Cine: Mi comentario sobre "COLEGAS EN EL BOSQUE"

No sé si lo he manifestado tajantemente antes de ahora… pero me parece, tengo la impresión, de que hay demasiadas películas de dibujos animadas.

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Cuando yo era niño (o sea, aún más niño que ahora), se estrenaban una o dos películas de dibujos al año, una invariablemente en Navidad (obviamente, a cargo de la empresa pionera en la materia, Walt Disney Pictures), y otra, en ocasiones, en verano. También, años después, llegaba alguna en Semana Santa.

Parece que los niños del siglo XXI necesitan mayores dosis de fantasía animada, porque lo cierto y verdad es que casi sería imposible que yo pudiera citaros la interminable retahíla de films de estas características que han pasado por los cines en lo que va de año. Que yo recuerde, mi convencida militancia en el partido de los Padres-cinéfilos-que-tratan-de-que-sus-hijos-también-sean-cinéfilos me ha conducido a presenciar en salas de exhibición títulos como “Ice Age 2”, “Salvaje”, “Vecinos invasores”, “Cars”, “Asterix y los vikingos”, “Jorge el curioso”, “Monster House” y “Ant Bully”, sin contar “Garfield 2”, que mezclaba la animación por ordenador con la participación de actores de carne y hueso. O sea, teniendo en cuenta las películas que he visto y no pasando por alto las que no he llegado a ver, me da la impresión de que, redondeando, se están estrenando una media de dos films de dibujos cada mes. Una exageración, una auténtica burrada… al menos, ateniéndonos al precio de la entrada y de las palomitas, refrescos y chucherías varias que uno parece obligado a comprar en cuanto penetra en cualquiera de los modernos templos del ocio y la imagen.

Hace un par de semanas, me libré de llevar a los niños a ver “El corral” (¿para qué engañarnos?, no todas estas películas resultan atractivas para el espectador adulto), pero ayer no tuve más remedio que presenciar “Colegas en el bosque”… y lo cierto es que me encantó. Su argumento, como suele suceder, no tiene mucho de original: dos animales se hacen amigos a la fuerza y deben defenderse de los peligros que les acechan en el corazón del bosque… empezando por la amenaza que constituye el ser humano. Y tampoco es que haya nada especialmente novedoso en su puesta en escena (está maravillosamente bien hecha… pero eso ya lo dije cuando hablé de “Ice Age 2”, “Vecinos invasores”, “Cars” o “Monster House”).

¿Qué tiene “Colegas en el bosque” que la convierte en algo especial? Creo que su EQUILIBRIO. “Open Season” (“Se abre la veda de la caza”, podría ser la muy malsonante traducción), como en todas estas producciones orientadas a un público amplio o, mejor dicho, mayoritariamente infantil, pretende divertir por igual a los niños y a los grandes, eso sí, desde la plataforma políticamente correcta de un “mensaje” en pro de la amistad, el compañerismo y la solidaridad. O sea, lo de siempre, lo que estamos ya bastante hartos de ver: simpáticos animalitos que hablan, dos o tres chistes más o menos afortunados y alguna que otra canción presumiblemente insufrible. Sin embargo, si bien “Colegas en el bosque” no renuncia a componer una hermosa oda a la amistad, personificada en sus dos personajes protagonistas, el oso Boog y el ciervo Elliot, lo hace con más fortuna que en la mayoría de las últimas ocasiones que recuerdo, esto es, utilizando situaciones menos trilladas y recursos humorísticos más afortunados. Incluso alguno de sus gags es más “atrevido” de lo que suele ser habitual, porque se bordean las fronteras del buen gusto con uno o dos momentos de risible (y maloliente) escatología, que en realidad nunca llegan a resultar ofensivos.

“No hay sito como el hogar… pero no olvides que el hogar no son cuatro paredes y un techo sino tan sólo el lugar y la compañía que te hacen ser feliz” es el auténtico “leit motiv” de la película, que, lamentablemente, desaprovecha la oportunidad de erigirse en alegato en contra de la caza (como sí lo fue “Bambi”, sesenta años atrás), aunque se agradece que su “conformismo” nos depare secuencias tan hilarantes como la apoteósica batalla final, con homenaje a “Braveheart” incluído. Y no olvidemos lo que tan de pasada he dicho anteriormente: cada nueva película de animación por ordenador se pone un paso por encima de la anterior, y ya me faltan palabras para describir la perfección técnica de “Colegas en el bosque”. Los paisajes, los vehículos, las personas y, sobre todo, los animales (con especial mención al pelaje del oso: nunca jamás he visto tal perfección en un dibujo animado) están recreados con tan apabullante dominio del PC que casi parece que estamos presenciando un documental.

Como apunte final tengo que decir que el doblaje es, cuando menos, extraño: para doblar al oso Boog, que en la versión original cuenta con la voz del cómico negro Martin Lawrence (“Esta abuela es un peligro”, “Dos policías rebeldes”), se ha llamado al cubano Alexis Valdés, lo cual, junto al hecho de que otros varios animales hablan incluso con acento andaluz (¡¡!!), produce una sensación de desubicación que el entorno geográfico (un bosque inequívocamente norteamericano) no justifica en absoluto. Salvando este pequeño tirón de orejas, me atrevo a sugeriros que, si vuestros hijos (o, si se da el caso, los hijos de vuestros hijos) os suplican que les llevéis a ver “Colegas en el bosque”, no os hagáis mucho de rogar, porque no sólo gozaréis del placer de su compañía… sino que, además, lo pasaréis muy bien.

Luis Campoy
Calificación: 8 (sobre 10)



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