... es un placer.

Entradas populares de este blog

Banda Sonora: "PIRATAS DEL CARIBE, La Maldición de la Perla Negra"

Recordando a... Supertramp

La historia de Village People