Cine: Mi comentario sobre "EL TRUCO FINAL (El Prestigio)"
Algunas veces, a la hora de hablar de una película que me ha gustado, lo primero que hago es refrenar mis impulsos de ponerme a elogiar apasionadamente todo aquéllo que de bueno y/o positivo he encontrado en ella, y, en lugar de ello, trato de localizar y analizar sus pocos o muchos, pequeños o grandes defectos. Eso mismo he tenido que hacer con “El Truco Final (El Prestigio)”, el nuevo trabajo de Christopher Nolan, que hace dos años me regaló las dos horas y media más entretenidas que disfruté en una sala de cine con su espléndida “Batman Begins”.
Precisamente a “Batman Begins” debe “El Truco Final” gran parte de su razón de ser, ya que comparte con ella uno de sus protagonistas, el cada vez más ascendente Christian Bale, un actor que no hace sino mejorar en cada nuevo film, y uno de sus ilustres secundarios, el soberbio Michael Caine. Naturalmente, ni el primero vuelve a interpretar a Bruce Wayne/Batman, ni el segundo a su fiel mayordomo Alfred Pennyworth (cosa que sí están haciendo nuevamente en la sexta entrega de las aventuras del Hombre Murciélago, “Batman: The Dark Knight”, que ya está en pleno rodaje y se estrenará en 2008), pero es innegable que el personaje de Bale tiene un acusado lado oscuro y el de Caine vuelve a desempeñar labores de tutor o mentor (aunque no precisamente del mago que interpreta Christian Bale). Por si fuera poco, el otro protagonista de “El Truco Final” es nada más y nada menos que Hugh Jackman, actor australiano cuyo nombre aún no dice mucho por sí mismo, aunque probablemente casi todos le conoceremos si decimos que ha interpretado a Lobezno en las tres partes de “X-Men”. Es decir, uno de los mayores alicientes del film que ahora comentamos es el enfrentamiento entre Christian Bale/Batman y Hugh Jackman/Lobezno. Lobezno contra Batman… ¿quién ganará?.
Londres, finales del siglo XIX. Dos jóvenes aspirantes a mago, Alfred Borden (Christian Bale) y Robert Angier (Hugh Jackman) participan de un espectáculo de escapismo del que también forma parte la esposa de Angier. John Cutter (Michael Caine) es el cerebro pensante detrás de los múltiples trucos que deslumbran a un sinnúmero de espectadores ávidos de prodigios, pero no puede impedir que, durante el desarrollo de uno de los números, una ¿torpeza? de Borden provoque la muerte de la mujer de Angier. A partir de ese momento, los amigos se convierten en enemigos y cada uno de ellos tratará no sólo de copiar (y sabotear) los nuevos trucos del contrario, sino también de destruir su vida, sin importar el precio a pagar ni los inocentes que se puedan convertir en víctimas colaterales…
Este podría ser, en líneas muy generales, el argumento de “El Truco Final”, estúpido título español que distorsiona el valor del original “The Prestige”, “El Prestigio” o, mejor aún, “La Prestidigitación”. Evidentemente, alguien ha pensado que era perjudicial para una película mantener vivo el recuerdo de aquel barco cargado de petróleo que hace unos años se hundió frente a las costas gallegas, pero ni siquiera lo de “El Truco Final” es una alternativa coherente con la filosofía del film, ya que debería ser “Acto” y no “Truco”, en referencia a la distribución de acontecimientos de los que consta cualquier truco de magia: el primer acto consiste en que el mago presenta un suceso ordinario; el segundo acto permite al oficiante demostrar su “magia” convirtiendo lo “ordinario” en “extraordinario”; pero no es hasta el tercer y último acto, el prestigio (o prestidigitación) cuando quedará de manifiesto la auténtica valía del ilusionista.
Christopher Nolan, joven realizador de tan sólo 36 años, obtuvo gran repercusión crítica con su film “Memento”, ingeniosa historia protagonizada por Guy Pierce que se narraba justamente a la inversa de cómo ocurría en realidad; es decir, el principio de la película era el final de la historia, y a partir de ese momento el tiempo transcurría hacia atrás hasta que, al final, se nos permitía conocer cuál había sido el verdadero (y sorprendente) origen de todo. También en “El Truco Final” hay un constante ir y venir dentro de la continuidad temporal, de forma que se alternan una serie de momentos o etapas que viven sus protagonistas y que obligan al espectador a estar atento si no quiere perderse en una especie de túnel del tiempo repleto de nombres propios, apellidos y personajes aparentemente secundarios que tienen muchísima más repercusión de la que parecen tener. Por ejemplo, es históricamente verídica la rivalidad entre el científico Nikola Tesla (muy bien interpretado por el camaleónico cantante David Bowie), descubridor del “campo magnético rotante”, y su máximo rival, el mucho más famoso Thomas Alva Edison, a quien desde siempre se ha atribuído todo el mérito de la invención de la electricidad.
Probablemente Harry Potter y cualquiera de sus compañeros y profesores del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería hubiera hecho lo posible para que una película como “El Truco Final” no hubiera llegado a existir, ya que en ella se explican (a veces brutalmente) todos los entresijos del mundo del ilusionismo, que tal vez hoy parezca un tanto pasado de moda pero que hace un siglo y medio constituía uno de los entretenimientos más sorprendentes y alucinantes a los que podía enfrentarse un ser humano. La reconstrucción, absolutamente primorosa, de los ambientes y vestuarios de aquel siglo XIX es uno de los elementos que no pueden dejar de destacarse a la hora de valorar críticamente este film, perfecto en todas y cada una de sus facetas puramente estéticas (incluyendo iluminación, música y, sobre todo, montaje). También los actores están más o menos correctos (destacando por encima de todos Michael Caine pero sin menospreciar a las poco conocidas Rebecca Hall y Piper Perabo, que dan vida, respectivamente, a las esposas de Borden y Angier, y hasta una Scarlett Johansson hiperactiva que, como mínimo, está menos mal que de costumbre), y, si acaso, los “peros” o “defectos” a los que me refería al principio de este artículo habría que imputarlos a la premeditada y excesiva complejidad no de la trama en sí, sino del modo en que ésta está construída (o, mejor dicho, deconstruída) con el único y avieso fin de confundir/liar/marear al espectador. También el final adolece de un exceso de artificio, por culpa de una innecesaria sucesión de un clímax y un anticlímax tras otro, y todo para concluir con un plano que deja demasiadas incógnitas sin resolver; personalmente, no me gusta este tipo de “finales abiertos”, aunque claro… se trata de una mera opinión personal. Eso sí, tal y como he dicho cuando empezaba a escribir, la película me ha encantado y confieso que muy a mi pesar he tenido que destriparla y deslucir un tanto la mágica sensación que me causó mientras anoche la veía. Inteligencia, habilidad y sorpresa: esos son, verdaderamente, los tres actos de los que consta “El Truco Final”.
Luis Campoy
Calificación: 9 (sobre 10)
Comentarios
Todo lo demás pues eso, genial, todos todos.
Así que ya se me hace largo el tiempo que falta hasta poder volver a ver la siguiente película de este genial director. Nunca nos defrauda, sino todo lo contrario.
Yo también le doy un 9.