Cine: mi comentario sobre "DEATH PROOF"


Incluso los que nos atrevemos a escribir críticas de películas caemos fácilmente en la tentación de leer lo que otros han escrito sobre aquello que estamos a punto de comentar. Yo, estos días, he leído montones de comentarios acerca de “Death Proof”, la nueva película (o casi) del afamado Quentin Tarantino. Lo de Tarantino es un caso único, alguien capaz de revolucionar no sólo el mundo del cine sino también de imponer un estilo en el vestir y hacer popular su muy italiano apellido. El film que le lanzó a la fama, “Reservoir Dogs”, data de 1992 y causó sensación por doquier: cine independiente, de bajo presupuesto, violento y, sobre todo, caracterizado por enrevesados diálogos que se convirtieron en su marca de fábrica. Su siguiente trabajo, “Pulp Fiction” no sólo revalidó las expectativas creadas sino que ganó un Oscar al Mejor Guión Original (prueba de su aceptación por parte de la Industria) y congregó en su reparto a un tropel de estrellas hollywoodienses (John Travolta, Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Uma Thurman, Harvey Keitel) ansiosas de trabajar con el nuevo “enfant terrible” del Séptimo Arte. Sin embargo, a partir de ahí el globo comenzó a desinflarse, al menos en mi opinión. Los guiones que Tarantino escribió para otros realizadores (“Asesinos Natos”, “Abierto hasta el Amanecer”) no mantuvieron la frescura que se esperaba de él, y su tercera propuesta como director, “Jackie Brown”, fue una notoria decepción. “Kill Bill” le reconcilió con la crítica y, sobre todo, con el público, pero su nueva excentricidad ha conseguido dividir en dos a la opinión pública. Devoto del cine de serie B de los años cincuenta y sesenta (“Pulp Fiction” fue buena prueba de ello), Tarantino se reunió con su amiguete el chicano Robert Rodríguez y ambos concibieron un proyecto compuesto por dos mini-películas y un montón de trailers falsos, todo ello filmado de modo premeditadamente cutre y patatero. “Grindhouse” fue el título que le pusieron a su film-homenaje, cuyos platos fuertes eran “Planet Terror” el fragmento que firmó Rodríguez y “Death Proof.”, el segmento a cargo de Tarantino. Pero algo imprevisto (al menos, por ellos) sucedió: el público les dio la espalda, y las recaudaciones de “Grindhouse” fueron tan pésimas que, para su exhibición internacional, decidieron recomponer sus respectivos mediometrajes y estrenarlos por separado, para lo cual hubieron de rodar escenas adicionales con las que estirarlos cual chicles cinematográficos. Hace un mes llegó a nuestros cines la retocada “Planet Terror” (que, todo hay que decirlo, parece que ha gustado bastante) y ahora acaba de aterrizar la tarantiniana “Death Prof.” Tal como dije al principio, he leído decenas de críticas y he escuchado la voz del aficionado, y hay de todo menos unanimidad. A todo al que se sigue refiriendo a Quentin Tarantino como “genio” yo le diría que los únicos genios que se me ocurren pudieron ser gente como Hitchcock, Ford, Wilder o Bergman, y que, a la sombra de ellos, han proliferado grandes directores que han gozado del favor del público (Spielberg, Scorsese, Truffaut, Berlanga, etc.). Tarantino, siendo generoso, puede ser considerado un realizador “original”, “diferente”, pero aún le quedan años luz para llegar a la categoría de “genio”. Por lo que respecta a “Death Proof”, es evidente que la historia central (un antiguo especialista de cine utiliza su viejo coche “a prueba de muerte” para asesinar a confiadas jovencitas) ha perdido peso específico en la “versión extendida”, poblada de personajes femeninos que hablan y hablan sin parar y la mayor parte de lo que dicen son estupideces. Llamar “genio” a Tarantino porque llena el principio de su película de planos de pies femeninos que no vienen a cuento, porque rescata del anonimato a cuatro o cinco actrices que bien podrían haber seguido siendo anónimas o porque, al final, el depredador psicópata acaba siendo la víctima de sus “desvalidas” presas, me resulta impropio de quienes se consideran “expertos” en Cine. Porque la primera media hora de “Death Proof” se hace tan pesada que aburre, porque la agilidad y coloquialidad de sus diálogos resulta de todo menos creíble, porque su estética “pobre” y “feísta” resulta indigesta y porque Kurt Russell realiza una interpretación simplemente convencional de un personaje simplemente mal escrito, yo confieso que a los veinte minutos ya estaba deseando salir del cine, tan decepcionado me sentía, y no me hubiera importado perderme la “magistral actuación” (¿¿??) del protagonista de “La Cosa” y “1997: Rescate en Nueva York”. Afortunadamente, la segunda mitad de “Death Proof” mejora considerablemente, y la persecución automovilística que cierra el film pasará, indudablemente, a las antologías de este tipo de secuencias, mérito que, en cualquier caso, hay que atribuir al director de segunda unidad, a los especialistas y al montador… pero no a Quentin Tarantino, quien, si, como guionista y director, no goza de su mejor momento, como actor (en el film interpreta a un repelente barman) debería subirse en el coche conducido por Kurt Russell y permitir que un “inesperado” choque mortal aliviase al mundo de un “talento” tan patético.

Luis Campoy
Calificación: 5 (sobre 10)

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