Rocío (segunda parte)

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Cuando falleció Rocío Dúrcal el pasado mes de mayo ya dije en mi artículo correspondiente (ver más abajo) que me parecía que su tocaya Rocío Jurado regresaba a España básicamente para morir entre los suyos. Lamentablemente, así ha sido al final, y no porque yo me considere un agorero ni un profeta, sino porque todas las circunstancias apuntaban ya entonces a un fatal desenlace a no mucho tardar. El cáncer, y, en concreto, el que la tonadillera padecía (de páncreas), no tiene contemplaciones con nadie, ni siquiera con los muy ricos y muy famosos, y ya conocéis ese viejo dicho acerca de que “la Muerte nos hace a todos iguales”.

Con una existencia mucho más expuesta a la luz pública que la difunta Primera Dama de la Ranchera, Rocío Jurado tenía 61 años y su carrera artística alcanzó su máximo esplendor en las décadas de los setenta y ochenta. Tan sólo unos años antes era poco menos que una folklórica más, en una época en la que Conchita (perdón, Concha) Piquer, Imperio Argentina o Estrellita Castro aún continuaban más o menos en activo. Sin embargo, “algo” en la Jurado la hizo diferente del resto, y no fue sólo su proverbial torrente de voz. Su físico de aquel entonces era el de una mujer de rompe y rasga, y supo explotarlo en algunas (horripilantes) películas y en algún que otro reportaje fotográfico más o menos subido de tono que le aportó una dosis adicional de popularidad. Su matrimonio con el ex-boxeador Pedro Carrasco fue la guinda del pastel, y ya nunca los flashes de los fotógrafos dejarían de iluminarla.

En la España de la transición Rocío Jurado se convirtió, además de en la voz por excelencia no sólo de la copla sino de la balada más rotunda, en musa e icono de determinados sectores de la intelectualidad, llegando a autoproclamarse, no sin razón, “La Más Grande”. Paralelamente, se rompió (de tanto usarlo) su matrimonio con Pedro Carrasco, y años después volvería a probar fortuna con el torero José Ortega Cano. Una especie de destino mitológico se consumaba una vez más (todavía estaba reciente el caso de Isabel Pantoja y el malogrado Paquirri), y la leyenda de la Jurado no hizo sino aumentar. Como ya dije en el texto dedicado a la muerte de Rocío Dúrcal, la artista recién fallecida ha sido uno de los personajes más mediáticos del mundo del corazón, a raíz tanto de su propia vida sentimental como de la de su hija, bautizada homónimamente como “Rocíito” y que, tras un fallido enlace con un Guardia Civil, Antonio David Flores, ha acabado ligada a un tipo un tanto inclasificable llamado Fidel Albiac. Por otra parte, no sé si los rumores que en la vecina Cartagena, de donde es natural, corrían sobre Ortega Cano (los cuales no me parece procedente reverdecer hoy aquí) continúan yendo de boca en boca o ya quedaron relegados al justo olvido, pero todas estas circunstancias contribuyen a que una persona “pública” acabe siendo públicamente mediatizada, adorada, ensalzada… acosada.

Durante el día de hoy, todos los medios de comunicación han dedicado incontables horas de programación a glosar la vida profesional de la cantante de Chipiona (ésto era de recibo), pero también se han recreado más de lo que me parece moralmente ético en el dolor, público o no, de aquéllos que integraban su núcleo más familiar y allegado. Alrededor de la lujosísima mansión de la Jurado y Ortega Cano en La Moraleja se ha venido desplegando desde hace semanas un nefasto espectáculo circense que ha vuelto a confirmar que el hombre es un lobo para el hombre, que los seres humanos somos depredadores y, aún peor, carroñeros del sufrimiento de los demás. Esto, como digo, ha sido lo más parecido a un circo…. sólo que en el circo, además de fieras salvajes, hay trapecistas, malabaristas y payasos. Pensándolo bien: más de uno de los famosillos de medio pelo que hoy se han paseado por la capilla ardiente de Rocío Jurado no eran sino auténticos payasos a quienes las (falsas) lágrimas de cocodrilo les habían hecho desteñir la pintura blanca de sus caras.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Para mí, ha sido un día muy triste...me he estado acordando todo el tiempo de mi hermana.

También ha fallecido mi artista favorita, a la que admiro como cantante profundamente.

Descanse en Paz mi hermana Loli y
Descanse en Paz Rocio Jurado.
Anónimo ha dicho que…
A veces algunas muertes ajenas nos repercuten porque nos retrotraen a otros fallecimientos que hemos padecido más de primera mano. Lamento lo de tu hermana; no importa el tiempo que haga que se fue, aún la llevas dentro... tanto para entristecerte por su pérdida como para consolarte con su recuerdo. Besos.
Azusa ha dicho que…
Me pasa como a marisacodente, me recordó a mi mami, pero supongo que para una persona acostumbrada a tener abosolutamente todo, aún es más duro, ver que es algo contra lo que no puedes hacer nada, creo que para ellos, la resignación tiene que ser aún más difícil...
maite ha dicho que…
Siendo sincera, me duele más la muerte de la señora/sr. de la 108 de mi Hospital o la del 210, a la que yo asisto cada día.
Perdonad , pero todos somos humanos , sufrimiento lo hay en todos los hogares, y no con semejante despliegue mediatico.
Bonita voz, nadie lo niega (aunque a mi no me guste ese tipo de música), pero no era necesario eso.
No lo hizo así Rocio Durcal, ni lo harán asi, otros grandes artístas de este pais, estoy segura.
maite

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